Foro de Hislibris

[Miguel Pablo Sancho Gomez]

Buenas tardes, estimados compañeros. Me llamo Miguel y soy Doctor en Historia. Al igual que todos vosotros me considero un apasionado de la lectura, y amante de la filosofía, Arte, literatura, y cultura en todas sus formas. Hace poco en Editorial Club Universitario (ECU) ha publicado mi primera novela: "Intriga en Colonia. Un aventurero al servicio del arzobispo Dietrich von Mörs". Es una novela histórica de aventuras ambientada en 1416. Adjunto la reseña realizada por Antonio Candeloro, profesor titular y doctor en Filología Hispánica. Espero que la disfrutéis.

Miguel Pablo Sancho Gómez, Intriga en Colonia. Un aventurero al servicio del arzobispo Dietrich von Mörs, Alicante, ECU, 2019, 440 pp. ISBN: 9788417577575.
Antonio Candeloro

Universidad Católica de Murcia (UCAM)

Novela histórica ambientada en Alemania en la Baja Edad Media, Intriga en Colonia, del autor murciano Miguel Pablo Sancho Gómez, sorprende al lector por muchos motivos; ante todo, porque desarrolla la acción en un ámbito poco frecuentado por los novelistas históricos: la Alemania del siglo XV, espacio geográfico y, sobre todo, geopolítico en el que, en un arco temporal bien delimitado, se juegan algunas batallas decisivas en la lucha entre Inglaterra y Francia (con el apoyo o la oposición del Papado, según conveniencia) por el dominio de la Europa de entonces. El lector se verá así involucrado en las artimañas y en los mecanismos militares y políticos que determinan los pasos de los varios protagonistas en el nombre de una victoria que se desea aplastante y definitiva y que, en realidad, tardará en llegar.
En este contexto, Hans Dörflinger, el joven mercenario protagonista de la trama, nos ofrece su punto de vista privilegiado para seguir paso a paso lo que se cuece entre bastidores entre el arzobispo Dietrich von Mörs y los demás políticos y estrategas implicados en la famosa Guerra de los Cien Años.
También es una novela original porque el autor, a través de la máscara de sus narradores (hay capítulos narrados en primera persona de singular por parte del mismo Hans y otros en tercera, por parte de un narrador externo y omnisciente) nos permite tocar con mano las causas y los efectos que determinan los varios sistemas de espionaje que surgen precisamente con el objetivo de captar información confidencial y fidedigna al enemigo o, al revés, con el de difundir información falsa (fake news, los llamaríamos hoy con abusado anglicismo) precisamente para confundir al contrincante o desbaratar sus planes de expansión e invasión militar. Los mercenarios se convierten así en piedras de toque (y piezas estratégicas) fundamentales para poder “penetrar” en las líneas enemigas, como se ve claramente en una escena en la que Dörflinger se topa azarosamente con lo que podríamos definir como “el archivo secreto” del conde Adolfo, un lugar escondido en una “sala subterránea y oculta […] repleta de papiros, pergaminos y libros de toda clase” (Sancho Gómez, 2019: 252-253).
La originalidad estriba también en el estilo que adopta el autor para trasladar al
lector al “año del Señor de 1416, en la ciudad de Colonia” (13). Con un cuidado extremo en medir la información, Sancho Gómez juega con habilidad con el lector estimulando su curiosidad y ganas de averiguar cómo se desarrollará la trama interrumpiendo a menudo los capítulos en los puntos de máxima tensión narrativa (y es precisamente el uso sabio de la técnica del suspense lo que engancha al lector y lo empuja a seguir leyendo hasta el final). En este sentido, también es magistral el uso de las descripciones, dotadas a menudo de un halo romántico que nos permite respirar la
atmósfera medieval en la que la oscuridad, más que con el retraso científico o cultural que cierta lectura historiográfica sesgada de la Edad Media le atribuye de forma arbitraria, tal y como el mismo Sancho Gómez explica en una acertada y puntual “Advertencia” (Sancho Gómez, 2019: 7-9), está asociada y surge del mismo paisaje natural y urbano. Como si fuera un director de cine, o un pintor paisajista, el autor hace un uso formidable del “claroscuro”, como es fácil comprobar en algunos fragmentos.
Por ejemplo, en el capítulo vigesimotercero podemos contemplar una paulatina
gradación de luces a partir de la descripción de la cabalgada nocturna de Hans junto con su amigo Egon: inmersos en la oscuridad de la noche “Entre los claros de árboles
pudimos contemplar los acogedores hilos de blanco humo procedentes de chimeneas campesinas y amplios campos grises a la luz parpadeante de las estrellas” (279). De los
hilos del humo blanco que sale de las chimeneas pasamos al color gris de los campos iluminados por las estrellas que producen una “luz parpadeante”. Pero la descripción no
termina ahí: “En algunos rincones brillaban, cálidas y alegres, las velas tardías en los
ventanucos de pequeñas aldeas” (279). Es como si el narrador encuadrara con una cámara cinematográfica sinestésica los efectos de esas diferentes fuentes de luz en los personajes: el lector no podrá olvidar el calor y la tranquilidad que se asocian a esas
velas que denotan la presencia de otros seres humanos, al resguardo de la oscuridad
exterior precisamente gracias a la luz que expanden las velas en el hogar (por humilde
que este sea). Efectos “especiales” parecidos aparecen en las descripciones de los
palacios de los poderosos y de los aristócratas: así empieza el capítulo vigesimocuarto:
“Anochecía en Bonn. Dietrich von Mörs estaba sentado sobre su robusto sillón de anchos brazos, en el estudio, meditando con tranquilidad mientras varias velas medio
gastadas alumbraban tenuemente la escena” (295). Si en un principio la luz es tenue, a lo largo del capítulo, y de forma paralela al complicarse de la situación existencial del
personaje, el ambiente va cambiando a nivel visual hasta llegar al final del mismo
capítulo: “La luz titilante de las velas danzaba fantasmagóricamente contra las cortinas,
reflejándose también en una patena plateada; en ella, un complicado juego de
claroscuros distorsionaba las facciones y dorados cabellos de Dietrich von Mörs” (299).
Como se ve, aquí la luz que se refleja en los objetos de lujo que rodean al personaje
contribuye a evocar en el lector el estado de ánimo preocupado del mismo. Hasta que no
lleguemos al final del capítulo, cuando, finalmente, y de nuevo con efecto visual
altamente cinematográfico: “las sombras de la noche anegaban casi completamente el
palacio” (299), como si la oscuridad le ganara la batalla a la luz y von Mörs se viera
obligado a desaparecer engullido en una especie de agujero negro en el que termina por
hundirse también su palacio.
Asimismo, las descripciones de la violencia y de la desolación humana durante
la guerra consiguen transmitirnos el sentido de agobio y de incertidumbre de los
mercenarios que se ven involucrados en las acciones militares, a veces sin poder
entender el porqué de las mismas. Esto es lo que contempla Hans Dörflinger al
abandonar Colonia tras la enésima batalla: “Las casas languidecían desmoronándose, en
ruinas; se erigían oscuras y silenciosas, con los techos hundidos. Agujeros negros como
la noche medraban donde hubo puertas y ventanas. Los cercados se doblaban, tapizados
de musgo, y la madera podrida desfondándose daba una apariencia fantasmal” (209).
Sin embargo, el interés del lector no se acrecienta solo gracias a este tipo de
descripciones o por el uso sapiente del suspense; también las notas el pie contribuyen a
mantener alerta la atención del lector, a cada paso y en cada capítulo, conforme va
acercándose al final. El autor finge que algunas de estas notas aclaratorias las escribe el
erudito Torsten Biermann; otras parecen redactadas por el amanuense que se topó por
primera vez y por casualidad con el manuscrito en el que se narran las aventuras de
Hans Dörflinger; otras, simplemente, aparecen sin autoría cierta o certificable (en esto,
Sancho Gómez parece insertarse en la misma tradición del “manuscrito encontrado por
azar” del que se servirá también Cervantes en el Quijote en la famosa interrupción entre
los capítulo octavo y noveno de la Primera Parte). Pero lo que más llama la atención, es
que, en todos estos casos, las notas al pie no sirven solo para ofrecerle al lector
información fundamental o fidedigna sobre ciertos detalles relacionados con personajes
o eventos históricos cercanos al contexto narrativizado, sino también para abrir vías
paralelas o alternativas a la misma trama principal. Como si algunas notas contuvieran
cuentos, relatos u otras novelas in potentia que podrían expandirse o desarrollarse
narrativamente para dar lugar a personajes y tramas independientes del plot principal en
el que aparecen insertadas. Es el caso de la nota 72 (208), donde se cita a Hrolf Ganger,
conocido por el sobrenombre de Rollón el Caminante, un vikingo gigantesco que, de
por sí, podría dar lugar a una nueva narración ambientada en la Normandía de Carlos III
el Simple; o el caso de la nota 68 (157) donde se detalla cómo las reliquias de los Reyes
Magos fueron trasladadas de Milán a Colonia en el año 1162 por orden del emperador
Federico I Barbarroja, tras la toma de la ciudad del Norte de Italia como recompensa
para sus aliados. Como sabemos, solo y exclusivamente el Evangelio de Mateo cita y
narra brevemente la llegada de los Reyes Magos a Belén (Mt, 2, 1-12); Sancho Gómez,
fingiendo que la nota está redactada por parte de Biermann, abre el resquicio para una
nueva potencial novela sobre el viaje emblemático y todavía enigmático de los Reyes
Magos, esto es, de los primeros testigos del nacimiento de Cristo en la Tierra.
Lo mismo podemos afirmar de las notas en las que se desentrañan las relaciones
entre los reyes de Inglaterra Enrique IV y Enrique V y la Orden Teutónica, apoyo
estratégico alemán contra Francia. Se trata de notas que podrían evocar a los mismos
personajes tal y como nos los describe William Shakespeare en sus famosos “dramas
históricos”, pero vistos desde el punto de vista de un alemán (aunque la nota 51, p. 121,
se atribuya al español –amigo de Hans– Pedro de Peñafiel, dando así lugar a un
perspectivismo histórico muy interesante para poder juzgar a los mismos protagonistas
desde múltiples y, a veces, contrastantes puntos de vista ideológicos).
Intriga en Colonia es una novela que atrapa al lector por estos aspectos técnicos,
pero también por las muchas temáticas que afronta a partir del entramado narrativo:
gracias a Hans, podremos replantearnos nuestras posturas frente a temas tan universales
como la amistad, la lealtad, el amor, la violencia, la guerra, el espionaje y la traición. En
definitiva, se trata de una obra que, sin dejar de entretener y de enganchar al lector por
su trama, también nos ayuda a mirar con otros ojos tanto el pasado histórico como
nuestro presente más candente y problemático. Y una vez terminada la lectura, quizás el
mismo lector se encuentre de acuerdo con el autor cuando, en su “Advertencia”, afirma
que la de Hans Dörflinger “era una época más respetuosa que la nuestra, pues la cortesía
resultaba frecuente, a veces incluso entre enemigos” (9).