CONTRA LA REVOLUCIÓN FRANCESA. NI LIBERTAD, NI IGUALDAD, NI FRATERNIDAD – Fernando Díaz Villanueva y Alberto Garín
Cuando en el año 1856 Alexis de Tocqueville publicó su obra El Antiguo Régimen y la Revolución, exploró las causas que alumbraron la Revolución Francesa de 1789, y desgranó las consecuencias que trajo no sólo para Francia sino para todo el continente europeo. Tocqueville utilizó un prisma que, a día de hoy, puede seguir calificándose de innovador, al cuestionar que la Revolución Francesa constituyese una ruptura radical con el pasado, pues en realidad supuso la culminación de un proceso de cambios que ya estaban en marcha desde mucho antes. Más de dos siglos después, el estudio de la revolución parisina sigue siendo un tema ubicuo en los planes de estudios de buena parte de los países europeos. Son varios los cursos en los que cualquier alumno debe enfrentarse repetitivamente al estudio del proceso revolucionario, viéndose siempre conducido a ciertos lugares comunes en los que se romantiza la violencia desatada y se agigantan los logros alcanzados tras el proceso revolucionario.
Cuando años más tarde esos mismos alumnos son preguntados por lo que recuerdan de aquellas lecciones, muchos de ellos responderán que antes de 1789 los países europeos eran regidos por unos monarcas absolutos que dirigían todas las facetas de la vida de sus súbditos de forma despiadada. Sentados en sus tronos dorados, devoraban el alimento del que privaban a su pueblo, mientras algún clérigo les susurraba al oído tenebrosas instrucciones sobre la forma en que podía seguir expoliando a su pueblo. Continuarán afirmando que gracias a la revolución los franceses rompieron sus cadenas, y los derechos individuales y colectivos que de los que hoy disfrutamos vieron por primera ver la luz. La monarquía, en definitiva, hincaría la rodilla ante una República que, por sí misma, representaba todas las notas de progreso y bienestar que cualquier demócrata debe perseguir. No sabrán explicar porqué sólo quince años después Napoleón era coronado nada menos que emperador de todos los franceses, o el motivo por el que un nuevo Borbón ocupó el trono francés en 1814. En Contra la Revolución Francesa. Ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad, Fernando Díaz Villanueva y Alberto Garín se proponen desmitificar tanto los orígenes de la revolución como las supuestas conquistas que se le atribuyen.
Y es que la Revolución Francesa no supuso en modo alguno un corte abrupto con el pasado. El Antiguo Régimen ya había puesto en marcha varios de los procesos que en 1789 simplemente se aceleraron. Bajo la monarquía absoluta, especialmente durante los reinados de Luis XIV y Luis XV, el poder real había debilitado gradualmente a las élites locales y aristocráticas. La Revolución no fue un momento de liberación de la opresión estatal, sino más bien la culminación de un proceso por el cual el Estado se volvió aún más omnipresente en la vida de los ciudadanos. El Estado consiguió aumentar su capacidad de control sobre la vida pública y privada, eliminando las estructuras intermedias que podrían haber limitado ese poder.
Nos encontramos así ante una irónica contradicción. Los revolucionarios querían crear una sociedad de individuos libres e iguales, pero al destruir los cuerpos intermedios, como las corporaciones locales, los gremios y la nobleza, acabaron aumentando la autoridad del gobierno central. El resultado fue una mayor dependencia de los ciudadanos hacia el Estado y un debilitamiento de los mecanismos de control que podrían haber limitado el poder del gobierno. Las levas obligatorias de todos los ciudadanos franceses, que a partir de ese momento fueron obligados a luchar en nombre del nuevo estado-nación, son sólo una muestra de ello.
En la conversación que Díaz Villanueva y Garín mantienen durante toda la obra, no se olvidan de destacar el carácter fuertemente ideológico que pronto adoptó el proceso revolucionario, influido por las ideas de la Ilustración y cuyo objetivo no era solo cambiar el sistema político, sino reformar por completo la sociedad. La revolución quería crear una nueva colectividad basada en principios racionales, eliminando cualquier vestigio del antiguo régimen. Este marcado marchamo ideológico fue en buena medida el responsable de la violencia y el radicalismo de la Revolución, alcanzando su cénit –tantas veces idealizado- en la criatura nacida del Comité de Salvación Pública, y que conocemos con el Gran Terror. Sólo un lustro después de que la Asamblea Nacional Constituyente aprobara la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en la que se decía consagrar los principios de libertad e igualdad del individuo, o el de presunción de inocencia, cerca de veinte mil cabezas fueron desprendidas de sus hombros a lo largo de toda Francia. La plaza de Grève convertida en un siniestro patíbulo, fuente de inspiración para las grandes purgas que estarían por venir en muchos otros países de todo el mundo.
Nos encontramos ante una breve obra más que disfrutable para quienes tengan al menos un somero conocimiento de los principales hechos y nombres propios que protagonizaron la revolución, y que recuerda que sus principales peligros no fueron solo los excesos de violencia y el radicalismo político, sino el hecho de que sentó las bases para un poder estatal centralizado y burocrático que podría amenazar la libertad individual.
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Fernando Díaz Villanueva y Alberto Garín, Contra la Revolución Francesa. Ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad. Madrid, HarperCollins Ibérica, 2024, 224 páginas.
Por lo que veo, los autores han pasado de alabar a la Iglesia católica y el concilio de Trento a criticar la Revolución francesa (que como todo proceso histórico tiene aspectos muy oscuros) y es que parece que casi dan a entender que mejor le habría ido a Francia seguir con sus reyes, sus nobles, etc.
Me parece curioso lo que eligen «defender» y «criticar» en sus libros. Y que pesados con la cantina del Estado malo. Me huele más a panfleto que otra cosa aunque caiga en el defecto de criticar sin leer (solo he bicheado en las redes).
Se trata de una obra breve y, como digo en la reseña, bastante disfrutable. Para una lectura amena y sin exigencias, es recomendable. Desde luego no lo calificaría de panfleto. En el otro libro a que te refieres tampoco se ensalza a la Iglesia Católica, más bien se pone en cuestión el verdadero alcance aperturista de la reforma protestante. Las redes pocas veces sirven para testar la realidad de las cosas…
Hojée el libro cuando salió y por curiosidad, pero ya supe que no es para mí: es una conversación entre dos no especialistas en el tema, muy para un público general. Para quienes no sepan absolutamente nada de la Revolución francesa, les puede acercar al tema de manera muy somera, aunque hay introducciones al tema (Vovelle, McPhee, Davies) mucho más útiles, la verdad. Más que panfleto diría que es un libro que peca del mismo defecto que critica: sesgo ideológico, pero viniendo de ambos autores era de esperar. La bibliografía, escueta pero bien seleccionada, servirá para que los lectores interesados puedan profundizar. Con el tiempo es de suponer que este libro no deje apenas huella.
Bueno, quien conozca al personaje (antiguo periodista de La Gaceta y reconvertido, hace tiempo, en podcaster y youtuber) ya sabe de qué pie cojea, y cuáles son sus filias y fobias. Por lo leído en la reseña, no parecen aportar nada nuevo sobre la Revolución Francesa; que los poderes de la Administración estatal aumentaron bajo los regímenes revolucionarios (sobre todo el napoleónico) es algo bien sabido por todos (aparece hasta en los manuales de derecho administrativo de más de 30 años), que a toda revolución le siguen las consabidas purgas entre diversos grupos revolucionarios también es algo conocido desde hace tiempo; ya Palmer y Colton lo comentaban en su manual de Historia Contemporánea de los años 70. Parece más bien una obra divulgativa generalista para su parroquia que algo de mayor enjundia. No lo critico, es algo que noto desde hace unos años para acá, la publicación de libros de Historia para las distintas hinchadas ideológicas que pululan por las Redes Sociales, desde Imperiofobia empieza a ser una moda bastante imitada.
No esperaba menos de «podcasters» y «Youtubers»… definitivamente es un panfleto, pésimamente estructurado y con una superficialidad analítica digna de un video de TikTok. Para acercarse de manera objetiva y erudita a la Revolución Francesa, nada mejor que «El nacimiento de un nuevo mundo» de Jeremy D. Popkin