EL CASTILLO – Luis Zueco
Es la de Luis Zueco, El Castillo, una novela que se enraíza en el subgénero, si tal subgénero existe, de las grandes empresas constructoras del Medievo; un subgénero que incluye a Los Pilares de la Tierra de Follet, El Número de Dios de Corral o La Catedral del Mar de Falcones y que bien podríamos remontar –valga la broma- a la construcción de la propia Torre de Babel y su relato literario en Génesis 11:2-4. Esta vez, sin embargo, la construcción no es de carácter religioso como en los casos anteriores, sino civil ―militar, más bien, aun cuando llegue a contener, en su desarrollo, estancias religiosas―. Luis Zueco hace erguirse ante nuestros ojos el, ahora, tan cinematográfico castillo de Loarre, una edificación muy hermosa que, por lo demás, resulta señera en el reino de Aragón y en todo el Románico europeo. Quizá sea ese el mejor mérito de la obra de Luis Zueco, pues la novela nos pasea de la mano a través de todo un siglo, el XI, desde el castrum inicial —ideado por Sancho III el Mayor como pieza integrada en su formidable línea defensiva, junto a Sos, Luesia, Biel, Agüero, Murillo, Secorún, Buil, Samitier, Monclús, etc.— hasta el nuevo castillo convento de Sancho Ramírez (I de Aragón y VI de Pamplona), describiendo los distintos replanteamiento de la fortaleza, así como las diversas técnicas constructivas empleadas. El autor reconvierte a Loarre así de lienzo de la muralla de Sancho Garcés en paradigma de los castillos-pueyo, nueva técnica usada en la Corona de Aragón para la toma de grandes ciudades, mediante el establecimiento de fortalezas de avanzada, construidas en altozano, las cuales permitirán la rapiña, la tala y la destrucción de los alrededores y el alfoz de la ciudad que se pretende tomar (Pueyo Sancho y Montearagón frente a Huesca, El Castellar o Juslibol ante Zaragoza o El Puig de la Cebolla sobre Valencia).
Volviendo, estrictamente, a la novela, todo comienza en unas tierras familiarmente muy queridas para mí: el castillo de Javier, a las puertas de la Valdonsella. Y desde allí se irán anudando las vidas de Eneca, hija del tenente de aquella fortaleza y heredera, también, de la vieja religión pagana, la del carpintero Juan y la de su hijo Fortún, ―verdadero protagonista y demiurgo del castillo de Loarre, quien todo lo aprenderá del último arquitecto lombardo y de su vitrubiano libro, objeto de deseo de conocimiento―, así como del perverso pastor Javierre, amigo de Fortún, pero devenido, más tarde, en procaz obispo prorromano, o de Ava, la arquera, espíritu libre, y carismática líder casi protoalmogávar, de aire un tanto bárbaro.
En resumidas cuentas, es un entretenido libro de aventuras con tintura histórica en el que se mezclan los asuntos personales de los protagonistas con las aventuras y desventuras de los avances y retrocesos constructivos del castillo, las guerras entre aragoneses y sarakustíes o las disputas políticas entre los distintos defensores de los ritos mozárabe y romano, justo en el quicio de la apertura del naciente reino a los aires europeos.
Desde el punto de vista de la acción dramática, no se contienen en la trama novedades ni giros especiales que puedan llamar poderosamente la atención y todo es, quizá, un tanto consabido, pero lo cierto es que se lee con agilidad, entretenimiento y agrado. También es verdad que los personajes son un poco monolíticos, por mucho que eso permita delimitar con claridad su función en el hilo narrativo, destacando, para mi gusto, la tenacidad de Fortún, cuyo hálito vital y empeño constructivo sostiene toda la novela, y, sobre todo, la personalidad del maestro lombardo quien, aunque muera pronto, ostenta la mayor variedad de matices de todo el dramatis personae.
Desde el punto de vista histórico he de reconocer que yo hubiera deseado que la Historia general de los reinos del norte hubiera impregnado más la novela, pero también me pesa un tanto el hecho de que mi excesivo puntillismo en ciertas materias me haya llevado a inquietarme más de lo debido con cuestiones de relativamente poca importancia. La pervivencia, en el fiel del milenio, de una suerte de antigua religión (prerromana y animista, es de suponer), sostenida por sacerdotisas quizá un tanto prescientes y naturalistas (betilos), así como la presencia de almogávares en tan tempranas fechas (¡con pinturas de guerra!) o la utilización, en ocasiones, de vestimenta civil y/o militar de uso más que discutible, al menos, para el siglo XI (sayas encordadas, pendones heráldicos, cervelleras, sobrevestes o perpuntes), o no usadas habitualmente en la Península (cimitarras), son un ejemplo de tales incertidumbres. Pero ninguna de estas cuestiones me parecen esenciales ni constituye óbice para disfrutar tranquilamente de las aventuras del maestro Fortún.
Es, pues, uno de los principales méritos de la novela —ya lo he dicho antes pero insisto nuevamente— el hacernos ver el paulatino desarrollo del castillo, desde la inicial y simple fortaleza lombarda con dos torres y entrada acodada, hasta la hermosa abadía fortificada del Románico pleno. De este modo, podemos enfrentarnos con el lombardo, primero, y con Fortún después, a los distintos problemas que el constructor ha de salvar para reconvertir el castrum a las nuevas necesidades “políticas” de cada momento histórico o a los intereses de cada monarca –Sancho III, Ramiro I o Sancho Ramírez—, así como vislumbrar las soluciones técnicas que, en cada caso, encuentra para ir añadiendo estancia sobre estancia y recinto sobre recinto al poco ambicioso proyecto original. Para interpretar la génesis y crecimiento de la fortaleza de forma adecuada, es bien recomendable leer la novela con algún plano cronográfico de plantas y unas cuantas vistas. Para ello, no puedo dejar de recomendar la web dedicada por Antonio García Omedes al propio castillo (http://www.castillodeloarre.org/), incluida dentro de su magnífico trabajo de conjunto sobre el Románico (http://www.romanicoaragones.com/).
En último término, y prescindiendo ya de cuestiones literarias o históricas, la obra de Luis Zueco abre la puerta de este castillo a todos sus posibles lectores y constituye una magnífica invitación a visitarlo para, desde cualquiera de sus torres o adarves, contemplar el paisaje de la Hoya de Huesca, pero también la Historia de aquel mundo con ojos románicos.
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Buen amigo Likine, da gusta leerte por estos lares. Entreveo que la trama que gira sobre la construcción del castillo y recinto amurallado te ha gustado más que las historias de los personajes que engloban la novela. Solo por ello y conociendo tu afición y conocimiento de la época, me basta, por lo menos,para picar mi curiosidad. Una duda, ¿a qué te refieres con las guerras entre aragoneses y sarakustíes? Enhorabuena por la reseña.
Gracias, Íñigo, aunque no me veo yo mucho en el papel de reseñador… Por lo demás, sí, tienes razón, me ha gustado mucho más la historia constructiva, dado que el verdadero protagonista del libro, a mi juicio, es el propio castillo; un castillo que deberías visitar cuanto antes si todavía no lo has hecho. Respecto a tu duda, yo me refería al duro enfrentamiento que, a todo lo largo del siglo onceno y una parte del siguiente, mantuvieron el reino de Aragón, desde Ramiro I hasta las tomas de Huesca, Zaragoza, Calatayud por el Batallador, y la taifa de los reyes tuyibíes, luego hudíes, cuya capital era la Medina Albaida Saraqusta. Lo que sucede es que, para este apelativo, a veces uso yo la “k” en vez de la “q”. Manías y defectos adquiridos que uno tiene…
Es la primera vez que comento una reseña y me da miedo no estar a la altura de tan expertos «comentadores».
El Castillo me parece una excelente novela, me acerqué a ella con recelo debido a que la anterior obra de Luis Zueco «El Escalón 33» me pareció correcta sin más, pero he de decir que este trabajo es excelso. Como bien comentas en la reseña el desarrollo de la fortaleza va dando una excepcional consistencia a la trama, con el añadido de ser una época que me entusiasma.
En definitiva queda patente que me gustó la novela y que en el próximo verano iré a tierra oscenses a conocer el paraje.
Saludos y enhorabuena por la reseña Likine.
Me alegra que te gustara El Castillo, Andrés, pero, sobre todo, ve a Loarre en cuanto te sea posible, entra en la capilla real, sube al mirador de la reina y recorre la fortaleza sillar a sillar; no te pesará
Gracias por la información y desde luego que sí tienes perfil de reseñador, no lo dudes.
Me gustó la reseña, Likine. Creo que es la primera que te leo. Me agradan los lectores que cazan errores de ambientación histórica y los reseñadores que comparten toques personales en sus textos. Los hace más humanos y menos técnicos. Un abrazo y seguiré pendiente de nuevas reseñas. Aunque reconozco que nunca he leído ninguna novela de éstas que llamas de subgénero de grandes constructores del medioevo. Lo intenté con Los pilares de la tierra pero no pude. Demasiado teledrama. Un saludo.
Es que es esta mi primera reseña, Caballero, y eso tiene que notarse a la fuerza. Yo sí leí, con esfuerzo, Los Pilares…, pero no me dejaron poso excesivo. En cuanto a las cuestiones de ambientación, tienen en este caso, por su entidad, poca relevancia realmente y menos aún si se ponen en relación con la cuestión estrictamente literaria, pero yo tengo por estos siglos una cierta debilidad y me llamaron más la atención por ese simple motivo personal.
Me ha encantado lo del «subgénero constructivista del medioevo». Es que es probable que sea cierta esta clasificación que estrenó con fortuna hace ya varios años el maestro Ken Follet, con su obra maestra «Los pilares de la Tierra». Esta muy lejos «El castillo» de Zueco de aquella catedral de Follet, no tan lejos, para su desgracia, de «La catedral del Mar» de Falcones. Sin embargo se deja leer, sin arrebato, pero se deja leer; que en estos tiempos de recuperación de libros y lectores con cartilla de racionamiento no es mala noticia. Lo mejor de la novela el relato de la construcción del castillo y la descripción del contexto histórico, amanecer de muchos reinos que llegarían a ser poderosos, mediodía de otros que se quedarían en mucho menos de lo que podrían haber sido, como el de Navarra. Lo peor sus personajes, encorsetarnos, previsibles, manidos, puros clichés, cuando no inverosímiles, como la arquera. Si no son ustedes muy exigentes, ni van buscando «gran literatura», esta novela les hará pasar buenos ratos. Por ponerles una vara de medir les daré una pista: los que al terminar de leer «La catedral del Mar» pensaron que habían leído un «novelón» disfrutarán como cochinos en charca con «El castillo» de Zueco, porque esta es mejor. Para los que dejaron el listón en «Los pilares» de Follet solo les auguro «llanto y crujir de dientes». Los milagros solo ocurren una vez, los lectores estamos casi siempre condenados a «caminar por cañadas oscuras». Hasta que de vez en cuando nos topamos con un «luminoso grial». Lamentablemente puedo asegurarles que «El castillo» no es el caso.
Creo, Victorius, que tus opiniones son más extremadas que las mías, salvo en lo que se refiere a La Catedral…. Yo no pude más que leer el capítulo inicial que la editorial tuvo la gentileza de mandarme y, desde luego, con el ius primae noctis inicial ya tuve suficiente, por no citar cuestiones históricas de detalle ya en ese simple capítulo. Por lo tanto, creo que El Castillo está mucho mas cerca de Los Pilares… que de Santa María del Mar. Quizá también sea así porque no tengo tan valorada la novela de Follet como tú. Pero, claro, «para gustos, los colores».
Con tanto hablar de fortalezas y castillos me habeis recordado la magnética y espléndida «Bomarzo» de Mújica Laínez – la fortaleza y su Sacro Bosque son los verdaderos protagonistas de la obra – y el inicio de la más comercial «Victus» de Albert Sánchez Piñol cuando el protagonista, Martí Zubiría, aprende el oficio en un castillo francés.
Saludos y felicidades por la reseña Likine.
Gracias, josé Sebastián. Tengo pendiente a Bomarzo, aunque no es época que me encandile; quizá sea por eso mismo que está pendiente. Su El Escarabajo me gustó bastante, sin embargo. Victus no lo conocía. Indagaré
Felicidades por tu primera reseña, Likine. Que sea la primera de muchas.
Yo no estoy muy animada con esta época ni con este recién bautizado subgénero, pero te puedo garantizar que si algún día decido leer esta novela te agradeceré infinitamente el enlace que nos has facilitado. Deduzco que no se les ha ocurrido a los de la editorial facilitar un plano, un esquema o algo similar sobre el castillo de Loarre. Parece mentira que no se den cuenta de la falta que hace, con algunas lecturas, documentación de apoyo como mapas, planos, etc. Buena idea la tuya, y felicidades otra vez.
Gracías, domina Valeria, no dejes de visitar esa web. Es muy útil y solo para este castillo. Por lo demás, cuanto dices es cierto. Aún recuerdo como hice el canelo con El Nombre de la Rosa. Me entretuve en dibujar el laberinto durante toda una tarde, hasta que volví página y supe cuanto tiempo había dilapidado… Es conveniente incluir planos en estos casos, pero también el ¡avisar de que se han incluido!
Disfrutarán como cochinos en charca… :P Nunca había escuchado esta chistosa expresión. Tomo nota para cuando haga falta. :)
Es una expresión muy hispana, Caballero.Y chistosa, sin duda.
En mi zona geográfica se utiliza la expresión en valenciano/catalán: «Xalaràn com a gorrinos».
Saludos
El equivalente en Chile viene a ser: “Pasárselo como chancho en barro”. ;-)
Gracias por leer mi novela y por la reseña Likine, sobretodo leyendo que comentas que es la primera. Veo que conoces y te gusta la época, lo cual todavía me agrada más. En los comentarios decís que convendría un mapa de Loarre, creo que tenéis razón, así que ya le he trasladado la idea a la editorial por si sale la quinta edición poder añadirlo, en el ebook lo harán de inmediato. Nos habíamos centrado más en los mapas de los reinos, que en Loarre, por uso no había plano. Gracias a todos por vuestros comentarios e interés. Luis Zueco
Ha sido un placer leerla, Luis, como también lo fue leer Tierra sin rey. Espero ya la siguiente y hago cábalas sobre qué etapa, suceso o hito de la Historia del Reino y/o Corona eliges. En cuanto a lo del plano convengo en que es una muy buena y útil idea, pero sería bueno que en tal plano se pudieran diferenciar las distintas etapas constructivas del castillo.
Efectivamente el plano debe diferenciar las distintas etapas constructivas, ya lo tengo preparado. Sobre la próxima novela, no puedo avanzar mucho, pero será a finales del siglo XIII.
Estupenda reseña, Likine. Espero que sigan muchas más, es un placer leerte. Respecto a la novela, aún no ha caído, pero espero que sea pronto. He leído otras cosas del autor y lo que leí me gustó mucho. Sigo esperando verlo pronto en papel.
Muchas gracias, dama Nausícaa, mi muy estimada princesa feacia.
Límite, me llena de orgullo y satisfacción de que coincidamos en la clasificación de «bono basura» de La catedral del Mar. Era infumable, por mucho que haya sido un éxito editorial. Que lo fue. Insisto, la novela de Zueco es mucho mejor que nuestra vilipendiada obra de Falcones. Mi top personal en este tipo de novelas es Los Pilares de Follet, que creó un subgénero y una tendencia. En mi subjetiva y siempre extremada opinión, la de Zueco, siendo interesante y digna, se queda lejos de mi estricto e intransigente Olimpo personal.
¡Oh, nunca me habían llamado Límite, pero no queda mal, Victorius! En cualquier caso, parece que solo estamos bien concordes en La Catedral. En las otras dos diferimos por algunos grados. La de Luis Zueco me pareció, en conjunto, más que digna y la de Ken Follet no la ví tan brillante, aunque dentro del pretendido subgénero lleva la delantera. Quizá Follet profundiza en personajes y sociedad, lo que Zueco profundiza en la historia constructiva.
Lo de «Límite» ponlo en el haber del corrector, mis disculpas, estimado Likine. Estamos de acuerdo en lo básico, las desviaciones en grados son las lógicas de nuestra propia subjetividad. Y ya que estamos por aquí, quiero aprovechar esta víspera para desearos a todos una feliz Navidad, para los que no estáis en el rollo de la Navidad, salud, para los que estáis por las últimas tendencias, feliz solsticio de invierno. Y para todos, que el 2016 os traiga los mejores libros y las mejores historias que se esconden entre sus páginas.
Es una gran reseña. Comencé a leer los Pilares de la Tierra, pero aún no he podido terminarlos por falta de tiempo. Tal y como describes el libro parece bastante bueno. Tendré que darle una oportunidad. Saludos.
Gracias, Luna. No dudes en darle esa oportunidad si tienes la ocasión.
EL CASTILLO – Luis Zueco.
Acabé la novela hace un mes, me gustó en su totalidad pero (por decir algo menos bueno) me pareció extremadamente lenta hasta la mitad del libro. Tarda demasiado en plantear toda la trama compensado por la segunda parte de la novela. La ambientación está muy conseguida, lo cual habla bien de la documentación previa, y en global mi nota sería un 7 sobre 10.
Ayer empecé LA CIUDAD ya os contaré.
Me alegra que te gustara el libro en su totalidad, Andrs13. Ya nos contarás, en todo caso, sobre La Ciudad. Yo no la he leído todavía, pero es de reconocer que el paisaje, Albarracín, es un gran marco para una historia.
Acabada «La Ciudad».
Nota 8,5/10.
Esta novela de Zueco ha mejorado (desde mi punto de vista, siempre) a «El Castillo», narración más dinámica con la ambientación habitual en este autor. Puede parecer en las últimas páginas del libro que se precipita la acción pero no es así, todo tiene su motivo.
En definitiva (esto de escribir no es lo mío), brutal novela muy recomendable como regalo para estas fiestas. Ahora a esperar la próxima.
Un saludo y a segur así don Luis.
Gracias por la información, Andrs13, la tendremos en cuenta para echarle un ojo a la novela sobre la preciosa y tantas veces asediada ciudad de Albarracín.
Muchas gracias Andrs13 por leer tan rápido «La ciudad» y por tus comentarios, me alegro de que te haya gustado más que «El castillo», la trama es muy distinta, la idea es ir siempre aprendiendo y que cada novela sea un poco mejor que la anterior.
Un saludo
Luis Zueco