ESPAÑA EN LLAMAS – Josep María Solé i Sabaté y Joan Villarroya
«Era tan fácil lanzar bombas sobre ciudades indefensas…» (La llama, Arturo Barea).
Tengo delante de mí un álbum fotográfico de la Guerra Civil Española. El blanco y negro acentúa las imágenes de dolor, heroicismo bélico y lágrimas bicolor. Las hay de batallas, ciudades destrozadas como boca cariada, dolor por la perdida de un ser querido o posados de generales y soldados. La gran mayoría son anónimas, sacadas de archivos históricos, mientras que otras son de grandes reporteros de la época. A mí en especial me gustan las de Robert Cappa y Gerda Taro. Parecen que inmortalicen la eternidad. Entre ellas destacan las de bombardeos: la de una mujer en Bilbao que corre con su hija de la mano mientras mira el cielo en donde se intuye que habrá algún “pajarito” con su panza ubérrima de muerte; un grupo de barceloneses que parecen asistir al bombardeo contemplando las alturas en una especia de flashmode improvisado; o la de una mujer madura, también en Barcelona, que corre a esconderse en algún refugio a pesar de llevar zapatos de tacón… Distintas posiciones para un solo hecho, el bombardeo de ciudades y pueblos, pero que tienen algo en común: la sorpresa de una nueva amenaza de muerte nunca antes vista. Pues quién iba a pensar que algún día la muerte iba llegar desde el cielo.
Sobre la guerra fraticida que sufrió el pueblo español entre 1936 y 1939 se han escrito a lo largo del globo cientos de libros. Cada uno aportando datos que algún día podrán completar el gran libro de la Guerra Civil. Los hay de estrategia, armamento, política, vida cotidiana… pero en todos ellos el tema de los bombardeos aéreos ha quedado como complemento de los asuntos anteriores. Pero hay que pensar que esta circunstancia mortal, es decir la aviación y los subsiguientes bombardeos sobre ciudades y retaguardia indefensa, inaugura la historia de los bombardeos en la Historia. Y aunque antes fueran los italianos en 1911 los primeros en hacer caer bombas sobre el enemigo en sus campamentos, nunca se habían realizado sobre ciudades que estuvieran más allá de las líneas enemigas, añadiendo además el componente de terror psicológico. Es por ello que hay que agradecer a los especialistas en guerra civil española Josep María Solé i Sabaté y Joan Villarroya que hayan escrito el libro España en Llamas, la guerra civil desde el aire, en el que nos narran de manera exhaustiva y documentada el antes, durante y después de la aviación militar republicana y nacional, cómo fue creciendo tecnológicamente a lo largo de la contienda, dónde fueron los bombardeos y sus objetivos principales y lo más importante cómo fueron vividos por la ciudadanía y sus terribles consecuencias.
A lo largo de este ensayo, una de las cosas que me ha llamado la atención es que el tema de la destrucción del enemigo a través de los cielos fuera algo tan sorpresivo y novedoso tanto para los militares como para los civiles que tuvieron que soportarlo. Y es que hay que señalar que al principio de la guerra civil no existían bombarderos de combate. Los aviones comerciales como el Fokker F-VII o el Douglas DC-2 tuvieron que reconvertirse rápidamente en máquinas de matar, echando muchas (la mayoría de las veces) las bombas a mano, y calculando el objetivo a ojo. Dice Ignacio Hidalgo Cisneros, jefe de la aviación republicana:
La instalación que hicimos fue muy simple: quitamos la puerta del fuselaje y pusimos en la parte baja del hueco una rampa de madera como las que empleaban las lavanderas, bien encerada. Sobre ella colocábamos una bomba de cien kilos. El observador, con su visor, iba en la cabina del piloto. Cuando calculaba que el avión estaba pasando por la vertical del objetivo, levantaba el brazo. A esta señal se empujaba la bomba con el pie, haciéndola deslizar por la rampa.
Rápidamente la aviación de ambos bandos tuvo que ponerse al día ya que se dieron cuenta de que quien dominara los cielos tendría ganada parte de la guerra.
Los primeros bombardeos se realizaron sobre Ceuta, Melilla, Larache, Tetuán y Andalucía. Y ya desde entonces comenzaron a aparecer por las aceras de las calles victimas civiles. El bando que más pronto creció tecnológicamente fue el rebelde debido sobre todo a que los aliados alemanes e italianos les facilitaron en un principio aviones eficaces como el Ju-52 teutón o los rápidos S-81 y S-79 azzurros. Estas victimas colaterales como por ejemplo en Málaga, Granada, en el cerco de Madrid, en la matanza de Guernika perpetrada por la conocida Legión Cóndor, o en el controvertido bombardeo de Barcelona se debieron sobre todo a la ausencia de cazas y cañones antiaéreos en las zonas urbanas. La entrada de aviones rusos como los Katiuskas, o Chatos, equilibraron algo la balanza de ambas fuerzas pero aun así el terreno ganado por los nacionales hizo que consiguieran la victoria total en los cielos españoles.
Los avances tecnológicos en la aviación en los años 30 hicieron que países europeos como por ejemplo Alemania crearan nuevos tipos de aviones más rápidos, potentes y mortales, como los conocidos y temidos stukas. Y ya que, pensarían, se los prestamos a Franco ¿qué mejor sitio que probarlos que en España? Toda la piel de toro se convirtió durante el conflicto en un perfecto laboratorio en donde poner a prueba a los nuevos aparatos. En los cielos españoles aparecieron diferentes tipos de aviones en ambos bandos que produjeron un hecho increíble, nunca visto en la historia bélica pues desde este momento cualquier objetivo, fuera militar como civil, en la retaguardia, estaba en el punto de mira de los aviones. Ya no eran solamente maquinas para ganar una guerra, sino auténticas armas psicológicas con las que amedrentar al enemigo. Cualquier ciudad, hospital, escuela, iglesia, biblioteca o fábrica podía ser de la noche a la mañana un objetivo puntual. Es la primera vez en la Historia en que nadie podía estar a salvo.
Además de todos estos hechos mencionados, uno de los puntos fuertes del libro son también las historias que nos hablan del día a día de la gente que sufría en sus propias carnes las incursiones aéreas. Vemos como en cada una de las personas se produce primeramente un sentimiento de indignación ante la visión de los muertos, (que en muchos casos tiene como consecuencia la ira del pueblo llevando a fusilar en masa a los prisioneros como venganza por lo ocurrido). Tras la indignación, el español de a pie siente pavor al ir a correr a los refugios en los bajos de las casas, metros o lugares ad hoc. Si no se es fuerte mentalmente puede llegarse a la desesperación, que es lo que quiere el enemigo. Pero siempre al final, después del continuo bombardeo, la rutina y la costumbre se introducen en el alma. Jorge Martínez Reverte ya nos habla de este sentimiento en la Batalla de Madrid: “Desde Septiembre no hay corridas. Las sustituyen los combates aéreos, que además son gratis”.
Muchas son las historias que llenan el libro y que ejemplifican como fue aquel infierno desde el aire. De manera instructiva desvela datos inéditos que alumbran la abundantísima historiografía que existe sobre la guerra civil. Les invito a ver nuestro conflicto bélico más traumático desde un punto de vista distinto, desde las ventanillas de los bombarderos. Velocidad, sangre y fuego en la España cainita.
Lo curioso es que la Legión Cóndor tuvo una libertad de movimientos menor a la de los Italianos, que disponían de una potente industria aeronáutica más asentada que la germana. Su afán de probar esa fuerza, tan propagandística, era mucho mayor. Pero la historia les ha protegido con la benevolencia que siempre ha merecido su actuación en la S.G.M
Tengo un buen recuerdo de este libro, en parte porque en su momento me pareció un estudio serio y riguroso y en parte porque me costó baratísimo y eso siempre se agradece :)
Las ciudades españolas (y algunas chinas y finlandesas) fueron las primeras en conocer los bombardeos indiscriminados, apenas alfilerazos en comparación con lo que sufrirían las inglesas, alemanas o japonesas. Escasos aparatos, poca capacidad de carga, técnica de bombardeo en pañales. Corregidme pero creo que fue Hanoi la última ciudad bombardeada de forma indiscriminada (en conflictos ulteriores los blancos serán más selectivos).
Volviendo al libro, recomendaría también Dresde de Frederick Taylor, que aporta detalles aún más interesantes (los civiles que abandonaban pronto los refugios y acudían a sofocar prontamente las llamas, conseguían a menudo salvar sus casas)
Bueno, las ciudades bombardeadas han vuelto a la palestra en tiempos muy recientes, Bagdad, Grozny, Sarajevo, Belgrado, Gaza, la actual Alepo,
Hanoi no fue bombardeada de modo indiscriminado, puesto que las restricciones al bombardeo eran muy notables. Ante todo, no se podía atacar ciertas infraestructuras «humanitarias» ni objetivos donde pudiesen estar presentes «observadores» chinos o soviéticos.
Interesante libro y buena reseña, Balbo.
¿El libro trata del llamado «experimento Stuka»? Me refiero a un episodio muy poco conocido – incluso para los que vivimos a escasos 50 kilómetros del lugar de los hechos – en el que en mayo de 1938 la Legión Cóndor, desde el aeródromo de La Sénia (Tarragona), bombardeó 4 pequeños e insignificantes pueblos del Alto Maestrazgo (Castellón): Benassal, Albocasser, Ares del Maestrat y Vilar de Canes. Del 21 al 31 de mayo de 1938 los Junker 87 Stuka alemanes arrojaron un total de 36 bombas sobres los pequeños núcleos urbanos causando 38 muertos civiles. Parece evidente que – dado que a esas alturas la suerte de la guerra estaba decidida y que los mencionados pueblos no tenían ninguna importancia geoestratégica ni en ellos habían tropas estacionadas – se trataba de un experimento alemán de cara a la II Guerra Mundial.
Está a punto de estrenarse un documental que lleva por título «Experimento Stuka» con testimonios de algún superviviente y documentos y fotografías obtenidas del Archivo Militar de Friburgo.
Saludos
El material nuevo siempre es sometido a evaluación cuando entra en campaña. Por alguna razón hay a quien le sorprende que fuera asi en 1936-39 en nuestro país.
De otro lado, afirmar que la GCE estaba decidida en mayo de 1938 es cuando menos aventurado.
Apreciado Hindenburg,
No me sorprende para nada que el «material nuevo» – en este caso, los Stuka – fuera sometido a evaluación aprovechando el fragor de una contienda bélica. Me sorprende, y mucho, que se utilizara contra población civil indefensa – modus operandi, a posteriori, habitual de los nazis durante la II Guerra Mundial – y en unas pequeñas localidades del interior del Maestrazgo. Y aún me sorprende más que hayan tenido que pasar casi 80 años para que estos crímenes de guerra salgan a la luz.
Saludos
De todas formas, el Stuka perdió efectividad rápidamente, la batalla de Inglaterra mostró su obsolescencia frente a los nuevos cazas, y en el Frente del Este pronto fueron barridos por la aviación soviética. A pesar de su tirón mediático, el Stuka no pasaba de ser un bombardero en picado de tamaño pequeño, apto para operaciones en lugares pequeños y con escasa o nula defensa aérea, como aldeas del Maestrazgo.