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El pequeño Pataxú, Tristan Derème

La nueva universidad
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Marcos M.



Registrado: 20 Ene 2019
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MensajePublicado: Sab Jun 06, 2020 5:05 pm    Tí­tulo del mensaje: La nueva universidad Responder citando

Un artículo de Carlos Fernández Liria, a quien muchos tuvimos de profe (un gran profe). Como todos los suyos, un artículo muy crítico.

Da la sensación de que el coronavirus va a traer un mundo más asqueroso si cabe que el anterior a la pandemia...

Cita:
La universidad vaciada

No recuerdo en muchos años haber sentido tanta impotencia, tanto hastío y tanto cansancio como después de leer la entrevista a Manuel Castells publicada el otro día en Público: "La universidad híbrida es ya la regla. La aceptación de esa realidad es cuestión de tiempo. El aprendizaje a la fuerza que hemos tenido que hacer en esta pandemia nos permite un salto adelante en el nuevo modelo pedagógico". O sea: lo que nos ha traído este estado de excepción y esta tragedia es, en realidad, para la Universidad, una gran oportunidad para ponerse al día y modernizarse. De nuevo, se trata de un reto, de un desafío. Es la nueva normalidad que ya ha llegado por fin. Da mucha pereza recordar que hace ya dos décadas que, para la Universidad, esto de los “retos”, los “desafíos” y la “gran oportunidad” que nos brinda un futuro inevitable ha sido nuestra cotidiana normalidad.

Así llevamos desde el año 2000, encarando la urgente tarea de destruir el modelo “europeo y humboldtiano” de la Universidad estatal para metamorfosearla según el modelo “anglosajón” de la Universidad privada. Así expresaba el asunto el documento del Círculo de Empresarios “Una Universidad al servicio de la sociedad”, un documento de hace quince años. Por aquél entonces, había que implantar el Plan Bolonia, pese a que gran parte del profesorado y el noventa por ciento de los estudiantes se oponían a ello. Ahora bien, no era un futuro posible, era un destino. Bolonia fue como una apisonadora, no dejaba opción. La cosa había sido diseñada en las conversaciones sobre educación de la OMC y no admitía réplica. Primero se nos dijo que si las Facultades no querían implantar másteres de postgrado, no pasaba nada, pero que nos quedaríamos sin postgrados. Luego, se nos dijo que nadie nos obligaba a implantar los grados, pero que si no lo hacíamos, nos quedaríamos sin grados (impartiendo alguna suerte de actividades extraescolares). De modo, que los postgrados y los grados se aprobaron con nuestro consentimiento, pese a la resistencia heroica del movimiento estudiantil, que fue reprimido, como siempre, a golpe de porra. Nada era obligatorio, pero todo era inevitable.

Lo más repugnante que tuvo todo este sarcástico chantaje vino por parte de los que, sobre todo desde la izquierda (la derecha no necesitaba disimular su consentimiento), decidieron que esta “revolución educativa” era, de todos modos, una “gran oportunidad”. Una gran ocasión para ponerse al día y modernizarse. Un reto y un desafío para transformar el modelo de Universidad. El delirio de la izquierda superó todas las previsiones. Era la oportunidad, sobre todo, de superar el caduco imperio de la “lección magistral” y cambiar por entero “el modelo de aprendizaje”, implantando una nueva “cultura educativa” que pondría al estudiante en el centro de gravitación. Las autoridades académicas del momento y un despliegue obsceno de propaganda mediática explicaron así cómo iba a ser el futuro. Menos teoría, más práctica. Al fin y al cabo, se repetía sin cesar, los contenidos ya están todos en Internet. Movilidad, mucha movilidad, los alumnos viajarían ahora por Europa, estudiando primero en Madrid, segundo en Varsovia y tercero en Roma o Berlín. Homologación de títulos automática. Clases reducidas: se decía, incluso, que habría que reconstruir las aulas para hacerlas más pequeñas e idóneas para pequeños grupos que aprenderían practicando, por ejemplo, la oceanografía (no es broma, así se explicó el Plan Bolonia en un Informe semanal: así será la nueva Universidad, se decía, mientras se mostraba a unos supuestos alumnos haciendo submarinismo en el Caribe). Al mismo tiempo, algunas empresas se preparaban para ayudar al dinosaurio de la universidad estatal a superar tantos nuevos retos y desafíos. Una empresa llamado Educlick aprovechó los telediarios para vender power points y mandos a distancia que podían perfectamente ahorrarnos el profesorado. Las tarimas serían sustituidas por mesas circulares para que los alumnos jugaran al corro de la patata mientras aprendían. Los viejos títulos universitarios serían sustituidos por una tarjeta que llevaría consignada en su banda magnética todos los cursillos, másteres, grados y gradillos que habría cursado el alumno. Así podría negociar sus “competencias” de tú a tú en cualquier entrevista de trabajo, sin las interferencias de los convenios colectivos y los corsés exigidos por los sindicatos y el derecho laboral. Todo en nombre de la libertad. Con los profesores lo mismo, por supuesto: los rectores y los decanos podrían contratar de tú a tú, de forma individualizada, el contrato, el sueldo y la dedicación. Todo mucho más flexible, por tanto.

Lo de la flexibilidad sí salió bien, es verdad, pues la condición de funcionario (que es la base de la libertad de cátedra), salió muy debilitada según el plan previsto. Todo lo demás, lo de las mesas circulares, las clases pequeñas, las prácticas en el Caribe, la movilidad europea y la homologación de los títulos, de eso, no quedó nada de nada. Sencillamente se subieron las tasas universitarias, multiplicándolas por tres, por cuatro, por cinco o incluso por diez. Las clases de la Universidad estatal siguieron siendo igual de grandes y los profesores se precarizaron hasta la humillación. Había desde luego la manera de cumplir con el sueño de Bolonia en otra parte, pagando en la Universidad privada. Pero el mensaje había quedado bien claro: la sociedad no tiene por qué mantener una Universidad para todos y todas. Ese lujo y ese despilfarro habían llegado a su fin.

En resumen, y como siempre se repetía: la Universidad tiene que rendir cuentas a la sociedad, tiene que estar a su servicio. Esta barbaridad, sonaba incluso de izquierdas. Para nada se recordaba ya lo que en otros tiempos (tan “humboldtianos”) fue una evidencia: la sociedad tiene que estar orgullosa de su Universidad, tiene que estar orgullosa de que haya una institución al servicio de la Verdad, del mismo modo que tiene que estar orgullosa de que haya una institución al servicio de la Justicia (porque no es el Derecho el que tiene que estar al servicio de la sociedad, sino la sociedad la que tiene que estar “en estado de derecho”, como mandan la Constitución y la Declaración de los derechos humanos).

Los estudiantes anti-Bolonia, que lucharon durante diez años en las calles para defender su Universidad, tenían, como se ha demostrado, toda la razón: lo que se estaba jugando aquí no era una “revolución educativa” sino una reconversión económica de la Universidad estatal. Se trataba, sencillamente, de acabar con el despilfarro económico de una universidad de masas y reconducir el dinero público hacia el mundo empresarial. El procedimiento era tan sencillo como un chupete: condicionar toda asignación de dinero público a la previa obtención de alguna “fuente de financiación externa” (una casilla muy temida por los que solicitamos Proyectos de investigación), es decir, a alguna fuente de financiación privada. Si alguna empresa llega a mostrar interés por tu unidad docente e investigadora, el dinero público está asegurado, tendrás financiación y becarios. Es decir, un pequeño ejército que pagado por el Estado trabajará por los intereses de la empresa en cuestión. La Universidad estatal tendrá, por tanto, derecho a existir en la medida en que la empresa privada pueda utilizarla como un aspirador de dinero público y obtener trabajadores a los que paguen otros trabajadores (es decir, becarios pagados con el dinero de los impuestos). Así pues, no solo las tarimas tenían que desaparecer. Había que acabar con las cátedras en tanto que unidades de docencia e investigación y también con los Departamentos, las Secciones y las Facultades, o por lo menos, dejarlos como cascarones vacíos destinados a extinguirse. En la práctica, ya han quedado casi inutilizados y han sido sustituidos por lo que se llaman Grupos de Investigación que sólo son financiados si obtienen, cada tres años, Proyectos de Investigación, que a su vez sólo son verdaderamente financiados si tienen “fuentes de financiación externas o privadas” (si no directamente, al menos a través de los think tanks europeos que administran la gobernanza neoliberal).

La pinza fatal ha cumplido su cometido. Como rezaba el subtítulo de un libro que publiqué hace unos años (junto con Enrique Galindo y Olga García), “entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda” ha llegado a su fin una de las más bellas y grandiosas conquistas que las clases trabajadoras brindaron a la historia de la humanidad: la enseñanza pública, en este caso, la Universidad estatal. De nada sirve lamentarse, es lo que tienen las derrotas, y los trabajadores hace ya muchas décadas que llevan perdiendo la batalla de la lucha de clases. Pero una cosa es ser derrotado y otra cosa es que además te tomen por tonto y te hagan pis encima. Este último papel es el que suele asumir lo que llamamos el “delirio de la izquierda”: no es una derrota, se dice, es una gran ocasión para afrontar los nuevos retos y desafíos.

Lo mismo ocurre en esta trágica ocasión. La crisis del coronavirus ha acelerado la llegada del siniestro futuro, y un ministro supuestamente de izquierdas aplaude. Tenemos que acostumbrarnos a una Universidad no presencial, pero ya no porque el coronavirus nos fuerce a ello, sino porque lo reclama un futuro deseable. Es la vuelta de tuerca que faltaba, suprimidos los alumnos y los profesores, se acabó la Universidad pública. Tenemos Youtube para aprender, ahí hay enseñanza online de sobra y a veces de muy buena calidad. Ya se está barajando, incluso, la posibilidad de bajar las tasas. Sin profesores, sin Departamentos, sin Facultades, sin alumnos presenciales, todo saldrá mucho más barato. Bastará con comprar más ordenadores a algunas empresas privadas que harán fortuna con ello.

¿Quiénes somos los que, ante este inminente futuro, nos morimos de pena? Los que recordamos que la Universidad presencial que conocimos representó quizás la única etapa de nuestra vida en la que fuimos capaces de descubrir y experimentar todo aquello que hacía a la vida digna de ser vivida. El único momento de tranquilidad que hemos conocido en este mundo vertiginoso del turbocapitalismo. Los artífices de esta revolución neoliberal no se empachan en reconocerlo; según el tecnócrata de la educación Malcolm Skilbeck “la universidad ya no es más un lugar tranquilo para enseñar, realizar el trabajo académico a un ritmo pausado y contemplar el universo como ocurría en siglos pasados. Ahora es un potente negocio, complejo y competitivo, que requiere inversiones continuas y de gran escala”. De nada sirve ya recordar que todo lo verdadero, todo lo justo y todo lo bello que ha experimentado el ser humano ha nacido de la tranquilidad, del ocio, incluso del aburrimiento. Cuando en su momento ingresamos en la Universidad, tuvimos la sensación de entrar en un paréntesis, en la epojé de los estudios superiores, donde, como decía Humboldt, “el profesor ya no se debe al alumno, sino que ambos dos, profesor y alumno, se deben a la verdad”. Un momento, además, en que nos encontramos en estado de libertad con toda una generación que estudiaba lo mismo que nosotros, con un empeño que, por aquél entonces, todavía se podía permitir el lujo de ser desinteresado. Porque todas las grandes conquistas teóricas de la humanidad, han nacido del desinterés, del amor por el saber, de la filosofía. En ese lugar “tranquilo”, algunos conocimos que era posible lo que más ha podido dar sentido a nuestras vidas: aprender de los profesores que sabían algo que nosotros no sabíamos y convivir con nuestros compañeros que querían saber por lo mismo que nosotros lo queríamos: por saber. A esto hay que llamarlo “presencialidad”. Ahora bien, no es una presencialidad cualquiera. Es una presencialidad que hace presente todo aquello por lo que merece la pena estar vivo, la verdad, la justicia y la belleza. Desligados online del lastre físico de la presencialidad, sin duda llegaremos muy lejos. Pero yo me pregunto para qué podría merecernos la pena. No es una buena idea llegar a la meta sin amigos y sin amor, sin nada que nos merezca un mínimo de respeto. ¿A dónde vamos tan deprisa? ¿Tanta prisa tenemos en llegar al abismo, por otra parte inevitable, que nos augura el agotamiento ecológico de este planeta? Para llegar a este fin, hemos sacrificado ya a media humanidad, escarnecido las más mínimas cotas de justicia social, hemos puesto, como decía Eduardo Galeano, todo “patas arriba”. Ahora, es necesario –a causa de una pandemia- que, además, lo hagamos online. ¿Pero tenemos encima que estar contentos de ello? ¿Tenemos de verdad que ver en ello una gran oportunidad para ponernos a la altura de los tiempos? No, ministro, no señor Manuel Castells, no lo queremos. En esas alturas no hay más que desolación y tristeza. Preferimos quedarnos aquí abajo, aprendiendo a tocar la guitarra en el jardín de alguna Facultad, bebiendo botellines y disfrutando del hecho de estar vivos, tener amigos presenciales y la convicción de que podemos aprender por el mero hecho de saber, por amor al saber, le venga bien o mal al mundo de los negocios que administra esta sociedad poseída por un sistema demente, absurdo y canalla.

Esta pandemia nos ha quitado todo eso. No nos empeñemos en estar felices y contentos por ello. No tenemos ninguna prisa por llegar al infierno del futuro que se avecina. Que lo hagan las universidades privadas, que para eso están. A un ministro supuestamente de izquierdas (al que se presupone estar a favor de lo público), lo que le pedimos es que haga lo posible porque el futuro nos deje en paz en la Universidad estatal, donde tenemos cosas mucho mejores que hacer que participar en esta carrera suicida hacia ninguna parte. Nosotros no necesitamos triunfar en los negocios, sino trabajar en la verdad, reflexionar sobre la justicia y agradecer que en este mundo haya poesía y belleza además de la urgencia de los compromisos mercantiles.

Postdata

El ministro Manuel Castells acaba de aplazar la discusión que había propuesto, en pleno estado de alarma, sobre el real decreto de Ordenación de las Titulaciones Universitarias. Este documento, que toma por base el que en su día propuso el PP y que tuvo que ser retirado a causa de las protestas sociales, es una nueva vuelta de tuerca en el Plan Bolonia: apuesta por el modelo 3+2 que el movimiento estudiantil logró impedir en su momento, propone estrechar los vínculos entre las universidades y las empresas, y como siempre, flexibilizar aún más el tejido universitario para amoldarlo a los retos y desafíos que las voces de los mercados dicten desde las alturas. Pero gracias al coronavirus, todo esto lo haremos online, a la altura de los tiempos.
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Antigono el Tuerto



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MensajePublicado: Sab Jun 06, 2020 6:44 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Pues sí, muy crítico. Pero muy ingenuo. Suponer que la izquierda defiende la educación pública es como suponer que la derecha defiende a la patria, una cosa es lo que dicen, otra lo que hacen.
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sciurus



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MensajePublicado: Sab Jun 06, 2020 6:57 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Creo que el estado japonés, en las universidades públicas ya eliminó de su plan de estudios aquellas que no fueran útiles...


Voy a ver si lo veo...

Ya he vuelto

https://www.google.com/amp/s/ecoaula.eleconomista.es/universidades/amp/7429152/Japon-dice-adios-a-las-carreras-de-Humanidades-en-pro-de-las-Ciencias


No sé si ya lo han aplicado o es un tema de lanzar globos sonda...
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momper



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MensajePublicado: Sab Jun 06, 2020 8:05 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Cuando veo lo emotivos que se ponen algunos al hablar de la enseñanza pública (en persona les tiembla la voz), siempre tengo la impresión de que hay gato encerrado. Este profesor no dice nada del exceso de universidades que hay en España, ni de quién paga que muchos jóvenes "aprendan a tocar la guitarra en los jardines del campus" (aunque el cobro de cotizaciones a quienes no pueden trabajar en estos tiempos debería habérnoslo enseñado), ni de la frustración de muchos jóvenes al ver que sus años de facultad reflexionando sobre "lo justo y lo bello" sólo les sirven para pelearse como lobos por una plaza de funcionario.

En fin, les dejo este vídeo de nuestra expatriada Lucía Montes sobre su experiencia estudiando periodismo en la Complutense. Quizá tuvo mala suerte al ir a parar precisamente allí, pero creo que algo de lo que dice vale para una reflexión sobre la universidad pública en general:

https://www.youtube.com/watch?v=1AILyETcacc
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akane



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MensajePublicado: Sab Jun 06, 2020 8:16 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

El término medio, siempre tan denostado él...
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"Voy a anclar mi alma atormentada a la flota británica y a preparar unas galletas" (Susan Baker).
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Marcos M.



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MensajePublicado: Sab Jun 06, 2020 9:09 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Momper:

A los demás no sé; pero a Fernández Liria la voz no le temblaba al hablar de enseñanza pública, y doy fe de ello. De todas formas, no empleemos argumentos ad hominem ni hagamos raras conjeturas sobre temblores de voz ni chorradas varias, por dios... Me encanta la discrepancia; pero no esas conjeturas raras...

El artículo trata sobre todo de defender la enseñanza presencial. Y eso también vale para las carreras "útiles".

Todos los licenciados, o, como se dice ahora, graduados, tendrán que pelarse como lobos: aunque estudien por ejemplo ingeniería, los puestos cualificados ofertados son siempre pocos. ¿Quién no ha conocido al típico ingeniero a quien no le queda más remedio que dedicarse a otra cosa porque no encuentra nada en lo suyo? ¿Hay tantas salidas para un ingeniero? Depende de la ingeniería: en mi familia hay una ingeniera mecánica (creo que se dice así) y sus salidas son pocas, las que ofertan empresas del sector automovilístico. Y no hay tantas ofertas porque las plantillas no son inmensas... Esa es la "trampa" del trabajo cualificado, o de ciertos trabajos cualificados: se piensan que abundan las ofertas y que basta con ir a una escuela técnica para luego tener curro garantizado... Ah, me acuerdo de otro ejemplo: una amiga, también ingeniera, tuvo que hacer unas oposiciones (cuerpos especiales del Estado) porque no encontraba curro con su tremendamente utilísimo currículo de escuela técnica... Laughing

Hay cosas que debemos pagar, Momper. ¿O es usted de quienes se quejan también del museo del Prado, financiado en parte de manera pública, como todos esos que quieren suprimir su partida, o privatizarlo, o qué sé yo porque no da el suficiente dinero o no sé qué? Ciertas carreras tienen una incidencia diferente a la propia del mercado laboral: puede sonar cursi, pero ayudan a formar pensamiento crítico. Desde luego, existe la posibilidad de adquirir capacidad crítica de manera autodidacta; pero mejor en lugares donde puedan enseñarte los mejores.

En la universidad se tiene el problema de la introducción de la típica cacharrería inservible: más ordenadores, más programas informáticos como el Power Point, más proyectores... Todo eso encarece las matrículas y aumenta el gasto público. Fuera tanta cacharrería, que no es necesaria (excluyo, obviamente, carreras que requieran laboratorios y el material asociado). Entiendo que en la carrera de Historia del Arte necesiten proyectores para poner diapositivas; pero ¿cuántos se necesitan? ¿Por qué los profesores tienen que emplear el Power Point para dar las clases? Es que es ridículo...

¿Por qué nadie se queja de la proliferación de polideportivos, proliferación innecesaria (en mi pueblo hay dos, uno con nombre demagógico y todo...) o de la proliferación de aeropuertos que se mueren de risa en ciertas comunidades autónomas?

En fin, no vamos a ponernos de acuerdo...
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momper



Registrado: 14 Dic 2008
Mensajes: 4739
Ubicación: el chacuatol

MensajePublicado: Sab Jun 06, 2020 10:50 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Lo del temblor en la voz lo digo muy en serio, y lo hago extensivo a cualquier tema.

A mí "chorradas" me parece toda la lírica que emplea este profesor para justificar la existencia de facultades inútiles que conducen al paro, a la frustración y a la amargura; y no le quepa duda de que de cuantos (muchos) dicen que "un título (el suyo, claro) no sirve para nada", la grandísima mayoría ha salido de facultades de letras. Pero no repitamos lo dicho en el foro de humanidades inútiles, busque los muchos artículos que hay en que se informa de qué estudios demanda el mercado... y déjese de "chorradas".

Por otra parte, la enseñanza presencial es el pasado, hay que ponerse en el lugar de estos jóvenes que han crecido pegados a cacharros desde los que se puede acceder a todo, cualquier enseñanza está literalmente al alcance de la mano, y eso en un mundo donde cada vez se valora más la experiencia, y no el título (esto lo reconoce incluso un profesor como Niño Becerra). Le dejo el enlace a un vídeo de Daniel Bonilla en que explica por qué dejar la universidad fue "la mejor decisión de su vida":

https://www.youtube.com/watch?v=WoqK8G-R5Bo
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Balbo



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Ubicación: Gades in pectore

MensajePublicado: Dom Jun 07, 2020 7:44 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Pues yo no aprendí a tocar la guitarra en la facultad, y eso que era pública... debí faltar a esas clases meintras estaba en el bar o a lo mejor era una asignatura para la que no tenía suficientes créditos. ¡Qué rabia! yo siempre quise aprender a tocar un instrumento. Laughing
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sciurus



Registrado: 10 Sep 2013
Mensajes: 5692

MensajePublicado: Dom Jun 07, 2020 9:38 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Vaya celos sentía de ese tío que tocaba la guitarra y tenía un corro de gente alrededor...ay, cuándo sentíamos que la música y la juventud cambiaría el mundo!!!!! Gracias, escuela y universidad pública!!!! Wink
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farsalia



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Mensajes: 39612

MensajePublicado: Dom Jun 07, 2020 11:09 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Me alegro (y lo digo sinceramente) que un chaval de 16 años pueda irse a Estados Unidos a estudiar Bachillerato e inglés: esa experiencia no tiene precio y más para alguien tan joven, que se empapa de todo. Pero con 22 años no sé si uno tiene la perspectiva de saber si no ir a la universidad "es la mejor decisión de mi vida". Que igual sí, pues hoy día, a pesar de lo que suele decirse, los jóvenes aprenden mucho más que nosotros a su edad y están mucho más curtidos en las tecnologías, por ejemplo. Y que se aburriera en la universidad alguien que manejaba ordenadores desde chaval y con una capacidad creativa más que demostrada, hasta es lógico. En ese sentido, que se sintiera desmotivado no debería ser una sorpresa: sucede constantemente.

Hoy en día se vive muy de prisa, se asumen las cosas con mucha rapidez y todo se valora también con demasiada rapidez, sin que a veces se pare un poco para reflexionar sobre lo realizado. Pero lo que se piensa (y hace) a los 18 años (o a los 22) no es lo que se pensará a los 30, los 40, los 50,... No sabemos si quedarse en la universidad fue lo peor que le podría haber pasado, dándole la vuelta a su afirmación, pues a fin de cuentas en la universidad tampoco es que te dediques todo el día a ir a clase y tomar apuntes, pero no deja de ser una etapa formativa, además de meramente vivencial. Ya hay una generación que ha vivido toda su vida con y en Internet, y ha aprendido de manera autodidacta hasta el punto de no necesitar según qué clases. Pero no conocer lo que había antes de Internet, no valorar la vida, el entretenimiento, el trabajo, todo, antes de Internet también es algo que pasa factura, es una carencia de los chavales de hoy en día, que si están un día sin un aparato tecnológico en sus manos se mueren. La paciencia, el método, la ausencia de tecnologías que hoy consideramos básicas, el aburrimiento incluso, son formativos también, y no sé si este chaval, Dani Bonilla, sabe lo que eso significa y para qué "sirve". Y cuando habla de "madurez" no deja de resultarme curiosa su reflexión (y hasta esbozo una cierta sonrisa condescendiente, lo admito), pero me queda la sensación de que no es más que una reflexión coyuntural. Y es que la "madurez" de los 22 años no deja de ser una etapa más. Y que conste que en mucho de lo que dice hay razón; pero, claro, uno habla de lo que conoce, de su experiencia vital, de su esfera, y es fácil hacer generalizaciones a partir de ese microuniverso (en su caso el ámbito audiovisual). A saber qué pensará a los 30, por ejemplo, como nos pasa a todos, o a lo que se estará dedicando entonces.

En lo que estoy al cien por cien con lo que dice este muchacho es que nunca hay que dejar de aprender. Si uno tiene curiosidad, no se deja de aprender nunca, sea para conseguir (un) trabajo o para llenarse uno mismo. Y eso va mucho más allá de universidades, títulos y demás (algo que Lucía Montes no parece haber tenido en cuenta, por lo que explica en su vídeo).
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Marcos M.



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MensajePublicado: Dom Jun 07, 2020 1:13 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Momper:

Me cuesta entender que en un foro de libros haya alguien, usted, incapaz de percatarse de otra utilidad: la de la crítica. Ciertas facultades son eso mismo: fomentan (contribuyen a) la posibilidad de poner en duda el mercado, el mundo y todo. Si el mercado entra en la universidad para controlarla por completo, se acabó esa posibilidad, la de un espacio de libertad donde huir de la ignorancia para saber si el mundo y el mercado son correctos y justos. Y a todos en cuanto que ciudadanos nos interesa la existencia de dicho espacio de crítica, no vaya a ser que vivamos en un mundo mejorable... La crítica no la va a hacer el ingeniero en la escuela técnica, porque el ingeniero solo fabrica trastos.

Pero se da la paradoja de que el mercado, ese nuevo dios, reclama también al historiador, al científico dedicado a ciencia básica, al filósofo y al filólogo: lo vemos en la sección "Es mayo o abril y he comprado...": todos esos libros que ponemos los escriben científicos, historiadores, filósofos, etcétera. Y hay editoriales conocidas por todos nosotros que los publican prácticamente como actividad principal.

No eche la culpa de esa frustración a las carreras de letras, échesela a los tontos de capirote que se matriculan pensando en lluvias de ofertas. Y no crea que en las facultades de letras engañan: nadie te dice que tendrás veinte mil ofertas cuando salgas.

Si las empresas entrasen en la universidad, los proyectos de investigación sufragados con dinerito público se concederían, como dice Liria, en función del interés empresarial. Entonces cabría la posibilidad de que se investigase para desarrollar cualquier producto que, luego, fuese un fracaso de ventas por mucho estudio de mercado que se hiciese. Y el fracaso podría repetirse: demasiado riesgo para el gasto público incluso suponiendo que ciertos productos finalmente se vendieran. En cambio, quienes hacen o fomentan o contribuyen a la crítica son necesarios aun en el caso de equivocarse, porque puede que hoy la crítica sea errónea pero mañana sea acertada y enmiende todo el orden de cosas. Por eso sí vale la pena destinar partidas de los presupuestos y "arriesgar" algo de dinero público.
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momper



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MensajePublicado: Dom Jun 07, 2020 2:32 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Pero, Marcos, me dice usted eso cuando se está reprochando a los intelectuales no saber nada de economía y no poder criticar, por ejemplo, lo adecuado de las políticas de austeridad. En realidad, todo eso que dice de la formación de un espíritu crítico es sólo la idealización de unos estudios y una forma de enseñar. A pie de obra, las materias que se imparten en esas facultades que usted menciona se prestan a la manipulación y se manipulan, y más que "espacios de crítica" son espacios de adoctrinamiento. Y además, la gente que pasa por esas facultades adquirirá o no esa capacidad crítica (conozco a unos cuantos que no).

P. D. ¿El ingeniero sólo fabrica trastos? Qué duro no haber sabido resolver nunca esos dichosos problemas de trenes que se cruzan. Sad
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akane



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MensajePublicado: Dom Jun 07, 2020 5:47 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Yo tengo curiosidad por saber (dentro de algunos años, quizá, cuando haya cierta perspectiva temporal) si lo que se aprende de forma pasiva mirando la pantalla se fija en el cerebro de la misma manera. Aunque me da que no.
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Antigono el Tuerto



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MensajePublicado: Dom Jun 07, 2020 7:35 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

momper escribió:
existencia de facultades inútiles que conducen al paro, a la frustración y a la amargura; y no le quepa duda de que de cuantos (muchos) dicen que "un título (el suyo, claro) no sirve para nada", la grandísima mayoría ha salido de facultades de letras. Pero no repitamos lo dicho en el foro de humanidades inútiles, busque los muchos artículos que hay en que se informa de qué estudios demanda el mercado

Uy, pues parados hay de "letras" y de "ciencias". Como decía un experto; el futuro próximo ya no demanda carreras, solo que el empleado sepa de dos cosas, idiomas (desenvolverse en entornos extranjeros) y saber manejar herramientas informáticas (software)...vamos, que llegue a la empresa y se adapta rápidamente al programa (que lo aprenda en dos días, vamos). Muchos de los puestos, y más en una economía como la española, suelen ser de, lo que yo llamo, "machacas de oficina"...para los que no se necesitan carreras de ciencias, ni de "letras"...como mucho de económicas...o lo que se llaman (finamente) ciencias jurídicas...y muchas veces ni eso. No alucinemos, la economía española no es la japonesa, ni la canadiense o la suiza; es una economía menos tecnificada, en la que la mayoría de las empresas son pequeñas o medianas, con escasa inversión en tecnología, productividad o formación del personal (que esperan que corra a cargo del Estado), eso explica (entre otras cosas) la endeblez de la economía española. Así que, lamento decir, que en realidad hacen falta más universitarios que los que tenemos actualmente; que un país como España, con la alta tasa de fracaso escolar, y un porcentaje de universitarios inferior a los de países de Europa Oriental como las repúblicas bálticas, no pueda sacar partido a los alumnos que acaban sus carreras, dice mucho de la gran distancia que separa, todavía, a la economía española de otras economías europeas.
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momper



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Ubicación: el chacuatol

MensajePublicado: Dom Jun 07, 2020 8:42 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Se contradice: el futuro próximo no demanda carreras... pero en España hacen falta más universitarios. O una cosa o la otra.

Y sí, da vértigo lo que ha hecho Daniel Bonilla, pero probablemente es el futuro. Como dice Dimitri Uralov en este vídeo, la universidad debería quedar para formar "ingenieros que hacen puentes", médicos, arquitectos...

https://www.youtube.com/watch?v=vT32sYjdtzg
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