CATÁBASIS: EL VIAJE INFERNAL EN LA ANTIGÜEDAD – Miguel Herrero de Jáuregui
Esto es obra de Memoria. Cuando esté en trance de morirse hacia la bien construida morada de Hades, hay a la derecha una fuente
y cerca de ella está erguido un blanco ciprés.
Allí al bajar las ánimas de los muertos se refrescan.
¡A esa fuente no te allegues de cerca ni un poco!
Pero más adelante hallarás, de la laguna la Memoria
agua que fluye fresca. Y a su orilla hay unos guardianes.
Ellos te preguntarán con sagaz discernimiento
por qué investigas las tinieblas del Hades sombrío.
Di: “Hijo de la Tierra soy y del Cielo estrellado.
De sed estoy seco y me muero. Dadme, pues, enseguida,
a beber agua fresca de la laguna de la Memoria.
Así que tras beber, también tú te irás por la sagrada vía
por la que los demás iniciados y bacos avanzan gloriosos.Láminilla órfica hallada en una tumba de Hiponion (Calabria). Siglo IV a.C.
Cuenta el mito que, al morir Eurídice mordida por una serpiente, su esposo Orfeo cayó en la desesperación más absoluta. Tan grande fue su dolor que resolvió descender al Hades, el lugar donde habitan los muertos, y recuperarla. Orfeo era el cantor más excelso que ha existido jamás, y gracias a su voz y sus súplicas logró convencer a los dioses subterráneos, Hades y Perséfone, de que permitieran el ascenso de Eurídice al mundo de los vivos. Pero a punto de culminar el ascenso del Hades, Orfeo se giró para mirar a su esposa que caminaba detrás, lo cual era la única prohibición que le había impuesto Hades. Eurídice volvió al Hades para permanecer en él toda la eternidad, y Orfeo dejó de cantar hasta el fin de sus días.
El triste viaje de Orfeo al Hades en busca de su amada esposa es una de las historias más conocidas de la mitología. La palabra griega catábasis es la que se usa para hacer referencia a ese tipo de viaje: significa descenso, y de forma más concisa hace alusión al descenso al reino subterráneo donde viven los muertos. Se trata de un viaje que de manera ineludible ha de hacer todo ser humano cuando muere; pero los mitos, griegos y no griegos, recogen también algunas historias de quienes han hecho un viaje catabático sin pasar por el trance de la muerte. El libro de Miguel Herrero de Jáuregui Catábasis. El viaje infernal en la Antigüedad, propone en sus páginas otro viaje, en este caso temporal, a lo largo de más de un milenio de historia, en el que se examinarán las manifestaciones del viaje catabático en las fuentes textuales griegas y latinas.
El objetivo, el propio autor así lo indica, es entender mejor las ideas griegas y romanas sobre el viaje al Hades, tal y como vienen reflejadas en los textos estudiados. No se trata, por lo tanto, de un libro acerca de la salvación de la muerte en la Antigüedad, sino de lo contrario: del “modo más común, fecundo y lleno de posibilidades que los griegos y romanos tuvieron para lidiar con la muerte”, esto es, entendiéndola como un descenso al reino subterráneo de Hades. Desde la época arcaica hasta el siglo V d.C., el libro ofrece un repertorio de análisis de fuentes textuales, a menudo con disquisiciones filológicas incluidas, en el que no se examinan las creencias ni los mitos como tales, sino el modo en que se manifiestan en los textos, en el género literario de que se trate y por boca de cada autor. Es una conjugación de investigación y divulgación, pues el interés del autor es llevar a cabo un trabajo riguroso y con propuestas, no circunscrito al ámbito académico sino enfocado a un público más amplio. Ese es, pues, el hilo de Ariadna que hace que los en apariencia independientes 15 capítulos que componen la obra, formen un todo unitario. El resultado es un libro que requiere lectura atenta, con unos capítulos más exigentes que otros; el lector profano disfrutará, pero sin duda le ayudará tener una base de lecturas clásicas en las que ubicar las continuas (e inevitables, dada la temática y el modus operandi del libro) referencias a textos y autores.
Afirma Herrero de Jáuregui que hay tres ideas sobre el futuro post mortem que se mantienen estables a lo largo de toda la Antigüedad: el culto a los muertos, la gloria inmortal y la idea de que morir es un viaje. Esas ideas demandan que el primer paso, es decir, la entrada del muerto en el mundo del Allende, del Más Allá, se haga correctamente, es decir: los vivos han de cumplir con los ritos exigidos para que los muertos obtengan su descanso eterno. De otro modo les visitarán en sueños o en apariciones, y no reposarán en paz. Y de lo que se trata es de facilitar en lo posible las cosas al habitante del Más Allá, pues el lugar en el que se encuentra, tradicionalmente (en Grecia y el Medio Oriente), se concibe como triste, oscuro y sin actividad. Se trata de un lugar inaccesible a la luz y a la vista, subterráneo, delimitado casi siempre por fronteras acuosas (los ríos Aqueronte, Cocito y Piriflegetonte, la laguna Estigia o el Océano). En el ámbito griego dice Herrero de Jáuregui que no fue hasta el siglo VI a.C. cuando comenzaron a desarrollarse ideas de un destino más feliz para el finado, que dependiera de las obras realizadas en vida. Antes de eso el Hades es terrible todo él, y por eso Homero hace lamentarse a Aquiles, al preferir ser esclavo en el reino de los vivos que rey en el de los muertos. El terrible destino que sigue a la muerte, sin embargo, es inevitable: “También Heracles tuvo que morir” es el dicho consolatorio que recuerda la inexorabilidad de la muerte, incluso para el héroe griego que más sobresalió enfrentándose a ella.
¿Por qué razón viajaría entonces nadie al Hades antes de llegarle la hora? Varios pueden ser los motivos, dice el autor de Catábasis: como una prueba de heroísmo (Heracles, Teseo, Pirítoo), o para rescatar a alguien (Orfeo, Dioniso, el Enkidu del poema Gilgamesh), o bien para obtener un conocimiento que solo poseen los muertos (Odiseo, Eneas); incluso para conquistarlo (la diosa mesopotámica Innana). En el mundo grecolatino circulaban listas mitográficas con los nombres de los vivos que lograron volver de su viaje a ultratumba. Herrero de Jáuregui se dedica precisamente a esto: a visitar los textos clásicos en los que aparecen estos viajes, bien sea de forma explícita o bien porque estén escritos, formalmente, con un estilo catabático. Y el inicio ha de ser Homero, pues la nekyia (así es como se conoce al viaje al Hades en poesía griega) aparece ya tanto en la Iíada como en la Odisea. El descenso de Odiseo para que Tiresias le revele cómo volver a Ítaca es una nekyia clara y evidente, pero no deja de sorprender cómo el autor describe también el viaje de Príamo a la tienda de Aquiles, o el desmayo de Héctor en su combate singular con Áyax, como viajes catabáticos.
Uno de los puntos fuertes del libro, además del análisis de los textos homéricos, es el de las láminas órficas, cuyo contenido, como el que encabeza esta reseña, son instrucciones al alma en su tumba para alcanzar un destino feliz tras la muerte. La presencia de estas láminas está contrastada al menos entre los siglos V y III a.C., parecen una práctica común extendida y consolidada entre los griegos, y sin embargo ninguna fuente las menciona.
Platón es presentado como un autor catabático de importancia revolucionaria: algunos de sus diálogos (Fedón, Timeo) no dejan lugar a dudas. En el primero el filósofo convirtió la idea de la reencarnación, marginal y minoritaria hasta entonces, en una opción respetable que fue secundada por ilustres personajes como Virgilio o Cicerón. Por su parte, el diálogo República comienza con una palabra, “Descendí”, katebēn, que establece de inicio cuál va a ser el tono; y el mito de la caverna está impregnado de una atmósfera claramente catabática.
La catábasis en la tragedia (la Alcestis de Eurípides, cuyo mito en el que alguien se sacrifica y muere en el lugar de otra persona, fue asociado posteriormente a la base del cristianismo), en la comedia (las Ranas de Aristófanes, donde el dios Dioniso hacía chistes que dieron al vocablo español “escatológico” un insospechado doble sentido, de final —eskhaton— y de excremento —skatos—), el toque humorístico (cuando Elpénor, marino de Odiseo, muere accidentalmente justo antes de que emprendan el viaje al inframundo, y cuando el héroe llega al Hades le encuentra allí y le pregunta “¿cómo has llegado antes que nosotros?”), las ideas novedosas (el Purgatorio no es una invención del Medievo tardío sino que la idea ya estaba en las fuentes antiguas)… Todo esto y mucho más tiene cabida en el libro, que dedica también un buen número de páginas al autor seguramente más irreverente de toda la literatura clásica: Luciano de Samosata. Sentencia Herrero de Jáuregui que, si los personajes del Hades griego son tan conocidos en la modernidad, es en buena parte gracias a la revisión, jocosa pero profunda, que de ellos hizo Luciano en sus escritos. Todo lo contrario, en tono y estilo, que los 70 versos conservados en el llamado papiro del Fayum, en el que se presenta “una de las visiones de la ultratumba más inquietantes producidas por el imaginario antiguo», y que no está demasiado lejos de la mentalidad moderna: según se desprende de esos versos, “tras la muerte no hay nada, el Hades no es sino una fosa común llena de cadáveres, y solo queda en el aire la risa de las Erinias ante el dolor de los vivos y la aniquilación de los muertos”, afirma el autor.
Al margen de la dificultad en algunos capítulos, que tampoco es tanta (quien se decide por estas lecturas generalmente ya sabe dónde se mete, por lo que esa dificultad mencionada el lector la percibirá de modo inversamente proporcional a su interés en el tema), el libro resulta interesantísimo y revelador. Todo él rezuma erudición, y merece la pena mencionar que la figura del filólogo Alberto Bernabé está presente en buena parte del trabajo de Herrero de Jáuregui, en especial en las páginas dedicadas a el tratamiento del Allende en los textos órficos. Catábasis es, en fin, un excelente trabajo de investigación y divulgación acerca de un tema que preocupó a los antiguos tanto como preocupa a los modernos y a nosotros mismos, pues la muerte es consustancial a la vida. Por suerte, y mientras no se demuestre lo contrario, para morir hay que vivir primero.
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Miguel Herrero de Jáuregui, Catábasis. El viaje infernal en la Antigüedad. Madrid, Alianza Editorial, 2023, 503 páginas.
No sé cuándo, pero caerá. Reseñón.
Es un libro interesantísimo, siempre que a uno le resulte interesantísimo el tema que trata, claro. Eso sí, para sacarle el máximo rendimiento hay que estar un poco puesto en cultura clásica. Un poco nada más.
Gran reseña. Tengo este libro en la recámara para empezarlo pronto.
A por él, Yllanes.
Este libro lo tuve en las manos hace un tiempo pero me echó para atrás el precio. Leyendo esta reseña tendré que rascarme el bolsillo para hacerme con él. Cavilius, me vas a arruinar ;-)
Fantástica reseña, pero este libro no es para mí, por lo menos por ahora. Con todo pinta genial. Bravo.
Gracias, gentes. El libro no me parece caro para lo que aporta; sucede que, al editarse en formato bolsillo, quizá uno espere un precio menor.
Todo libro tiene su momento, Íñigo (o eso dicen); ya llegará.
El libro parece querer aprovechar el tirón de El infinito en un junco escribiendo sobre un tema clásico interesante. Sin embargo, el resultado es demasiado academicista y muy denso para el público general, que se pierde en discusiones eruditas y en las notas. Además, presenta algunas imprecisiones…