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El pequeño Pataxú, Tristan Derème

El juego de los dioses (relato que no compite)
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Dave



Registrado: 07 Mar 2019
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Ubicación: Europa - Jupiter

MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 7:15 am    Tí­tulo del mensaje: El juego de los dioses (relato que no compite) Responder citando

¡Buenos días! Very Happy
¡Hoy empieza el concurso! Esto sí es comenzar semana y mes con buen pie Smile
Y para el que esté como yo, con hambre de relatos, os voy a pegar completa aquí la pequeña aventura de Manio. Sé que es una osadía escribir algo de romanos habiendo aquí gente muy conocedora de ellos, pero espero que al menos os distraiga mientras vienen los relatos de verdad... Luego os leo, que HAL me dice que una antena está fallando... XD

¡Un abrazo!
Dave
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Dave



Registrado: 07 Mar 2019
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Ubicación: Europa - Jupiter

MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 7:16 am    Tí­tulo del mensaje: EL JUEGO DE LOS DIOSES (microrrelato romano) Responder citando

EL JUEGO DE LOS DIOSES

Manio Curio Dentato no era un agricultor al uso. Licenciado tras batallar contra los numantinos, se había establecido cerca de Illiberis, en un terreno propicio donde un arroyo proporcionaba agua fresca para los olivos y la pequeña vivienda. Asqueado de la guerra, sangre y amigos muertos, a Manio se le antojó al principio un pago adecuado a sus años de servicio a las órdenes de Marco Popilio Lenas. Pero ya no. La renta era escasa, y necesitaba más tierra, más olivos. Por eso estaba al borde del camino de la hacienda vecina a medianoche. Si el dueño desaparecía él podría quedarse con ella. Manio no se consideraba buena persona. En la guerra eso no importaba: bastaba con ser efectivo. Oculto en las sombras tras un olmo, oyó un ruido. Eran los dos últimos siervos saliendo de la casa, y el sonido de atrancar una puerta por dentro. Se fueron en dirección a otra casa de labor que se hallaba tras una colina cercana.
Eso era lo que estaba esperando. Hacía ya tiempo que espiaba las costumbres del dueño de la hacienda, Lucio Gallo Tarquinio. Comerciante viudo y sin hijos, prefería dormir en su casa solo y mandaba a los sirvientes fuera por las noches. Una excentricidad, pero para Manio era una ventaja que iba a aprovechar.
Esperó que estuvieran lejos y se acercó al edificio. Aprovechó una parra lateral para subir al tejado, y anduvo por encima hasta llegar al patio interior. Una columna del atrio le sirvió para descolgarse con cuidado de no caer en el impluvio central.
Una vez en el suelo desenvainó su veterano gladio y anduvo por el pasillo delimitado entre las paredes interiores y las columnas, sigiloso como un felino, intentando averiguar cuál sería la habitación de Lucio. En el aire flotaba el típico olor a aceite quemado de lucerna, por lo que fue olfateando hasta la tercera puerta, opuesta a la entrada de la casa. No tuvo duda de que Lucio estaría ahí. Empezó a empujarla despacio para que los goznes no gimieran.
Unos fuertes golpes en el portón de entrada le sobresaltaron.
—¡Amo Lucio! ¡Abrid, deprisa! —gritó alguien desde fuera.
—¡Que Cancerbero os lleve! ¿Qué queréis ahora que ya dormía? —gritó Lucio desde la habitación.
Manio oyó como se levantaba y caminaba en dirección a la puerta. Se movió rápido a la habitación de al lado y tanteó esa puerta. Agradeció a los dioses que estuviera abierta y entró en el cuarto, entornándola a la vez que Lucio salía al atrio.
De nuevo, sonaron golpes en la entrada, insistentes.
—¡Amo, hay fuego en los establos! —gritó otra voz.
—¿Qué? ¿Quién es el responsable? ¿Qué hacéis que no vais a ayudar? —dijo Lucio intentando andar más rápido.
Desde la habitación donde estaba escondido, Manio vio por la rendija que Lucio cojeaba sensiblemente, haciendo que su oronda figura se bamboleara mientras rodeaba las columnas y avanzaba hacia la entrada en la semioscuridad. Quitó la tranca y abrió. Al momento la luz de unas lucernas se proyectó sobre él, y Manio contó cinco figuras embozadas.
—¡Vosotros, aquí! —oyó Manio exclamar sorprendido a Lucio.
—Prendedlo, y pagad a los sirvientes lo que merecen —dijo la figura más alta.
Dos hombres cogieron a Lucio por los brazos y lo metieron forzado al interior, seguidos por el hombre alto con una lucerna.
—¡Eso, pagadnos bien, por Júpiter! —exigieron los dos sirvientes adelantando las manos.
Por respuesta, Manio vio el relucir de dos espadas al ser desenvainadas, y las otras dos figuras acuchillaron a los esclavos para luego arrastrar sus cuerpos y dejarlos tirados en el pasillo. A continuación, cerraron la puerta y se dirigieron adonde estaban sus compañeros.
Manio torció el gesto. No lo lamentaba por los sirvientes, pues habían traicionado a su amo; pero su plan se había complicado y no podría enfrentarse a cinco atacantes. Tendría que permanecer escondido.
Los hombres ataron con fuerza a Lucio con los brazos extendidos a dos columnas delante del impluvio pese a sus esfuerzos por soltarse, y el jefe se puso delante de él, como si le inspeccionara con la lucerna.
—¡Lucio, Lucio! Te has tintado el pelo y has engordado por los excesos de una vida distendida. Pero nadie escapa de la Orden tras robarla.
—¡Piedad, Nuncio! —imploró el comerciante, tembloroso. Manio escuchó un goteo, y un olor acre llegó a él—. Aún tengo bastante, pese al tiempo transcurrido. ¡Quédatelo, y déjame marchar!
Nuncio rio y se apartó.
—Muy generoso de tu parte. Pero dependerá de lo que quede.
A una señal suya los hombres golpearon a Lucio. Al rato se detuvieron, y Lucio volvió a suplicar.
—¡Por... favor...! —dijo con dificultad.
—¿Dónde?
—En esa habitación... —respondió, señalando como pudo al cuarto donde estaba Manio.
—Vosotros dos, id a mirar —ordenó Nuncio a los que habían atado al comerciante.
—¡Maldición! —siseó Manio entre dientes.
Manio se adentró en la habitación a tientas. La luz de la luna apenas se filtraba por un postigo, y alumbraba unos recipientes cerámicos del tamaño de una calabaza pequeña sobre una mesa. Sin nada mejor contra los dos hombres que se aproximaban, Manio cogió uno y se apretó contra la pared junto a la puerta. Deseó que el contenido fuera aceite para poder prenderlo.
La luz de la lucerna que portaban iluminó la estancia al abrirse la puerta. En cuanto pasaron adentro Manio se abalanzó contra ellos, clavando su espada en el costado del primero, y estrelló la vasija contra la cara del segundo.
El primer hombre se desplomó muerto en el suelo, mientras que el segundo se llevó las manos a la cara con grandes alaridos. La lucerna cayó al suelo, rompiéndose. El charco de aceite se inflamó al contacto con la mecha, e iluminó una horrible escena: jirones de piel caían humeantes de la cara y las manos del segundo hombre mientras se deshacían por la acción del líquido espeso que le carcomía vivo. Dando tumbos, consiguió llegar al impluvio y se arrojó al agua para librarse de la atroz quemazón del ácido, pero atinó mal y se lanzó de cabeza contra el borde de mármol. Se escuchó un fuerte crujido y quedó inerte en el agua.
—¡Por todos los dioses! ¿Qué ocurre? ¡Mirad también vosotros! —mandó Nuncio. Manio adivinó que no le habían visto. El vitriolo era temible y le dieron arcadas al recordar el rostro del oponente. Aún así, guardó la espada y cogió otras dos vasijas para usarlas como armas.
Los otros dos hombres se acercaron al agua, y a la luz del aceite ardiendo empujaron el cuerpo.
—¡Marco está muerto! ¡Y tiene la cara desfigurada! —dijo uno.
El otro vio la sangre del hombre caído, y sacando la espada se acercó con precaución.
—¡No ha sido un accidente, Flavio tiene un gran tajo!
Pero no pudo decir nada más. Descubierto, está vez salió Manio a la puerta con rapidez y le golpeó con las dos vasijas a ambos lados de la cara, aplastándole los pómulos. El hombre cayó derrumbado junto al otro compinche. Una vasija se rompió y salpicó a Manio, que sintió la quemazón en el brazo y fue rápido a echarse agua.
—¡Había un sirviente! Pero de mi no escaparás —dijo el otro atacante junto al impluvio y sacando su espada lanzó un tajo hacia Manio, que rodó por el suelo para evitarlo.
El hombre fue a por él, pero Manio le trabó con las piernas y le hizo caer, para luego rodar en el suelo y sacar y clavarle su hoja en el abdomen.
Manio vio un movimiento a la luz de las llamas y rodó de nuevo. Pero al levantarse presto para el combate se encontró con la puerta de entrada abierta. Nuncio había huido.
Fue adonde estaba el comerciante. Tenía moratones en la cara, sangraba por la nariz y respiraba con dificultad.
—¡Loados sean los dioses! No sé quién eres, pero me has salvado la vida.
Manio permaneció ante él, un instante, pensativo, consciente de la espada que empuñaba y manchada con la sangre de dos hombres. El hombre estaba a su merced, indefenso, y el asalto cubriría sus actos. Levantó la espada, dudó, y la bajó con fuerza.
La hoja cortó limpiamente una de las sogas, y otro espadazo liberó a Lucio, que cayó de rodillas y abrazó a Manio. Este suspiró: la mirada de súplica le había removido por dentro y no había sido capaz de matarle.
—Gracias, quien quiera que seas, has sido providencial. Nuncio es un cobarde, pero volverá con más hombres y debo desaparecer. Puedes quedarte aquí, con esta casa, de nada me sirve esta propiedad. Solo es un bien, y prefiero perderla a perder la vida.
Manio se rio abiertamente por la ironía de la situación. Pensó que los dioses se divertían jugando con los hombres, pero mientras fuera a su favor qué más daba. Le ofreció la mano a Lucio para ayudarle a levantarse mientras aceptaba con una sonrisa.
—No te preocupes. Yo cuidaré de tu hacienda.
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Cartero
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MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 7:55 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Me pregunto por qué no lo has presentado 🤔

Ahora en serio. Es bastante bueno. Me quedo con ganas de más aventuras
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Dave



Registrado: 07 Mar 2019
Mensajes: 497
Ubicación: Europa - Jupiter

MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 8:27 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

¡Gracias, Cartero!
Al haberlo iniciado en el XII aquí con vosotros, ya no era anónimo ni inédito. Si no fuera por eso, sí lo hubiera usado. Pero no importa, todo lo que sea relatar es práctica. Lo que sí me resistía era a dejarlo en el cajón, jeje. Quién sabe, quizás haga más aventuras del personaje. ¡Todo se andará! No te creas que no valoro darle una novela para describir su historia Wink. Pero mientras, practico.
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ave



Registrado: 22 Oct 2016
Mensajes: 2305

MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 9:20 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Ah, buenísimo. Con mucha acción que para eso es un relato de romanos. Me ha gustado, Dave, y con todos los elementos que debe tener un relato corto, sorprende, y rompe las expectativas. No digo que ganara el concurso el relato, si lo hubieras presentado, pero estoy seguro de que se llevaría muchos puntos, por lo menos por mi parte.
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Pero, por favor, opinen lo que quieran sobre nuestros relatos.
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sciurus



Registrado: 10 Sep 2013
Mensajes: 5703

MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 10:18 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Vaya giro de la diosa Fortuna...éste granjero me recordó a otro Manio, william Munny. Wink
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Pensad como hombres de acción, actuad como hombres pensantes.

Thomas Mann
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Dave



Registrado: 07 Mar 2019
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Ubicación: Europa - Jupiter

MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 10:35 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Gracias, ave, se hace lo que se puede Smile

Sciurus, no he visto Sin Perdón, pero por la reseña de Wikipedia veo que sí, Manio y Munny tienen puntos en común, ¡qué coincidencia! :O
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Garnata



Registrado: 30 Oct 2017
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Ubicación: En el Sur hay una luz hermosa que detiene el tiempo.

MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 11:27 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Está muy bien el relato, Dave. Me ha gustado mucho.
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La montaña es mi poesía- Guido Rey
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Dave



Registrado: 07 Mar 2019
Mensajes: 497
Ubicación: Europa - Jupiter

MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 11:30 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Gracias, Garnata, es un aperitivo mientras nos llega la primera tanda. Wink
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Likine



Registrado: 11 Ene 2009
Mensajes: 4107

MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 11:33 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Yo tengo una enorme duda, Dave. Si Manio Curio Dentato fue cónsul plebeyo en el 209 y, más tarde, incluso censor... ¿cómo es posible que fuera licenciado como si se tratase de un simple legionario tras las Celtibéricas y encima se estableciera en Iliberris? ¿Hay ager publicus en Iliberris? ¿Un senatorial como colono? ¿Quizá tu protagonista es un descendiente menor de aquella familia ilustre y, si así fuera, cómo puede portar los tria nomina más honoríficos de la gens Curia? No sé, no sé... El relato es bueno y está bien construido, pero me falla un tanto la contextualización histórica y cultural.


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Proverbio aragonés.

«Si quieres llegar rápido, camina solo; pero si quieres llegar lejos, camina acompañado.»
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Dave



Registrado: 07 Mar 2019
Mensajes: 497
Ubicación: Europa - Jupiter

MensajePublicado: Mar Nov 03, 2020 11:55 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Hola, Likine, pues el caso es que el nombre me lo inventé, no sabía que hubiera un personaje histórico real. Podemos considerarlo un homónimo de una rama menor de la familia, aunque no sé si requeriría algún permiso para portar los tria nomina...
Respecto al terreno público, en Illiberis parece que estaba parcelado e incluso censado (ver: IDENTIFICACIÓN DEL CATASTRO RURAL ROMANO A TRAVÉS DE LOS FUNDI. UNA METODOLOGÍA APLICADA EN EL AGER ILIBERRITANVS). Smile

Me da cosa hasta contestarte, porque de romanos estoy muy verde... Asi que agradezco estos comentarios que sirven para aprender para mi próximo de romanos Wink. ¡Gracias!

EDITO: en Wikipedia hay otro homónimo, que hizo lo que mi personaje: retirarse a una granja... Se ve que esto era común, imagino que querrían escapar de tanto guerrear... Pego lo de Wikipedia:

En el año siguiente, 274 a. C., fue elegido cónsul por tercera vez, y llevó a la guerra contra los lucanos, samnitas, y brutios, que aún continuaban en armas después de la derrota de Pirro. Cuando esta guerra estaba por terminar, Curio Dentato se retiró a su granja que tenía en el país de los Sabinos, donde pasó el resto de su vida y se dedicó a actividades agrícolas, aunque todavía dispuesto a servir a su país cuando fuera necesario; por lo que en el año 272 a. C. fue investido con la censura.
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farsalia



Registrado: 07 Nov 2007
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MensajePublicado: Mie Nov 04, 2020 1:21 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Es importante contextualizar correctamente antes de ponerse a escribir, pues la época escogida marcará la verosimilitud de la trama y los personajes; del mismo modo que, en el caso de un relato romano, es importante, por la verosimilitud del personaje, escoger bien los nombres. A menudo se abusa de los tria nomina, como si todo personaje romano tuviera que llevarlos sí o sí... y no siempre era así. Colleen McCullough comentaba en las notas finales de una novela que en las películas los nombres de los personajes romanos estaban mal puestos... casi siempre, y tenía razón; sucede igual en muchísimas novelas. Aparte de que plebeyos podían perfectamente tener solo dos nombres, y de hecho era lo habitual; un plebeyo con tres nombres busca llamar la atención y arrogarse méritos que a menudo no tenía. Y los patricios se lo seguirían mirando por encima del hombro, y más en épocas como la de este relato.

Manio Curio Dentato no era un personaje cualquiera en la Roma de principios del siglo III a.C.: tres veces cónsul, logró además ser elegido censor, la culminación de la carrera de un político, y además plebeyo. Tal figura, a la altura de un Fabio Máximo o un Claudio Marcelo (cinco consulados cada uno varias décadas después, ya en el período anterior y durante la Segunda Guerra Púnica), sería recordada y sus descendientes se beneficiarían de sus éxitos en sus propias carreras políticas y militares. Pero, claro, si escoges un personaje que se llama igual y planteas quizá que sea descendiente, generas más dudas que certezas y te arriesgas a que se desmonte el tinglado. Un Curio Dentato descendiente de aquel Manio tan laureado no sería "licenciado" sin más: lo más probable es que fuera tribuno militar y no simple soldado (el apellido familiar lo impediría... y en la Roma republicana la alcurnia importaba mucho: es lo que te hacía destacar). No sería como el protagonista de este relato y tampoco sería colono en unas tierras que no le rinden en el sur de la Hispania Citerior unos años después de las guerras celtibéricas: ¿qué se le habría perdido allí? Volvería a Italia, a las tierras familiares, donde si quería podría retirarse, no se quedaría en Hispania.

Además, al margen de la verosimilitud del personaje y su hipotética conexión con ese Manio Curio Dentato tan ilustre, porque en el siglo II a.C. aún no se habría realizado una parcelación de tierras en esta zona, como sí se haría un siglo (o dos) después, una vez terminada la conquista de la Península Ibérica y extendida la municipalización y provincialización del territorio. Este relato, situado a caballo del siglo I a.C. I d.C., o a lo largo de esta última centuria, sería plausible en sus líneas maestras: tierras parceladas y con veteranos de guerra instalados en ellas como colonos. En el siglo II a.C., no.

Y es lo que falla en el relato: la contextualización, tan marcada en el inicio del mismo y que te obliga d'un necesidad alguna. Sin esa contextualización tan destacada por tu parte, no te pillan en un renuncio: el personaje puede llamarse de otra manera, ser un simple veterano de guerra y ser lo mal agricultor que se quiera plantear. Pero al crear un personaje que casualmente (o no, haciéndolo descendiente de quien se llama igual que él y está bien documentado en las fuentes) se llama como se llama (no está de más poner en Google un nombre romano para ver si no está "cogido" ), y al situarlo en un período en el que esa parcelación aún no era posible (fíjate que el artículo que mencionas nos habla de restos de villas en el ager Illiberritanus con cronologías entre los siglos I y V de muestra era), la contextualización es fallida y la verosimilitiud se cae.

Consejo: curraoslo un poco más al respecto o, mejor aún, no os queréis los dedos al querer ser de agosto explícitos en una contextualización que fallará si no es sólida, coherente con la época y sobre todo verosímil.

O como le digo a menudo a un amigo: reescribe el relato, trabájalo, dale vueltas, por breve que sea.
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Dave



Registrado: 07 Mar 2019
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Ubicación: Europa - Jupiter

MensajePublicado: Mie Nov 04, 2020 7:18 am    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

Hola, Farsalia, gracias por las anotaciones, porque lo bueno de Hislibris son los comentarios para aprender. Si lo hubiera dejado en el cajón no hubiera aprendido todo esto de los nombres. Del parcelamiento de tierras, ten en cuenta que mi personaje ha luchado en Numancia, estaría en siglo IV dC.
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ave



Registrado: 22 Oct 2016
Mensajes: 2305

MensajePublicado: Mie Nov 04, 2020 1:57 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

¿Dónde pone en el relato que el apodado “dientes” fuese el cónsul del que habláis o su descendiente? La verdad, espero que no os lo toméis a mal, Likine y Farsalia, pero es que sabéis tanto sobre la historia de Roma, sois tan eruditos en el tema, que el bosque no os deja ver ni un solo árbol. No estamos haciendo Historia. Y vuestra obsesión por los nombres es… no sé… improcedente. También es difícil, me extraña que no lo hayáis dicho, que alguien aceptara el cognomen de Tarquinio, yo lo veo incluso más improbable; pero oye, ¡vete a saber!, tantos romanos morirían sin que quedaran reflejados sus nombres en la epigrafía.
Sinceramente, solo es un relato y le buscáis un nivel de realidad histórica a los personajes de una ficción, que además pertenecían al vulgo, que, en mi opinión, vuestra crítica no tiene sentido.
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farsalia



Registrado: 07 Nov 2007
Mensajes: 39627

MensajePublicado: Mie Nov 04, 2020 2:26 pm    Tí­tulo del mensaje: Responder citando

En un relato histórico de ficción no tiene que haber "realidad" histórica, pero sí verosimilitud. No es lo mismo...

Cuando un personaje se llama igual que un personaje histórico sobre el que tenemos datos, surgen los problemas de verosimilitud. Los nombres significaban mucho en el mundo romano. Hoy alguien puede llamarse Felipe González o Pablo Iglesias, que son muy comunes, y aparte del chascarrillo, pues no pasa nada: es algo normal. Si te llamabas Manio Curio Dentato en el siglo II a.C., y en un mundo cívico mucho más pequeño, suegen problemas en la época (¿eres un descendiente? ¿un liberto, quizá?)... y en la verosimilitud del personaje que has creado en la ficción; lo he contado con detalle en mi post anterior y no voy a insistir en ello.

Si vas a inventar un personaje romano, hay que trabajar mucho más su "biografía"... pues es un ámbito, en lo social, muy documentado e investigado. No te compliques la vida: busca un poco (libros sobre el tema no faltan), ten siempre en cuenta que los nombres conocidos pertenecen en su inmensa mayoría a familias de la élite (de las que tenemos más datos concretos, a diferencia de la parquedad y lagunas en cuanto a los plebeyos). No es necesario que un plebeyo tenga los tres nombres, no olvides que no es lo mismo situar a un personaje en Hispania en el siglo II a.C. que en el I a.C.,... del mismo modo que tendrás en cuenta lo que significa vivir en un pueblo en el siglo XVII y lo que significa hacerlo en el XX, incluso en un ámbito donde parece que los cambios son menos perceptibles que en una ciudad. En definitiva, trabaja más en la construcción del personaje, hazlo verosímil y no de cartón piedra.

Es una cuestión de verosimilitud y además con detalles muy fácil de percibir, nada especializados, y de contrastar. Cuidar esa contextualización y verosimilitud es básico en la construcción de una ficción histórica. Y para el mundo romano, tan conocido, todavía con mayor énfasis.

Tarquinio es un nombre con ecos más "étnicos" que personales y que apunta a ascendientes etruscos; como hay cognomina que evocan pueblos foráneos como Gallus (Galo), por ejemplo, y que nadie discutiría en una sociedad romana en la que los orígenes étnicos era tan diversos y los nombres más reducidos. Lo que puede rechinar en ese personaje no es que se llame Tarquinio, sino que también tenga, por narices, los tres nombres... como si todo el mundo los tuviera que tener. Ese es un error habitual en la novela histórica: tirar de tópicos.
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