GOERING. EL SEGUNDO HOMBRE DEL TERCER REICH – François Kersaudy

De Hermann Wilhelm Goering (1893-1946), más allá de su papel como segundo hombre en el NSDAP, sucesor designado de Adolf Hitler, Reischsmarschall, ministro del Aire, primer ministro de Prusia, jefe de la oficina del Plan Cuatrienal y un largo etcétera de cargos, ha quedado una imagen caricaturesca: el hombre que sentía pasión por los uniformes (se llegaba a poner cuatro al día en su momento de máximo apogeo), que coleccionaba condecoraciones, que robaba descaradamente obras de arte, que no podía pasar sin sus dosis diarias de morfina, que celebraba fiestas en su mansión de Carinhall mientras los aviadores de la Luftwaffe caían como moscas en el frente bélico… y así también un largo etcétera. Ya en 1940 Charles Chaplin parodió la pasión de Goering/Herring por las condecoraciones en su magistral película El Gran Dictador; y en los años treinta los chistes a costa del mariscal del Reich eran comunes y, además, del gusto del propio Goering, que los guardaba, orgulloso de ser tan popular. Así, por ejemplo, Richard Grunberger en su libro Historia social del Tercer Reich (Ariel) recopila algunos de los chistes que solían contarse sobre Goering, como aquel en el que, enviado a Roma para delicadas negociaciones con la Santa Sede, el mariscal envió un telegrama a Hitler: «Misión cumplida. Papa depuesto. Tiara y vestimenta pontifical me sientan perfectamente» (p. 352).

Pero, chistes al margen, la figura del Reischsmarschall da para muchas biografías. Entre las últimas, y la primera en francés, está Goering. El segundo hombre del Tercer Reich, de François Kersaudy (La Esfera de los Libros). Una monumental biografía, deberíamos decir de entrada: casi mil páginas de texto. Y un libro que combina la biografía detallada del personaje con, inevitablemente (ya le sucedió a Ian Kershaw con su mastodóntica biografía de Hitler), el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Pues en este texto el espacio dedicado a los primeros cuarenta años de la vida de Goering, desde su nacimiento y hasta la designación de Hitler como canciller el 30 de enero de 1933, apenas ocupan 150 páginas, mientras que la mitad del libro está dedicada a los cinco años y medios del conflicto mundial. Pero no estamos ante una biografía descompensada, como pudiera parecer, pues Goering está bien presente en todo el libro. Nunca dejamos de seguirle la pista, ni de sorprendernos por su… (in)competencia.

La contraportada del libro ya nos anticipa de qué va este libro y remarca la retahíla de epítetos descalificativos que se pueden aplicar a un personaje como Goering: «conspirador de taberna, golpista improvisado, militante errante, parado morfinómano, talentoso hombre de negocios, dandy corpulento, orador estruendoso, diputado mercenario, truhán reconocido, delincuente ocasional, nuevo rico, cazador de élite, estratega de salón, economista amateur, precoz ecologista, coleccionista compulsivo, ministro sin escrúpulos y cómplice de todos los crímenes cometidos por su jefe». Todo eso y más, pero también un hombre que se hizo a sí mismo, que brilló con luz propia como aviador en la Primera Guerra Mundial, que fue enormemente popular durante los doce años régimen nazi (incluso en los últimos meses, cuando las principales ciudades alemanas habían sido arrasadas por la campaña de bombardeos estratégicos aliados que la Luftwaffe no pudo evitar), que amó a sus dos esposas, la sueca Carin von Kantzow (con quien ya mantuvo relaciones estando ella aún casada y a quien dedicó un mausoleo en su fastuoso palacio de Carinhall) y Emmy, que le dio una hija, Edda, que durante un tiempo fue considerada la heredera natural del Reich. Pero, sin estar a la altura criminal de Hitler, Himmler o Heydrich, Goering no es precisamente un personaje con el que uno pueda empatizar, incluso si nos quedara únicamente la imagen caricaturesca del hombre panzón y rubicundo que acumula medallas y se pirra por los uniformes. Como diagnosticó un médico sueco a mediados de los años veinte, Goering era «sentimental con los suyos, pero totalmente insensible hacia el resto».

Kersaudy tiene presente la catadura moral de un personaje como Goering. Alguien que nunca dudó de su fidelidad al Führer, de la que ni quiso ni intentó disociarse en el macrojuicio de Núremberg. Goering potenció siempre el aura legendaria de su relación con Hitler, a quien conoció en 1922 y de quien siempre fue acérrimo seguidor. Nunca Goering olvidó su labor como bravo escudero de Hitler, ni siquiera cuando tras el Putsch muniqués de noviembre de 1923, herido en una ingle, tuvo que huir de Alemania y vagabundear durante varios años, olvidado por todos en el partido nazi. Su retorno a la escena alemana en 1927 pudo terminar nada más empezar, pues nadie contaba con él en el NSDAP, pero sus contactos con industriales y hombres de negocios alemanes (y suecos), le granjearon un puesto destacado en el partido. Hasta el punto de que fue de los pocos diputados nazis elegidos en las elecciones de 1928. Ahí empezó la meteórica carrera política de Goering, que en apenas cinco años le llevó a presidir el Reichstag y poner todo de su parte para que Hitler fuera designado canciller en enero de 1933. Y desde entonces, la gloria, los mejores años de Goering en el poder, hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Una guerra que nunca deseó empezar, como insistirá en el juicio de Núremberg, y que siempre trató de evitar a través de la diplomacia.

Kersaudy incide en la pasión política de Goering, especialmente en las prebendas y privilegios que acumuló a lo largo del régimen nazi. Pero un lugar especial en el libro, destacado a nivel de historia militar, es el papel de Goering como jefe de la Luftwaffe, que levantó de la nada… aunque, desde luego, no sin ayuda: tanto o más mérito que Goering tiene Erhard Milch, a quien Goering protegió en los primeros años a causa de su origen judío, que fue ocultado, prefiriéndose que pasara por bastardo antes que por judío. Milch, designado secretario de Estado del Reichsluftfahrtministerium (Ministerio de Aviación del Reich) ya en 1933, fue quien cardó la lana mientras otro (Goering) se llevó la fama. Pero cuando la Luftwaffe falló estrepitosamente en la Batalla de Inglaterra, en el verano de 1940, y cuando se hicieron patentes lo abultados errores estratégicos de la aviación alemana en la campaña de Stalingrado, Goering comenzó a perder el ascendiente que tenía sobre Hitler. Gran parte del libro trata sobre la construcción de la Luftwaffe, los diseños de los cazas y bombarderos de Heinke, Junkers y Messerschmitt. El lector más interesado en las cuestiones militares del conflicto mundial encontrará numerosos detalles al respecto del papel de la Luftwaffe en la guerra; incluso los que no estamos tan aficionados a estas cuestiones disfrutamos con la ágil y hábil disertación de Kersaudy al respecto.

Junto a la biografía puramente personal de Goering, además de su papel cada vez más desastroso durante la guerra, la defensa que el personaje asumió en Núremberg cobra importancia en las últimas cien páginas del libro de Kersaudy. Así, observamos a Goering luchando por mantener la máscara que él mismo se ha puesto, que ha interiorizado y que pretende que todos los acusados asuman, no permitiendo que la pátina mitificada sobre Hitler quede deslucida. No pudiendo escapar a la condena a muerte por ahorcamiento, algo que le horrorizaba y que destruía esa imagen de mártir de la causa nazi, Goering, como el frustrado actor que fue en todos los aspectos de su vida, quiso presentarse a la muerte saliendo de escena con una cápsula de cianuro en la boca en sus últimos momentos. Para entonces nadie dudaba ya de que, frente a la imagen de un aparente bonachón gordo que sentía pasión por los honores y las medallas, Goering era también la imagen criminal del Reich nazi. Siempre pretendió desconocer lo que sucedió en los hornos crematorios de los campos de exterminio, pero no podía obviar que ese camino lo trazó él mismo como creador de los primeros campos de concentración en 1933. Pudo y le echó la culpa de todo el genocidio a Himmler, disculpando a Hitler como lo hacía consigo mismo aludiendo ignorancia respecto lo sucedido, pero nadie se dejó engañar.

La biografía de Kersaudy es apasionante, de una lectura voraz y amenísima. Se agradecen las múltiples notas a pie de página que complementan, matizan o clarifican conceptos y hechos tratados en el texto. Se agradecen los mapas, aunque se echa en falta un aparato de fotografías e imágenes sobre los principales personajes que constantemente aparecen en el libro. La traducción en ocasiones parece apresurada y demasiado dependiente de un francés que tiene sus propias grafías para la trascripción del idioma ruso (nombre que en castellano se escriben de otro modo). Pero estas deficiencias no empañan, ni de lejos, una biografía que refleja muy bien la personalidad desbordante de alguien como Goering. Y que nos ofrece una imagen global del personaje, sin pretender caer en la fácil parodia ni en una deshumanización del personaje. Porque Goering no era inocente de nada de lo que se le acusó en Núremberg, pero era consciente de que su vida pudo ser diferente. Escogió la vida que llevó, desde luego, pero sabía perfectamente donde se metía cuando, en 1922, conoció a un tal Adolf Hitler y se adhirió a un partido racista y xenófobo que, en apenas veinte años, devastaría Europa. Muchos nazis se quedaron con la etiqueta; Goering creó la suya propia.

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10 comentarios en “GOERING. EL SEGUNDO HOMBRE DEL TERCER REICH – François Kersaudy

  1. Pere dice:

    Hay que reconocer que el blog se lo curra cada día por estar a la altura. Bravo Farsalia por la reseña, amena, sesuda e instructiva y que deja muy bien perfilado al personaje, autentico pájaro de cuidado, este mariscal del Reich que hay que reconocer que, a su modo, también se curró su leyenda como señala el mismo Sebastian Haffner que en el libro “Alemania Jekyll y Hide, el nazismo visto desde dentro” no duda en contraponer Goering al propio Hitler y (des)calificar al primero como un genuino prototipo de dictador alemán, sanguíneo, volcánico y narcisista en contraste con la cultivada imagen de castidad monacal y vegetariana del amado Führer, cosa que al entender de Haffner hace más inexplicable la adhesión del pueblo alemán. En todo caso, y a la espera de pillar el libro, planteo un interrogante que surge cuando uno se va adentrando en la literatura histórica sobre el III Reich y que no sé si el libro desarrolla y que es el siguiente. Teniendo en cuenta la acumulación de catastróficas desdichas de las que era causa directa la propia incompetencia de Goering ¿Cómo logró mantenerse como el segundo hasta el final? ¿Por pereza de Hitler? ¿Muestra de las ineficiencias del sistema en la selección de las elites?

    Saludos y enhorabuena

  2. Farsalia dice:

    Gracias, Pere. Hitler admiraba el valor de Goering durante la Gran Guerra, sus modales aristocráticos, su firmeza en los tiempos de lucha previa a la llegada al poder, sus contactos. El Goering de antes de la guerra era algo más que la caricatura en que se convirtió después. El fracaso de la Batalla de Inglaterra ya marcó un antes y un después en las relaciones de Hitler con su segundo al mando, que se fue marginando poco a poco y de quien Hitler tambièn paulatinamente presincidió. También la guerra atomizó los feudos de poder, cuando otros jerarcas nazis como Himmler y Bormann crearon (o consolidaron) estructuras de poder paralelas dentro del régimen.

  3. Rosalía de Bringas dice:

    ¡Qué buena reseña, Farsalia!
    A este paso, las lecturas de esta sección van a terminar con el poco tiempo que me queda.
    Un saludo.

  4. Farsalia dice:

    Gracias, Rosalía. Uys, el tiempo ya empieza a cotizarse en bolsa…

  5. José Sebastián dice:

    Enhorabuena por tan magnífica reseña, Farsalia. Como bien apunta Rosalía ya hay que tomarse su tiempo para leerla. Pero, desde luego, vale la pena.

    Como bien señalas, el tamaño de la obra le hace a uno meditar cuándo poder emprender su lectura y no sucumbir en el intento. La tengo acomodada al lado de la biografía que Ralf Georg Reuth dedicó a Goebbels. Ya veremos cuál de las dos acometo antes.

    En cuanto al comentario de Pere sobre la selección de élites en el III Reich, no recuerdo qué autor habló muy acertadamente de la «pandilla de criminales» que rodeaba a Hitler. A cuál peor: Goebbels, Himmler, Bormann, Goering… En cualquier otra época y/o lugar hubieran estado todos encerrados en una cárcel o, mejor áun, en un manicomio. Incluyendo al pintor de acuarelas frustrado que vagabundeaba por los albergues de Viena. ¿Elites? ¿Qué élites?

    Saludos.

  6. David L dice:

    1) Hago un corta-pega de mi opinión espuesta sobre Goering que ya realicé en la biografía de este personaje escrita por Roger Manwell y Heinrich Fraenkel , creo que puede servir igualmente para debatir en este magnífica reseña de farsalia. Aprovecho para preguntarte si crees que el autor francés coincide en algunos de los puntos que te expongo sobre Goering. Me interesa saber si tengo una visión parecida a la que ofrece Francois Kersaudy.

    2) Bueno, a mi Goering me parece un personaje muy atrayente dentro de los dirigentes del Tercer Reich, un individuo culto, inteligente, pero que como todos los demás no supo nunca decir no a Hitler, aunque hubo veces que llegó a intentarlo. Esto no es un pliegue de descargo en aras de “limpiar” la imagen del biografiado Goering, sino más bien una manera de situarlo en su justa medida dentro de lo que fue el organigrama jerárquico del Tercer Reich. Como Goebbels, a Goering también le atenazó el pánico cuando llegó el momento de dar el salto definitivo hacia la guerra, en definitiva él pensaba que podría llegarse a unos objetivos más o menos compatibles con las arengas de Hitler de una manera no tan drástica como era el uso de la fuerza, al menos no al nivel exigido por su “Fuhrer”.Seguramente fue uno de los más implicados en que Alemania no entrara en guerra contra Francia y GB, además de no estar tan seguro de iniciar la ofensiva contra la URSS. Digamos que buscaba los mismos objetivos, pero pensaba usar distintos medios para lograrlo. Una vez que todo explotó, Goering se unió al carro de las victorias alemanas y fue partícipe de sus logros y fracasos. Su posición como nº 2 del Reich siempre estuvo presente en sus acciones, a veces estuvo más preocupado de no perder su “puesto” en la sucesión que de tomar las iniciativas que fuesen necesarias para dotar a la Luftwaffe de los medios necesarios para hacer de este Arma algo más que una fuerza de apoyo a las fuerzas terrestres . Aunque no sólo se puede culpar a Goering de esta planificación, donde el uso del arma aérea nunca obtuvo prioridad a nivel estratégico. En fin, un personaje del que se puede debatir ampliamente.

    Un saludo.

  7. Pere dice:

    Perfecto David L. Esta era la idea que tenia, más o menos, del personaje que con sus complejidades era un poco una rara avis dentro del arcano (y cervecero) funcionamiento del sistema de las élites nazis.

  8. Farsalia dice:

    Leí este libro hará un año, así pues los recuerdos que tengo del mismo quizá no sean muy frescos. En cierto modo, creo recordar que Kersaudy menciona el interés de Gorring por evitar la entrada en la guerra, incluso analiza a fondo un viaje relámpago a Londres (si no ando errado) para tratar de convencer a los británicos (mientras o justo después de la firma del pacto nazi-soviético de no agesión) de la necesidad de mantener la paz entre ambos. También su )relativa) desazón ante la necesidad de entablar la Batalla de Inglaterra.

  9. David L dice:

    Gracias farsalia. Creo que puede ser una buena biografía del personaje. Este autor también tiene publicada en francés una biografía de Hitler y de Churchill:

    http://www.amazon.fr/Hitler-Fran%C3%A7ois-Kersaudy/dp/2262034869/ref=sr_1_3?s=books&ie=UTF8&qid=1328584789&sr=1-3

    http://www.amazon.fr/Winston-Churchill-limagination-Fran%C3%A7ois-Kersaudy/dp/2847345833/ref=sr_1_2?s=books&ie=UTF8&qid=1328584789&sr=1-2

    Un saludo.

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