EL REICH DE LOS MIL AÑOS – Jesús Hernández
Hará unas semanas, para un sucedáneo de entrevista que no viene a cuento, me preguntaron qué me molestaba de un autor o de un libro, y respondí que me tomara el pelo. Que prometiera y luego no cumpliera, que te llevara al huerto sin pasar por vicaría (en el sentido figuradamente literario de la palabra…), que te vendiera la moto, que te diera gato por liebre. Estamos acostumbrados ya a autores y libros que acaban demostrándose ser un fraude, tanto por el modo de narrar una novela, de relatar un ensayo o, simplemente, de contar una historia. Se podría uno preguntar si Jesús Hernández es de esos autores, pero como desde luego podemos decir que tampoco cumple. O, si cumple, no es lo que prometió cumplir. Igual tenemos un problema de interpretación semántica.
En una entrevista reciente, Jesús Hernández decía, en referencia a El Reich de los Mil Años (La Esfera de los Libros, 2010), el libro que aquí reseñamos: «la gracia del libro es que es arriesgado, muy arriesgado incluso. Creo que de libros previsibles están las librerías llenas. He querido hacer algo diferente, novedoso, un enfoque del nazismo distinto al habitual y, naturalmente, eso implica un claro riesgo de que sea malinterpretado». No sé a qué se referirá con lo de «novedoso», de hecho lo sigo buscando en este libro. Pero vayamos por partes.
Sea dicho de entrada que nos encontramos con un libro ameno, muy ameno. En algunos capítulos, tremendamente ameno. ¿De qué va este libro? Según el autor:
«Al aproximarnos al nazismo debemos seguir el consejo del historiador Martin Broszat de no estudiar la historia “desde atrás”. Para comprender una época histórica, es necesario retrotraerse al momento en el que todo ocurrió y estudiarla “hacia delante”, en las mismas condiciones que los que la vivieron. Por tanto, en el caso de este libro el lector no asistirá a la inmolación del pueblo alemán desde las alturas, sino que descenderá para entremezclarse con él. Éste es el objetivo de este libro: transmitir al lector las sensaciones que experimentaron los alemanes en aquella época convulsa» (pp. 17-18).
Bien, podemos decir para empezar que no estamos ante una historia del Tercer Reich (del Reich a secas, como decían los alemanes del período), ni de lejos. Desengáñese el lector desde ya mismo, destine sus esfuerzos a buscar otras lecturas para ese propósito; por ejemplo, La Alemania nazi de Álvaro Lozano (Marcial Pons, 2008) como excelente introducción seria al tema, o los magníficos estudios de Michael Burleigh (El Tercer Reich. Una historia total, Taurus, 2002) y Richard J. Evans (La llegada del Tercer Reich y El Tercer Reich en el poder, Península, 2005 y 2007 respectivamente) como lecturas ya más especializadas. Porque lo que pretende Jesús Hernández, a pesar del título de su libro, es:
«A través de la lectura de estas páginas, presenciará ilusionado la inauguración de la red de autopistas que asombraría al mundo, participará en los cruceros turísticos para los trabajadores, será espectador de lujo de los extraordinarios Juegos Olímpicos de Berlín o se quedará con la boca abierta ante los espectaculares congresos del partido en Núremberg» (p. 18).
Sí, de eso va el libro, grosso modo. A pesar de que el autor diga que «quiere apostar por un nuevo enfoque, mucho más modesto en sus pretensiones [que otros investigadores], aunque quizá más útil para entender lo que ocurrió: trasladar al lector a aquella época, como en una máquina del tiempo, para que sea él mismo el que se encargue de extraer sus propias conclusiones» (p. 20). Sigo sin ver ese enfoque «novedoso» en un libro dividido en tres partes –«La revolución nazi», «El Tercer Reich, en su apogeo» y «El camino hacia el abismo»–, la última de las cuales no deja de ser un refrito resumen amplio sobre Alemania en la Segunda Guerras Mundial. Pero centrémonos en las dos primeras partes.
Tras terminar el libro me pregunté a qué se refiere Jesús Hernández con lo de la «revolución nazi». Está claro que no es el modo en que los nazis cambiaron la estructura del Estado por la de un partido, ni lo es el cambio ideológico que representaba la asunción de una nación racial en contraposición a una nación «nacional», valga la redundancia. Tampoco lo es el acceso al poder, el modo en que los nazis, ya desde el 30 de enero de 1933, iniciaron el proceso que, el racismo mediante, llevó a las cámaras de gas de Auschwitz. No, no parece que sean temas que al autor le interesen, o al menos se llega a esa deducción por el hecho de que no los plantea. No, la «revolución nazi» es el Primero de Mayo nazi, la quema de libros, el «saludo alemán» (con sus variantes y repercusiones), las carreteras (Autobahn), los programas de ayuda a los desamparados (El Auxilio de Invierno), la ecología o la lucha contra el tabaco. En la lectura del libro se da cuenta uno de que, vamos, no hay para tanto, que esa «revolución» queda bastante difuminada ante un régimen feudalizado y feudalizante, con un líder que delegaba funciones y a quien le aburría el trabajo diario, y en un país donde la omnipresencia de las estructuras de poder nazis no eran ni tan omnipresentes ni desde luego tan omnipotentes. Dice el autor en la entrevista antes citada, «las razones que motivaron esa preocupación por la naturaleza no tenían tanto que ver con el ecologismo sino con conceptos como la raza o la patria»; pues podríamos responderle que «para ese viaje no hacen falta esas alforjas».
Pero seamos justos y veamos el libro como le comenta el entrevistador al autor en una pregunta: «una especie de intrahistoria, de historia de las gentes de a pie, de la Alemania Nazi». Lamentablemente, como lectores no podremos llegar a tanto. Porque estamos ante un libro que nos cuenta, en cierto modo y de aquella manera, la vida cotidiana en y los logros y hazañas técnicas de la Alemania del régimen nazi. Se nos informa, sobre todo en la segunda parte, de lo bien que fueron los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín (con el ensayo exitoso de la olimpiada invernal en Garmisch-Partenkirchen), de los magníficos proyectos ferroviarios (trenes con vagones de cinco metros de altura sobre vías de tres metros de ancho, que nos llevarían de Berlín a lo más recóndito de Ucrania); de que a Hitler le aburrían las películas propagandísticas que Goebbels proyectaba y prefería a Mickey Mouse y los westerns; de que el «coche del pueblo» (el famoso Escarabajo) nunca lo pudieron conducir los alemanes que destinaron dos años de sus sueldo a adquirirlo; del combate de boxeo entre Max Schmeling y en norteamericano Joe Louis, o de la carrera triunfal en el tenis de Gottfried Alexander Maximilian Walter Kart von Cramm hasta que cayó en desgracia; de los clubes de fútbol en el período nazi, y de quién ganó la liga en esos años; o de una pormenorizada recreación de los congresos del partido nazi en Núremberg (como si cogemos El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl y vamos comentando la película por escrito). Y esto por poner varios ejemplos y llegando a la conclusión de que si nos tomamos el libro de Jesús Hernández como capítulos estancos en que se nos cuentan historietas y anécdotas interesantes pasaremos un buen rato. Pero si realmente queremos captar la esencia de lo que fue el Tercer Reich tendremos que buscar otras lecturas más… adecuadas.
Añadamos a todo ello la manía del autor por apabullarnos con cifras y cifras acerca de los logros del régimen nazi en la construcción de carreteras, de los proyectos megalómanos para Berlín (Germania), Viena, Linz o Hamburgo, de las inmensidades de los edificios construidos para albergar a los miembros del partido en los congresos veraniegos anuales, de la gente que disfrutó de las vacaciones gracias al programa «A la Fuerza por la Alegría», etc. Quizá entonces podremos preguntarnos, del mismo modo que el autor en la introducción del libro, «cómo fue posible que un país tan adelantado social y económicamente como Alemania, poseedora de una sólida tradición cultural y artística, cayese en manos de un embaucador de masas como Adolf Hitler» (pp. 15-16); porque es algo que nos seguimos preguntando cuando lo terminamos, si es que acaso lo esperábamos de este libro. O quizá pensemos como dice Jesús Hernández, también en ese prólogo, que «es innegable que el otorgar racionalidad a un proceso histórico como el Tercer Reich puede arrojar sospechas de un intento de legitimación. Por tanto, al intentar esquivar esa objetivación, el historiador acaba por presentar una realidad deformada, que puede servir para condenar una vez más aquel régimen criminal y disuadir a quien pueda pretender banalizarlo o incluso justificarlo, pero que resulta muy poco útil para comprender lo que ocurrió en realidad» (p. 16); y sin embargo nos preguntamos si el autor no ha caído también en el defecto de «presentar una realidad deformada»…
En resumen, si el lector, neófito o no, especializado o no, busca algo en este libro serán anécdotas e historias interesantes sobre aspectos determinados. Si busca otra cosa, me temo que se ha equivocado de lugar. Con todo, pasará un rato entretenido, eso sí. Aunque, también, le quedará la sensación de que le han tomado el pelo.
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Interesante reseña,esta misma mañana he estado ojeando el libro y parece que he acertado no comprándolo.Lo último de Peter Heather me miraba desde la estanteria y me decia «comprameee», y soy débil.Gracias por la reseña Farsalia
Buenas tardes:
Pues nada, se agradece el consejo y la advertencia del que avisa.
Lo cierto es que Jesús Hernández no ha tenido mucha fortuna con las reseñas y los comentarios que se han dejado en Hislibris sobre sus obras.
Cordialmente, y gracias.
CON JESUS HERNANDEZ YA TUVE BASTANTE CON «OPERACION VALKIRIA», UN MERO DIVERTIMENTO QUE NO APORTABA NADA AL ATENTADO CONTRA HITLER. COINCIDO EN QUE LA «ALEMANIA NAZI» DE ALVARO LOZANO ES ALTAMENTE RECOMENDABLE
Què hi farem…
Saludos.
Regreso, voy a wikipedia a hacer un libro……
Como siempre, agradezco sinceramente la atención que prestáis a mis obras.
En consideración a ese interés, quiero haceros partícipes de las últimas novedades. Recientemente ha salido la segunda edición del TODO LO QUE DEBE SABER SOBRE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, que ya fue reseñado aquí. Igualmente, hace un par de semanas salió también la segunda edición del TODO LO QUE DEBE SABER SOBRE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL, que por cierto ha tenido una acogida tan buena que se agotó en la pasada Feria del Libro de Madrid.
Para el mes de septiembre está confirmada la aparición de la cuarta edición del ENIGMAS Y MISTERIOS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, así como la tercera edición del HISTORIAS ASOMBROSAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.
Para el último trimestre está previsto igualmente que aparezca publicado mi décimocuarto libro, del que podréis ir obteniendo información de primera mano a través de mi blog, «¡ES LA GUERRA!»:
http://es-la-guerra.blogspot.com
¡Muchas gracias y un saludo!
Buenos días.
Pues leída la reseña me quedo con una extraña sensación.
Desde luego es una reseña que promete ser arriesgada, y que mira las cosas de frente (que no por detrás) para hablar, eso si, claramente, del «Reich de los Mil Años» (libro).
Por otro lado ¿Debería pensar que la reseña me toma el pelo? La verdad es que no es una crítica furibunda del autor, ni del libro, cosa que -como todo el mundo sabe- esperaba, dada mi irracional manía y envidia contra ambos.
Pero que se le va a hacer. Haré de tripas corazón y reconoceré una de las grandes verdades de lo dicho por Farsalia, el estilo de Jesús Hernández es muy ameno, y una vez dicho lo dicho, espero que este «Anécdotas del Tercer Reich» sea un éxito, de hecho, es posible que incluso me lo compre, por lo del escarabajo, que siempre me llamó la atención.
Opino.
Un saludo.
Buenas tardes:
Pues yo no creo que lo compre; desde luego los que compran sus libros parece que no opinan «más o menos como aquí» o, al menos, no ven hislibris.
Cortésmente
Yo, con este tío, flipo; vosotros hablad de lo vuestro que yo voy a lo mío.
Koenig dixit:
«Por otro lado ¿Debería pensar que la reseña me toma el pelo? La verdad es que no es una crítica furibunda del autor, ni del libro, cosa que -como todo el mundo sabe- esperaba, dada mi irracional manía y envidia contra ambos.»
No, no lo es, no me tomo la molestia de escribir críticas furibundas, jejeje, aunque reconozco que había momentos en la lectura del libro en que tenía ganas de ello.
Descartando la tercera parte del libro, Alemania en la guerra, la más refrita, reiterativa y menos interesante para mí, el resto del libro es desigual, irregular, anecdotaria y, a ratos, tomante del folículo capilar. Cualquier lector avezado encontrará no pocos paralelismos en algunos capítulos de este libro y una obra clásica como Auge y caída del Tercer Reich de William Shirer, recientemente reeditado el primero de sus dos volúmenes. Y eso por poner un ejemplo. Le salva de bajar a Segunda B el hecho de que sea una obra tremendamente amena en algunos capítulos. Pero poco más.
Yo no he encontrado información sobre su siguiente libro en el blog, pero no me cabe duda de que teniéndo en cuenta la velocidad a la que publica, la investigación habrá sido exhaustiva.
Tampoco me cabe ninguna duda de que habrá corregido los errores identificados en sus obras anteriores.
¿Sabiaís que durante mucho tiempo, FICCIONES, de Jose Luís Borges no se vendía ni a tiros?. De hecho fué un gran fracaso editorial durante años.
8-(
Es verdad, nunca nos hemos molestado en mirar si en las reediciones se corregían los errores que nosotros, amables lectores, tanto nos esforzamos en señalar.
Farsalia dixit, a su vez.
«No, no lo es, no me tomo la molestia de escribir críticas furibundas, jejeje, aunque reconozco que había momentos en la lectura del libro en que tenía ganas de ello».
Jejeje. Sólo era por hacer un paralelismo con la reseña, cuyas conclusiones, por lo demás, eran tan esperadas como, desgraciadamente, esperables.
Un saludo.
Por favor Koenig. ¿De verdad crees que el autor va a permitir que re-editen un libro con los mismos errores que tanta gente le ha señalado, como incluir barcos que no existen?.
No te tomes la molestia, está claro que como todo buen historiador revisa sus libros en las re-ediciones.
Soy un hombre de fe irregular, pero en este caso, mi estimado Urogallo, creeré sin duda en tu sincera afirmación.
Oh, gran Farsalia, no sé si habeis reparado en que el autor promete un viaje en el tiempo «hacia adelante». ¿Es o no novedoso este acercamiento? Mirar hacia adelante implica no prejuzgar, no buscar los elementos que hacen prefigurar el modo en qué todo acabó; lo que típicamente ocurre cuando se mira «hacia atrás». ¿Acaso el gran Farsalia conoce más historiografía en esta línea sobre ese periodo?
Se busca lo que a la gente le llamaba la atención: la nueva prosperidad, el auge del deporte, la exaltación tecnológica, etc. En cierto sentido, la modernidad del nazismo. Ahora sabemos que el régimen nazi era oscuro, entonces sin embargo principalmente se percibía su espectacularidad.
El libro ofrece la perspectiva de episodios de la vida cotidiana, y no de los grandes episodios políticos sobradamente conocidos, como la anexión austriaca, Munich y la doctrina del apaciguamiento, etc. ¿Acaso el gran Farsalia conoce más historiografía en esta línea sobre ese periodo? Si la conoce, puede indicarlo; si no, ya sabemos quien es el que toma el pelo a quien.
Sin haber leído el libro, lluis, creo que lo que el gran Farsalia (pues grande tiene que ser para mostrar tal comedimiento en la crítica) intenta decir es que el enfoque podría ser novedoso en sí, pero que falla la parte donde se debería mostrar dicho enfoque.
Vamos, que está muy bien ir de descubridor de América, pero Jesús Hernández no es capaz luego de ubicarla en el mapa.
Por lo demás, reseña instructiva y comentario del autor esperado… sigue así, oh gran ilustrador de masas.
Solo con las contestaciones que deja el autor a sus criticas en diferentes reseñas de este blog, queda, al menos para mi, en mi mal lugar.. he leido libros suyos, y me han gustado, y no descarto comprar alguno mas, si lo que trata me interesa, pero como digo sus reacciones hacen que se me caiga como persona, y espero que haya corregido los errores que en diferentes foros y webs se han señalado, como en este blog).. y de las que igualmente paso de responder..
Tras leer las diferentes reseñas que hay en Hislibris sobre los libros de Jesús Hernández, llegó a la conclusión de que no me molestaré en comprar nada suyo.
Primero porque creo que lo erudito, los estudios y la documentación no son propiamente suyas, sino trasladadas en el papel de otros textos de persona que si se pueden tildar de historiadores.
Segundo porque ni avanza, ni destapa, ni añade nada nuevo en sus libros con nombres tan rimbombantes y seductores.
Tercero porque los lectores estamos un poco hartos de que nos estafen con 30.-€ mínimo por la compra de un libro exactamente igual que el anterior.
¡Ah! Eso sí, al menos tiene amenidad en sus escritos. Podrán ser buenos para quíen quiera leer en la playa y no le importe que el libro se estropee con la arena.
Buenas tardes:
Acabo de ver en una revista especializada en historia el anuncio de un libro de Jesús Hernández junto a otros libros de la Esfera de los Libros. No he leído libro alguno de este autor ni tengo pensado hacerlo; pero en lo sucesivo miraré mucho si compro una publicación de esta editorial, que tampoco mira los errores de este autor, y supongo que de otros.
Tampoco ayudan los comentarios que el autor (J.H.) deja, que si no va a aportar nada interesante, corregido o no, es mejor que se calle (no escriba). Pues para decir tonterías ya estoy yo, que no tengo que defender mis publicaciones.
Sinceramente
PS: queda el misterio de por qué vende tanto, como él dice; para misterio…misterio, el del éxito de ventas del Código Da Vinci.
Me han llamado «gran Farsalia» tres veces. No quepo de orgullo en mí mismo, snif snif, qué emoción…
Yo creo que no es tan complicado entender qué es un libro de divulgación, y qué es un ensayo histórico que pretende decir algo nuevo o inédito. Los libros de divulgación se dirigen a lectores ocasionales, que desean profundizar sobre un tema del que no han leído nada, y es muy difícil que a su vez sean satisfactorios para especialistas.
A mí Norte contra Sur me pareció muy bueno, pero es que apenas sé nada más allá de los tópicos sobre esa guerra. De la SGM llevaré centenares de libros leídos, así que ni me planteo comprar libros que prometan explicarme «todo lo que quiero saber sobre…» en 200 pgs,, porque comprendo que no se han escrito para lectores con mi perfil.
Respecto a las promesas de la introducción, ahora va a resultar que Hernández es quien ha inventado el género del prólogo publicitario… por lo menos (supongo) no dirá que ha pasado años y años consultando archivos, muchos secretos, en seis o siete lenguas distintas…
Coincido al 100% con el comentario de SCHWEJK. Yo también leí «Norte contra Sur» y me gustó, pero es que es lo único que encontré en castellano sobre la Guerra de Secesión. En cambio, «Operación Valkiria» me defraudó totalmente porque Jesús Hernández está a años luz de Joachim Fest, Catherine Merridale, David Glantz, Ian Kershaw, Michael Jones, etc. Ahora, eso sí, ameno lo es.
Schwejk, hasta ahí de acuerdo. Incluso podría aceptarse lo del prólogo publicitario. Pero lo que Jesús Hernández promete siempre es demasiado para el resultado posterior: «TODO lo que debe saber sobre la SGM». No me parece por el título una obra de divulgación para neófitos, sino un tomo imprescindible para cualquiera que se tenga por aficionado a la Historia. Para Norte contra Sur, en mi opinión de lo mejorcito que ha escrito aunque no deja de ser un resumen del conflicto, propone el subtítulo «Historia TOTAL de la guerra de la secesión». Su penúltimo libro es «Las 50 GRANDES MASACRES de la historia», cuando algunas ni son históricas, otras son anécdoticas y las más no merecen dicho epíteto. Podría seguir… porque incluso su primer libro se llama «Las cien MEJORES anécdotas de la SGM»… pero bueno ahí no me meto, pues es su campo y puede que sea cierto.
Eso sin contar que en todos los prólogos promete la obra definitiva, la que hasta ahora no se había tratado, la que sirve por igual al iniciado y al experto, que alguna vez le he leído en su blog que ha «encargado toda la bibliografía en inglés sobre el tema desde Amazon» antes de afrontar un libro nuevo, o que sus apariciones aquí se limitan ya a la teletienda más descarada…
En fin, muchas cosas. Que no discuto yo su valía, y que tiene su mercado (según el amplísimo) y seguro que a mucha gente le ha despertado el gusanillo, pero que no vaya de lo que no es…
¿TODA la que ofrece Amazon?. Supongo que se habrá comprado una casa nueva…
Yo creo que un libro de divulgación debe ser preciso: superficial si se quiere, pero preciso en el dato.
En caso contrario, no sé muy bien qué es lo que se pretende divulgar…
Buenos días.
Por enredar un poco, si hay algunos comentarios que me gustaría hacer sobre este asunto, y así de paso opino.
Con respecto a la distinción entre un libro de divulgación y un ensayo histórico ciertamente estoy de acuerdo con lo que dice Schwejk, no es tan difícil distinguirlos. Una vez leídos, claro. Distinguirlos antes de leerlos es otra cuestión, sobre todo para quienes no conocen a los autores o no se auxilian de páginas como esta.
Queda otro modo, y es un rápido vistazo al interior (tan rápido como lo permita la impaciencia del librero). Y dentro de estos vistazos suele incluirse el prólogo (amén de la contraportada). Es decir, que nos dice el propio libro de su contenido.
Y al hilo de esto, estoy totalmente de acuerdo en que el Sr Hernández no es quien inventó el prólogo publicitario. También es muy cierto que hay bastantes internos en Soto del Real que no inventaron el robo con violencia. Y con esto no quiero acusar de delito a nadie, sólo reflexionar sobre porqué excusamos a alguien de algo porque no lo inventó en algunos casos, y en otros no lo excusamos.
Con respecto al prólogo publicitario. Personalmente me parece lamentable. Una engañifa destinada a cazar al incauto lector para que… ¿lea? o ¿compre? También sería interesante hablar de ello. Pero insisto en que desde mi punto de vista esas promesas (que luego no se cumplen) y ese autobombo (que luego sólo es ruido) me parecen fuera de lugar en quien pretenda ser serio con su trabajo y honesto con sus lectores, ya se llame Anthony Beevor, Jesús Hernández, Perico el de los Palotes o Julio Caro Baroja (con el entendimiento de que son cuatro nombres elegidos “casi” al azar, pues no se si redactan prólogos de este tipo o no).
En fin, opino. Y en este caso quiero hacerlo con cierta rotundidad, como lector que ha “picado” en alguna ocasión el anzuelo puesto por un prólogo que prometía Jauja, para apuntalar un libro que no llegaba ni a describirla.
Saludos.
Koenig,
no seas tan prudente poniendo en interrogante ¿lea? o ¿compre?.
Para mí esta clarito: COMPRE. (y creo que para el señor Hernández también).
Hay que ser respetuoso, y prudente…
Balin69, el mercado al que se dirige Hernández (supongo) es el más amplio con el que contamos en castellano: el de la gente que casi nunca compra o lee un libro, o que empieza a hacerlo. Si de paso picamos algún adicto a la letra impresa, pues mejor para ellos. Por poner otro ejemplo con nombres cogidos al azar, bueno, yo a un neonazito de los que van de cultos soy capaz de recomendarle “El holocausto” de César Vidal, y no algún libro de Rees, de Wistrich o de Friedländer, que segurísimo son mucho mejores, con menos errores y vocabulario más rico… pero que dudo que pasase de la página dos. En cambio, Vidal, ya antes de abrirlo cuenta con varias ventajas: es un libro de un famoso, es delgadito (el libro), y la tipografía es gorda. Tiene una oportunidad. Y soy consciente que en ese libro, por lo menos la edición que yo tengo, contiene varios errores y a estas alturas está algo anticuado, pero aun así me parece útil para la inmensa mayoría de sus potenciales lectores.
Y es que me da la impresión de que ocurre justo lo contrario de lo que desearía Derfel: los ensayos de divulgación, en general, contienen muchos más errores e imprecisiones que los escritos para especialistas, y desde luego espero que más que los manuales. Las razones me parecen que son universales; casi nunca los escriben expertos, y (deberían) atender más hacia la generalización que no hacia el detalle. Además, estoy pensando en Gordon Childe, Kramer, en Asimov, en Lidell Hart, si su atractivo fuera la precisión en los datos, dudo que se pudieran seguir reeditando (y leyendo) después de tantos años, cuando las nuevas investigaciones han dejado como inexactos muchos de sus datos, por no hablar cuando se meten a interpretarlos. ¿Estoy excusando la falta de rigor, o confundo el paso del tiempo con la simple chapuza? Pues posiblemente sí, Hernández tampoco me paga tanto, así que ahí no lo defiendo. Pero no siempre los autores son responsables de todas las erratas, algunas se introducen en el proceso de edición, y no se corrigen en nuevas ediciones por vagancia del responsable. La función de busca/cambia ha hecho mucho, mucho daño, desde las épocas del Ventura, pero además ahora parece que se está poniendo de moda la excusa económica, así que actualice usted la vieja excusa de que “hacer otros fotolitos es muy caro”, porque la crisis es muy mala.
Y llegamos a los argumentos de Koenig… realmente, si su librero apenas le deja dar rápidos vistazos, cronómetro en mano, a su mercancía, que se la quede enterita toda ella. Cámbiese de proveedor, o si no acuda a los grandes almacenes más próximos y manosee allí todo lo que le apetezca, para luego regresar a ese comercio original al que tanto aprecio tiene. ¿Que no es sencillo distinguir entre un libro con enjundia, y otro ligerillo? Bueno, ahí entra el ojímetro de cada uno. Portadas, solapas, contraportadas y prólogos, lamento descubrir la pólvora, tienen propósitos comerciales y propagandísticos. No son muy de fiar, y casi nunca son responsabilidad última del autor, sino de algún filisteo que espera lucrarse con su trabajo. Yo suelo consultar los índices para ver si realmente trata materias que me interesan, y leo varios párrafos, alguno al azar para comprobar si el estilo me atrae o si por el contrario me aburre. Ver si tiene notas, muchas, pocas, a archivos, a algún idioma más allá de aquel en que esté redactado, etc. también ayuda. Si no tiene notas y la bibliografía apenas llena tres páginas de lugares comunes, pues blanco y en botella. Queso no es.
Todo lo cual no quita que haya picado tres veces, tres, con los productos de la editorial Tempus, empezando con el infame “Panzer comander”, porque claro, era imposible que estuviera tan mal, iba a ser hasta divertido ver todas esas erratillas en los términos militares… y vaya, las primeras páginas están bien redactadas, el prólogo (del autor) es divertido, parece que no es para tanto…
Blog ¡Es la guerra! de Jesús Hernández, 22 de abril de 2010, hablando sobre su nuevo proyecto:
«Se trata de un libro sobre un acontecimiento histórico de cierta relevancia e innegable impacto pero que, inexplicablemente, no cuenta con NINGÚN libro en español.
Hasta ahora no acababa de «ver» el libro, pero esta semana ya se me ha aparecido con claridad, por lo que he comenzado rápidamente a diseñar la distribución de los capítulos, a redactar un primer borrador de la introducción, a encargar a Amazon todo el material bibliográfico disponible en inglés sobre el tema y a contactar con un museo para que también me proporcionen material, vamos, que me he puesto las pilas ante esta nueva e ilusionante campaña que se me presenta.»
Supongo que será su modus operandi habitual, así que es de esperar su libro habitual. Mucho ruido…
¿Y de que va el libro?. Supongo que como es tan novedoso no quiere que le pisemos la idea, pero al fin y al cabo, con una investigación tan exhaustiva en Amazon, nos costaría mucho estar a la altura con tan poco tiempo.
Buenos días.
Mi estimado Schwejk, creo que estamos de acuerdo en buena parte de nuestras filosofías, permíteme pues que exprese aquello en lo que creo que puedo matizar.
Para empezar la diferencia entre ensayos de divulgación y manuales para especialistas. Creo que cada uno tiene su campo. Desde mi punto de vista, lo que a la divulgación le falta en profundidad debe suplirlo con amenidad, y viceversa. Y ello a pesar de que como creo recordar que escuché decir en una ocasión a Doña Pilar González Serrano, profesora de Arqueología en la UCM y bellísima persona (cosas ambas que no tienen porqué ir reñidas en absoluto), redactar un ensayo que sea a la vez profundo, detallado y ameno, es algo que desearía todo especialista.
He hablado hasta ahora de profundidad y amenidad, no de errores. Lo que me parece impresentable a todos los niveles es cierta tasa de error. Y digo tasa porque no me refiero a algún errorcillo que se cuela en el texto, todos los cometemos y por mucho esfuerzo que se ponga en una redacción siempre queda alguno. Me refiero a errores groseros, de bulto, que se repiten página tras página, y que el lector puede descubrir con un simple vistazo a las obras mas elementales. Errores que muestran como mínimo descuido, probablemente desinterés por el tema, e incluso en ocasiones desprecio por los lectores.
¿Puede perdonarse todo eso? Pues creo que si, algunos de estos defectos incluso pueden perdonarse. A un escritor novel en cuyo libro se nota que hay ganas; o a quien, al menos, deja su obra gratuitamente a disposición de los lectores para que lo vayan conociendo. Pero cuando nos encontramos con una industria detrás de la falta de calidad, creo que todos los lectores, y con mayor responsabilidad los lectores habituales, debemos oponernos.
Queda la cuestión de cómo saber si un libro es bueno. Ciertamente no he debido tener suerte con los libreros, se ve que ir dos o tres veces a la semana a una librería a ojear y a hojear los libros durante veinte minutos los pone nerviosos. Je, je.
Pero vayamos a la enjundia del asunto. Estoy de acuerdo contigo, amigo Schwejk, en que modos hay para descubrir si un libro merece la pena o no, y los has descrito perfectamente. Pero sinceramente ¿Cuántos emplean estos medios? Desde luego esos lectores que casi nunca compran o leen un libro no lo hacen.
Pero ahora voy a quedarme en quienes sabemos explorar un libro para hacernos una idea. ¿En que podemos basarnos? Como tu mismo apuntabas:
Portada: compré no hace mucho el último libro de Clive Cussler (que uno lee de todo), con un precioso submarinista en portada. ¡Para una historia ambientada en el oeste americano en 1905!. Descartadas pues las portadas.
Solapas: no me viene ningún ejemplo a la cabeza, pero cualquiera de los que me lea recordará esa solapa que no tiene nada que ver, o que tiene tanto que revienta el final de la historia; aderezada por una sonriente foto del autor con su lista de méritos. Estaremos de acuerdo en que son publicitarias. Vaaaale.
Pasemos a la contraportada. “Un libro sugerente y profundamente erótico” The daily news. “La mejor descripción de la batalla de los últimos cien años” Newsweek; etc, etc, etc. Vaaaale. Publicidad.
Empezamos a mirar dentro: prólogo del autor. El próximo ya nos lo va anunciando Balin69: “un libro sobre un acontecimiento histórico de cierta relevancia e innegable impacto pero que, inexplicablemente, no cuenta con NINGÚN libro en español”.
Todo publicitario.
Y no decimos nada.
Tragamos.
¿Para cuando el índice publicitario? ¿Y los párrafos publicitarios? ¿Para cuando un libro que no diga absolutamente nada y sólo sirva para ser vendido? Me gustaría pensar que semejantes cosas no sucederán nunca, pero veo que acabaré a favor del pirateo de libros digitales (hace dos años me hubiera tirado desde un quinto antes de escribir algo así).
Y además pagamos.
Y tras todo este rollo voy a permitirme una reflexión final específicamente dirigida al campo del ensayo histórico, que me interesa especialmente, aunque probablemente pueda servir para otros campos, ensayísticos y literarios.
Estoy convencido de que no todos los ensayistas tienen la misma calidad, y que no todos los libros son igual de buenos. Sin embargo creo que todos deberían ser igualmente dignos de respeto desde el momento en que contengan algo de la ilusión y el esfuerzo de quienes los redactaron, desde el momento en que contengan trabajo y preocupación, delicadeza en la forma de reunir la información y exponerla y un auténtico esfuerzo de documentación. Estoy convencido de que hay muchísimos autores que se esfuerzan por hacerlo cada vez mejor, y no olvidan mirar atrás para mejorar lo que en su día hicieron, conscientes de que nadie es perfecto y todos nos equivocamos.
Por otro lado estoy en contra de las élites intelectuales. Creo que todos los que tengan la capacidad para leer un libro tienen el derecho a opinar sobre el libro y sobre el tema, y a ser escuchados, por muy poco que sepan y por muy humilde que sea su opinión.
Y por eso me revienta profundamente la divulgación de ensayos capciosos, tendenciosos, intencionados, cuajados de errores, redactados con la simple ambición de hacer dinero o escritos al peso o al descuido. (Y no me estoy refiriendo ahora a un libro ni a un autor concreto, tengo bastantes en mente). Creo que tanto la historia como los lectores –grandes o pequeños, especializados o neófitos, cultos o aburridos- se merecen otra cosa. Y por eso no pienso callarme cuando me enfrente a un libro que me parezca malo (que, insisto, no se si es el caso de este que se ha reseñado pues no lo he leído) o a un ensayista que me parezca que cumple alguno de estos lamentables requisitos (…).
Opino.
Saludos.
A mí me es indiferente si un libro es de divulgación (alta, media o baja, como los períodos medievales) o un ensayo de enjundia e incluso tono académico. Tanto me da, me aproximo al libro como lo que es y lo valoro como tal. Y del mismo modo que critico los libros divulgarizadores, que no divulgativos, lo hago con ensayos que pretenden ser sólidos y no lo son, aparte de que debaten el sexo de los ángeles o aburren hasta decir basta.
Lo que sí exijo es rigor, de un modo u otro, que no tiene que estar reñido con la amenidad, el tono del libro –divulgativo o especializado– o la portada y las solapas (que generalmente me importan menos que los avatares de la selección española en el actual Mundial de fútbol). Y ese rigor se demuestra no cometiendo errores, esencialmente (y enmendarlos si se da el caso), además de no tomarnos el pelo, ya a lectores curtidos o a neófitos en la materia. Un libro divulgativo no tiene por qué recortar ese rigor sólo porque está dirigido a un amplio público no especializado, sino que debe adaptar los contenidos a ese mismo público sin dejar de lado la solvencia con la que se escribe y se comunican los hechos. A veces me da la sensación de que con la etiqueta «divulgativo» se abre la veda para infracomunicar o directamente desvirtuar un hecho o un período histórico, sólo porque el público en general no está al tanto de la calle de la importancia y complejidad de ese mismo hecho o período histórico. Y es cada vez más común: rebajamos el listón para llegar a más público, y eso es un error. Y personalmente me niego a aceptarlo.
¿Rebajar el listón es lo mismo que introducir errores?.
Es decir:
Rebajar el listón: El Bismarck era un buque muy potente.
Introducir errores: El Bismarck, y sus gemelos el Tirpitz y el Wilhem.
No estoy diciendo eso… pues el «rigor se demuestra no cometiendo errores, esencialmente […]».
Cierto. Todo el mundo sabe que los gemelos del Bismarck fueron el Giulio Césare y el Kido Butai.
Los famosos acorazados clase «Mendace».
En japonés «Kagada».
Pequeño galo, no sabía que te gustaban las portadas con preciosos submarinistas…
¿Dónde he dicho yo que me gustara la portada?
Más que la portada, el que te gusta es el submarinista, sin duda un tipo precioso :)
Taaaaampoco he dicho que me gustara el submarinista, pequeño saltamontes.
(Pamplinas, dile que lo ha dejado traslucir entre líneas y quedas como un señor…)
Si lo ha dicho de modo implícito:
con un precioso submarinista (de pecho fornido, perfil griego y ojos juguetones) en portada
«Eironeia», griegos desnaturalizados. ¡Que falta de sotileza!.
Totalmente de acuerdo con la gente del foro, Koenig ha citado en una de sus respuestas, el despropósito de JH con la afirmación de que no había nada escrito anteriormente en castellano sobre el tema o que difícilmente se encontraba en lengua inglesa. Cualquier búsqueda en librerias de antiguo o modernas, da con obras como Historia Ilustrada Del Tercer Reich de Kurt Zentner (Bruguera 1975), HISTORIA SOCIAL DEL TERCER REICH de Grunberger (edición original de 1971) …
Vistas sus obras anteriores a este libro también le pasaba el copyscape no sea que encima haya más párrafos copiados de internet.
Aprovecho para dar un consejo para los aficionados napoelónicos, no compréis la entrada para asistir a la recreación de Waterloo desde la colina del león, está demasiado lejos de la acción ¡Maldita sea!
Sí,por eso precisamente pusieron allí a los holandeses. Juash, juash.
Desde luego, por lo que voy comprobando con su lectura, en el libro de Grunberger ha encontrado material de sobra. Lo cual convierte en más prescindible el libro de Hernández.
¿Le recomiendan este libro a una chica que le interesa la historia de la segunda guerra mundial y que quiere estudiar alemán por que se siente atraída por esta cultura o sin embargo me están diciendo que no lo compre?
La verdad es que estoy algo desconcertada con sus comentarios
Un cordial saludo
No lo compres, tienes libros muchos más interesantes que te van a proporcionar un conocimiento más exhaustivo del Reich.
Si quieres un libro sobre la Historia de la SGM, la cosa varía dependiendo lo que busques; si una historia militar, si una historia social o económica, etc.
Para un buen acercamiento al tema, aunque desde la perspectiva norteamericana, te recomendaría «la guerra que había que ganar» (además lo tienes en bolsillo).
Te desac onsejo, igualmente, el doble volumen de Martín Gilbert editado por la esfera de los libros, contiene bastantes errores.
En fín, como digo, depende de qué busques exactamente.
Saludos.
¿Por la cultura alemana en general o por la cultura alemana en la segunda guerra mundial?.
Donde esté el Dr Fausto.
je je je
¿El de Goethe o el de Thomas Mann?.
Saludos.
Oh, por favor, ¿Cabe alguna duda?. :D