EL MURMULLO DEL AGUA. FUENTES, JARDINES Y DIVINIDADES ACUÁTICAS – María Belmonte

A María Belmonte ya la había leído en su anterior trabajo titulado En tierra de Dionisio. Vagabundeos por el norte de Grecia, que se sumó a sus libros ya publicados en la editorial Acantilado años antes, Peregrinos de la la belleza y Los senderos del mar. Su narrativa transcurre entre una ligera profundización histórica realizada sobre el tema elegido y sus propias experiencias viajeras en las que ha visitado geografías y lugares relacionadas directamente con lo contado en el libro en cuestión. Lo interesante de sus obras es la fusión narrativa construida entre la cierta divulgación histórica que aporta en sus páginas y los sentimientos personales experimentados en su visita a las localizaciones integradas en sus textos y estudios compartidos. Estos factores hacen que sus libros se conviertan en un entretenido acercamiento accesible, cercano y muy agradable a los temas y lugares tratados.

Sin embargo, en esta ocasión que nos ocupa, María cambia un tanto la estructura y objeto de su libro aquí comentado. Me refiero a que en vez de localizar el tema central que ocupa su obra, en base a una localización geográfica o a un trayecto viajero disfrutado en algún lugar de Europa, el nexo de unión que lo cimenta es una temática unívoca y especialmente evocadora. Me refiero al elemento del agua y su presencia, significado y utilización, como objeto instrumentalizado por las civilizaciones a lo largo de la historia, en base a su relación primigenia con las divinidades y la religión y, particularmente, su especial presencia y significado en distintos periodos de la historia en Europa. Particularmente, el objetivo de la autora se centra en las antiguas Grecia y Roma, así como en el ámbito del Renacimiento y el Barroco, ambos en su espectro básicamente italiano.

Tras un corto capítulo de introducción, la autora explica el porqué de este libro y, sobre todo, presencia de la esencia creadora del agua como pilar inherente a las religiones, donde este elemento fluye como nexo primigenio de la vida. Los sentidos se imbuyen de su frescor, de su rumor producido, de su transparencia y de su misterio inherentes a algo tan esencial para la supervivencia humana. En este particular viaje temático e histórico, esta viajera incansable muestra, en su segundo capítulo, la presencia del agua ligada en Grecia al particular universo de los manantiales, las cuevas y los pozos en los que las ninfas, esos no tan adorables seres mitológicos, ocupan el imaginario de un misterioso y sensual universo evocado por Homero, Ovidio, Sócrates o Píndaro, entre otros. Un salto en el tiempo nos traslada a Roma como civilización y como precursora de la ingeniería y arquitectura que, en aras de ver consolidado su poder y, especialmente, su aumento de población en la grandes urbes, apuesta por el control, y dominio del agua. Y lo hace en base a dos factores principales. Por un lado, las grandes construcciones acuíferas como acueductos, alcantarillado y las termas y baños de la gran Roma. Por otro, en aquel propósito tan propio de los romanos por utilizar el agua como elemento decorativo y objeto de admiración, dando como resultado espectaculares fuentes ornamentales y jardines localizados en las casas de campo y palacios de grandes señores y emperadores, más propicios para mostrar su poder y crear su propio escenario místico dentro de su propiedades.

El tercer capítulo la autora se sumerge en el Renacimiento, y lo hace desligándose en su inicio, del objeto del libro, para mostrar al lector una introducción al periodo, bajo la larga sombra de Petrarca, en un itinerario que marca la búsqueda de manuscritos clásicos y la presencia de la Academia Platónica en Florencia, algo que, desde mi punto de vista, desvía la atención durante una serie de páginas de manera innecesaria, del vínculo del agua en la obra . Menos mal que al poco la autora recupera el camino emprendido, para iniciarnos en la presencia de lo que ella denomina como los jardines esotéricos y oníricos del Renacimiento como símbolos de la armonía de la creación, la vida y la purificación del alma más clásicas, cuyo principal protagonista es el agua. Un pequeño apunte sobre algunas villas renacentistas y la importante presencia de Hipólito de Este cierran, el que para mí, es el capítulo más irregular del libro.

Y por fin llegamos al Barroco, un capítulo lleno del esplendor constructivo y magnífico de la Roma barroca salida de la mente y el ingenio de, entre otros,  Bernini y Borromini, ambos genios en su cometido y enemigos declarados. La Roma de los Papas apostó por la generación y construcción de fuentes ornamentales, convirtiendo sus encargos arquitectónicos y escultóricos en claras metáforas de su poder terrenal. Es aquí donde María Belmonte, la viajera incombustible, nos seduce con sus paseos por la historia de las calles y plazas romanas, en un acicate por visitar o regresar a la bella Roma, acompañada de la historia y vivencias de algunos proyectos relacionados con el agua, como la Piazza Navona o la Fontana de Trevi, entre otros. En este caso, la autora va más allá, señalando al lector iglesias, museos y lugares en el que uno puede desfallecer ante la grandiosidad y belleza del Barroco, aún a riesgo, de nuevo, de salirse del camino común del pretexto de este libro, es decir, el agua como protagonista. Quizás éste sea el hándicap de un libro lleno de pequeñas historias, grandes biografías, lugares extraordinarios y, como no podía ser de otra manera, las propias sentidas experiencias de la autora, con las que yo, particularmente, disfruto. En su heterodoxia y multi disciplina, es cierto que María Belmonte se dispersa en su propuesta pero, también es verdad, que se traslada al texto pasión y amor por lo que cuenta, por lo que de nuevo, la experiencia lectora, a mí personalmente, me ha valido la pena.

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María Belmonte, El murmullo del agua. Fuentes, jardines y divinidades acuáticas. Editorial Acantilado, 2024, 195 páginas.

     

2 comentarios en “EL MURMULLO DEL AGUA. FUENTES, JARDINES Y DIVINIDADES ACUÁTICAS – María Belmonte

  1. Balbo dice:

    El ruido del agua al caer, su murmullo, el frescor de sus jardines… todo en conjunto hace que el espíritu humano se eleve hacia la tranquilidad y trascienda a lo más alto. Por ejemplo, cuando visito cualquier palacio o jardín musulmán, me encanta sentarme al lado de una pequeña fuente y cerrar los ojos para zambullirme en el rumor y frescor de sus fuentes. Esa sensación es impagable. Es por eso que estos lugares son míticos, cercano a los dioses y a la belleza pura. El libro que también nos has reseñado lo he visto alguna vez en alguna librería y tengo ganas (más ganas) de leerlo y de hundirme en sus frescas páginas. Gracias por la reseña ;-)

    1. Iñigo dice:

      Me gusta como escribe María Belmonte, más por los sentimientos trasladados a sus páginas que por el fondo de lo que cuenta. Pero siempre se lee con gusto, sin más exigencias ni retos.

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