EL ESPEJO DEL MAR – Joseph Conrad
Abordar una obra de Joseph Conrad es algo siempre harto complicado. Estamos hablando de un personaje ambiguo, de origen mestizo entre la Europa más progresista de su tiempo, Inglaterra (su país de adopción) con el este menos avanzado y tradicional, su Polonia natal. A ello hay que sumarle la extravagante contraposición de un hombre capaz de luchar contra los elementos en la soledad de alta mar, el medio más hostil que nadie pueda imaginar, con la muy a menudo elitista (por no decir snob) vida de un autor literario. Tan difícil cohesión muy a menudo fue llevada a cabo en su cabina de a bordo, pues es bien conocido que el señor Conrad vivió largos años enfrascado en el negocio náutico. Sí, porque a diferencia de otros autores, cuya relación laboral con el mar fue más bien circunstancial, o sino enmarcada en un período limitado de tiempo (véase el caso de Melville, Stevenson, London o el mismo Conan Doyle), el caso de Conrad es una relación de por vida. Sin lugar a dudas, pues, casi se puede afirmar que éste es el autor marino por excelencia (con el permiso del ilustrísimo Don Arturo Pérez-Reverte y de sus paseítos por el mediterráneo con su balandra…).
La desigual producción del señor Conrad se mueve por diferentes terrenos, tales como una ficción muy próxima a las historias que tan bien conocía en su propia carne (Lord Jim, Nostromo, etc.), como en el propio ensayo o análisis de la realidad náutica de su tiempo. Y en este segundo bloque se enmarca El espejo del mar, quizás la obra más puramente conradiana. Sí, es cierto que Conrad se permitió analizar pragmáticamente la realidad que lo envolvía, siendo harto conocido su implacable análisis crítico de los sucesos del Titanic, pero en este caso parece dejarse llevar por la más pura e ingenua emoción, y el resultado es realmente magistral, alejado del pragmatismo, mucho más próximo a un romanticismo nostálgico del buen hacer marino de antaño. Sí, porque aunque Conrad nos hable de la realidad de su tiempo y no pretenda elaborar un ejercicio de recreación histórica, en este trabajo podemos recabar amplia documentación de cómo era y se llevaba a cabo el trabajo a bordo de un barco velero, en tiempos en que éstos veíanse ya totalmente desplazados por los buques de vapor.
Medio atrincherado en un lenguaje abigarrado y poco académico, algo en lo que quizás también contribuyó su reconocido poliglotismo, el libro va desgranando uno por uno todos los procedimientos, quehaceres y claroscuros propios del negocio marino. El libro se abre con el capítulo «partidas y recaladas», sobre la simple labor de acondicionar un buque para marchar de ruta y del siempre esperado regreso. En breves párrafos, el lector en seguida se ve inmerso en ello, cual partícipe casi directo del negocio, empatizando completamente con la enjundiosa mente del propio Conrad.
Sus más que detalladas y minuciosas descripciones procedimentales tienen mucho del hacer marinero de su tiempo. Entre líneas, podemos leer a un carácter casi monolítico, algo costumbrista o supersticioso incluso, tal como era de esperar en los hombres de mar de su tiempo. En los siguientes capítulos, las vivencias personales van y vienen sin un orden coherente o un hilo argumental definido. Diferentes temas van saliendo al pairo, cual si fueran apareciendo lentamente en una larga conversación en la tasca portuaria más oscura y encantadora de un sucio serrallo, a hora intempestiva y bajo una profusa ración de grog.
Especial hincapié recae sobre determinados temas de índole geográfica. Un capítulo completo dedicado a los vientos del Oeste es algo realmente extraordinario en la historia de la literatura, la verdad. Pero es sumamente magistral, una disertación sobre la importancia del hombre de adaptarse a las circunstancias, y no al revés, como la ciencia ha ido imponiendo paulatinamente en un negocio como el náutico. De ahí puede tal vez especularse sobre la pasión que Conrad sentía por el barco velero, su auténtico amor, en deferencia con los ya muy extendidos vapores en aquellos tiempos.
Así transcurren páginas y más páginas en su casi poético lenguaje, traducido por el siempre brillante Javier Marías, cuya labor es reconocida en el mundo editorial por lo muy exhaustivo de su trabajo. No en balde, la traducción de textos de Conrad es siempre una tarea complicada de llevar a cabo (tal como Santiago Posteguillo nos aseguró en su charla, en las jornadas de Cornellá, esta primavera), por lo abigarrado del lenguaje de este autor.
Una obra, pues, tal vez destinada sólo a aquellos amantes del mar que, de un modo u otro, esperan algo más que simples recreaciones de pomposas batallitas navales, travesías imposibles luchando contra los elementos, grandilocuentes almirantes ejecutando gestas militares a bordo de sus navíos… Algo más, mucho más, ofrecen estas páginas. Puedo decir con orgullo o vergüenza que El espejo del mar es como mi libro de cabecera, cuya relectura cada cierto tiempo me resulta del todo obligada.
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Estupenda reseña, Horus-Chan, y bienvenido al club de los conradianos. Justamente hace unas semanas he leído por vez primera (aunque parezca mentira) este libro, que llevaba buscando hace tiempo y que conseguí casualmente hace un mes o así. Era y creo que es el único que me faltaba por leer de Conrad.
La edición es espléndida, y el autor nos abre su corazón de marino en estos textos. Incluye bastantes fotografías, tanto de Conrad como de sus barcos, lo cual es muy de agradecer.
No creo que se pueda considerar como «ambiguo» a Conrad, como dices al principio. Más bien, contradictorio. Conrad vivió toda su existencia en una pura contradicción: era de tierra adentro, pero pasó veinte años en el mar. Llevaba el mar en el alma pero se instaló en tierra. Escribía en inglés mientras pensaba en polaco. Amaba la vida tranquila y regulada, pero se mudó incontables veces de casa…
Un botón de muestra: «Después de todo, el arte de gobernar barcos tal vez sea más bello que el de manejar hombres»
El espejo del mar es un libro irregular, muy irregular, pero que contiene datos y emociones que no solo los conradianos, sino cualquiera que ame la vida marinera apreciará. El capítulo dedicado a los vientos casi diría que es metafísico. Homérico, diría.
Enhorabuena, repito, por este espléndido recordatorio de un grandísimo escritor y marino.
Un personaje tan apasionante como Joseph Conrad y una editorial tan exquisita como Reino de Redonda suponen un maridaje perfecto para una gran obra. Tu estupenda reseña, Horus Chan, y la magnífica aportación de Ariodante – felicidades a ambos – añaden una obra más a mis libros pendientes de lectura.
Saludos.
Enhorabuena por la reseña! Justo me acabo de comprar los libros de Dudley Pope (estaban a 5 euros cada uno en el Corte Inglés en Gran Canaria) tras acabar la serie de Patrick O’brian. No obstante podnré éste tb en la cola, para intercalarlo ;)
PD: ¿Alguien me podría recomendar una librería en Madrid capital (que se pueda ir en Metro)para encontrar el libro «Fuego Persa» de Tom Holland? Es que en todos lados me dicen que está descatalogado, y ya que el miércoles estoy en la capital del Reino quería probar en alguna de «viejos» o de segunda mano.
Muchas gracias
Felicidades para Horus Chan por esta recomendación tan oportuna como lectura de verano.
La verdad es que reactualizar a los clásicos es siempre encomiable; hacerlo desde el aprecio, más. Sólo una pregunta: ¿te parece oportuna para un adolescente? En tu opinión ¿resultaría atractiva?
Gracias y un saludo de gratitud.
No sé lo que pensará Horus Chan, pero en mi opinión, hay cosas más apropiadas para un adolescente, antes que Conrad. Y dentro de la obra de Conrad, antes le recomendaría Tifón, o Con la soga al cuello, que son narraciones más cortas y más asequibles para un joven.
Magnífica y muy inspirada reseña, Horus-Chan, y vaya que no se merecía menos un libro tan estupendo como este. Es una obra hecha de materiales muy diversos, entre testimonial e impresionista y escrito a corazón abierto, en que las experiencias del viejo marino y las imágenes marineras vienen a ser una metáfora de la vida misma. Precisamente por esto es que me permito disentir contigo en un punto, uno solo. Pienso que, justo porque las páginas del libro ofrecen mucho más que escenas o circunstancias como las que has referido en el ultimo párrafo –batallas y demás-, El espejo del mar es o debería ser lectura obligada para todo amante de la buena literatura. No niego que los amantes del mar y la navegación lo disfrutarán mejor, pero su significado trasciende las fronteras del quehacer marinero: ya ves tú, ese maravilloso capítulo sobre los vientos, preñado de poderoso simbolismo; o aquel otro sobre el Mediterráneo, genuina reflexión sobre los orígenes de la civilización… No es la menor de las recomendaciones el que, como se encarga de enfatizar Benet en el prólogo, el libro sea una de las cumbres estilísticas de Conrad; incluso puede que sea su obra mejor escrita.
Con respecto a la consulta de Rosalía, secundo a Ariodante. Este es un libro que se disfruta mejor con un cierto bagaje vital a la espalda, mejor si es con una buena dosis de experiencia lectora. A las recomendaciones de Ario yo añadiría La línea de sombra, El negro del Narcissus y cualquiera de las recopilaciones de relatos.
Saludos.
Me alegro mucho Horus Chan que te hayas decidido por un autor como Conrad para tu primera reseña. Creo que es la primera ¿No? Eres valiente, no es nada fácil tomar a un escritor tan conocido para los amantes del mar como es Joseph Conrad.
Buena reseña Horus, de un libro, al parecer entrañable y muy interesante tanto del punto de vista literario como del marinero.
Gracias, Ariorante y Rodrigo por vuestras respuestas.
No creáis que mis reiteradas consultas por la idoneidad de las recomendaciones hislibreñas para los adolescendes obedece a un motivo puramente personal (mi hijo rebasó la adolescencia hace mucho), es que a veces tengo que regalar o indicar alguna lectura a chavales de 16-18 años y procuro que sean novelas clásicas y/o históricas preferentemente con reseña vuestra…
Nobilísima alternativa, un buen libro como regalo.
Me parece que Horus se ha ido a dejarse besar por las olas, directamente inspirado por su libro de cabecera.
Jaja, sí, Valeria, parece que se ha ido de vacaciones. Quizás ni ha visto su reseña publicada. A veces pasa, porque no te suelen llegar avisos hasta que no marcas la suscripción.
El caso es, Akawi, que también a mí me parece que es la primera reseña de Horus. Si es así, ¡Bienvenido al club de los reseñadores! Y ciertamente que ha elegido a un autor y un libro que algunos considerarían como «difícil».
Rosalía, ya imaginaba que no preguntabas eso pensando en tu hijo, que ya está crecido. Pero es cierto que hay que informarse antes, pues no toda lectura es propia o atractiva para un adolescente. Hay un clásico francés que ha acompañado los sueños y las tardes lectoras de muchísimos adolescentes galos, «El Gran Meaulnes», de Alain Fournier. Claro que actualmente prefieren cosas más sangrientas y escatológicas, pero en fin…
Pues tengo entendido que Marias y APR son amigachos.
Horus, si alguien «garlomelatico» tuviese por huevos que leerse un libro de barquetes y mares una vez en su vida, imagino que tendría que elejir a mi entender entre Hemingway, London o Conrad. Como yo soy de esos (garlomelatico) y a la vez amigo tuyo, cuando me decida a hacerlo estate seguro de que me inclinaré tu libro de cabecera.
Gran analisis Del espejo del mar. Gracias Horus.
No sé si London es un autor de «barquetes y mares», precisamente…Yo lo calificaría más bien de aventuras en general.
Y Hemingway….creo que lo único que tiene es El viejo y el mar, así que calificarlo de autor de barquetes…me parece exagerar un pelín. Otra cosa es que a Hemingway le gustaba embarcarse. Pero esa es otra historia. También le gustaban los toros y la caza mayor.
Hay otros muchos: Stevenson, por ejemplo, Melville, el Capitán Marryatt,…y mejor no sigo. Conrad creo que es el autor marinero por excelencia.
Aviso a navegantes: el hislibreño Horus ha reseñado con anterioridad «En mares salvajes» de Javier Reverte, reseña cuyo enlace no pongo para que no me moderen pero que se puede releer con gusto.
Yo, en mi etapa de adolescente estaba enganchado a dos personajes muy «marineros»: «Sandokan» y «El Corsario de Hierro», ambos nacidos de la fértil pluma de Emilio Salgari. Por cierto, se acaba de publicar en España «El último viaje del Capitán Salgari» (editorial Atico de los Libros) del periodista italiano Ernesto Ferrero, y que comentan es la mejor biografía publicada hasta hoy de Salgari.
Por cierto, también seguía las andanzas de otro marino insigne, «El Corsario de Hierro» del prolífico Victor Mora, autor de «El Capitán Trueno» (+ de secano aunque también se hacía sus «viajes» por mar para ver a su eterna novia Sigrid en Escandinavia).
Y, por cierto, Ariodante, al genial e irrepetible Hemingway también le gustaban mucho las mujeres y la bebida.
Saludos a todos.
Gracias por la reseña.
He de reconocer que lo leí con 12 o 13 años y no he vuelto a cogerlo. Me pareció enfarragoso. Tampoco sabía lo que iba a encontrarme. No es la forma correcta de acercarse a Conrad, creo.
Es más, he leído poco de Conrad debido a esto pese a mi amor por el mar. Estas cosas marcan sobre lo que alguien ha comentado del bagaje lector. Tengo varias de sus obras en mi biblioteca pero siempre quedan en la montaña de pendientes. Los guardo para el futuro.
Quizá si un día tengo mi barquito (que dudo completamente), me los lleve a alta mar y, sentado en el bauprés, los disfrute más.
un saludo.
Disculpad que en la reseña anterior haya abusado tanto del «por cierto», me ha quedado fatal.
Aprovecho para comentar que acabo de adquirir por internet «El espejo del Mar» y «El Corazón de las tinieblas». Tanto hablar de Conrad…
¡¡que fantástica reseña!!. Gracias Horus
Bueno Ariodante, lo que está claro es que con Horus comparto cierta guasa que quizá alguien pueda confundir peyorativamente.
Y me mantengo en mis trece ya que como dice el mismo reseñador; aunque sea «circustancial» la relación de London con el mar es mitica.
Pdta.
Melville vale, pero Stevensón tiene «UNA» novela de mar más que Hemingway.
Je, je, je…
Gracias por la reseña Horus Chan, tomo nota. Lo de Javier María y su Reino de Redonda es una gozada. Ahora mismo, tengo delante de mí su edición de Vida de este capitán, de Alonso de Contreras. Una joya.
Hola, muy buenas a todos (de nuevo). En primer lugar, lo primero de todo, daros las gracias a todos, por animar los comentarios de la reseña sin estar por ahí su propio autor. Gracias, de verdad.
La verdad es que es cierto, he estado dos semanas de vacaciones fuera, (a escasos 50 metros del mar…) sin conexión a internet, así que ni siquiera me enteré de la publicación de esta reseña. Ahora, al regreso, la he visto y me he emocionao…
Como Valeria ya escribió por aquí, esta es la segunda reseña de mi autoría que se publica. Tengo alguna más enviada, y estos quince días me han servido (entre otras cosas) para redactar un par más que en breve enviaré.
Ariodante: respecto a lo del concepto «ambigüo», tienes razón, a Conrad le sienta mucho mejor el que propones, contradictorio. Porque ambigüo parece querer denotar falta de pasión, o falta de empeño. Contradictorio denota una especie de lucha interna. ;-)
Lantaquet: Si algún día tienes ocasión, échale un vistazo a esta obra, pues no es para nada una «garlometada» de esas tipo O’Brian o Pope. Es una reflexión continua, una delícia que nos ofrece la oportunidad de meternos en los pensamientos internos de un autor, en este caso, con el mar de telón de fondo. Respecto a lo de London: no es un autor naval, sino de aventuras, como decía Ariodante, pero la diferencia con muchos otros autores de aventuras es que él sí sabía de lo que estaba hablando.
Rosalía: las recomendaciones que te han hecho son buenas. Tifón y La línea de sombra, por ejemplo, son muy breves y asequibles. Aunque Conrad nunca es demasiado fácil de encarar. Si es adolescente y no ha leído La Isla del Tesoro, esa es una muy buena opción. Llamadme típico y tópico, pero es un éxito seguro.
Valeria, Rodrigo, Demócrito, Atenea, Endeavour, Akawi, José Sebastian, Hagakure y no sé si me dejo a alguien; a todos, muchas gracias.
Buenas tardes a todos.
Sublime lectura, Horus – Chan. Aproveché mis vacaciones en Menorca para «sumergirme» en la prosa poderosa de Conrad. Literatura con mayúsculas. Realmente una lectura imprescindible.
Muchas gracias por la recomendación.
Muchas gracias a ti, José Sebastián. Siempre es una buena noticia hallar otro Conradiano. Espero que este verano hayas disfrutado como dices imbuyéndote en la lectura de este gran autor náutico.