HAMMERSTEIN O EL TESÓN – Hans Magnus Enzensberger
«El olvido no es virtud.»
Hombre en cierta medida atípico, el barón Kurt von Hammerstein-Equord. Aristócrata y militar nacido en 1878, jefe del Alto Mando del ejército alemán entre 1930 y enero de 1934 (por entonces el puesto supremo en dicha fuerza armada), casado con la hija de un general que parece el arquetipo del militar alemán ultrarreaccionario, Hammerstein era sin embargo un republicano, un hombre que aspiraba a la unidad europea y que, aunque contrario al comunismo, profesaba simpatía y respeto por los rusos. Uno de sus colegas generales lo tenía por «pacifista y ciudadano del mundo». Derechista, culpaba sin embargo a los partidos de derecha de la ruinosa política interior de su país. Ocupando los más altos cargos del ejército alemán (antes de comandarlo fue jefe de su camuflado Estado Mayor, entidad prohibida por el Tratado de Versalles), solía tenérselo por un vago, y es que detestaba el trabajo burocrático y aprovechaba la menor excusa para dedicarse a su pasatiempo favorito, la caza. Uno de sus yernos lo describió como un hombre ajeno a la imagen del alemán típico, trabajador y concienzudo.
Padre de numerosa prole, conforme la tradición aristocrática, su conducta no era la del característico pater familias de su entorno, autoritario y represivo: sin reproches de su parte, sus hijos, especialmente las tres hijas mayores, trababan amistad con jóvenes judíos y frecuentaban ciertos círculos izquierdistas en la época de Weimar. Menos atípico era el altivo, patricio desdén que le inspiraban los nazis. Lo mismo cabe decir de su postura frente al III Reich: lo aborrecía, entre otras cosas porque intuía que su belicosidad llevaría a Alemania a la ruina, pero nunca hizo nada por obstaculizarlo. Decía admirar el coraje civil, mas la suya fue una oposición meramente pasiva. En todo caso, lo más seguro es que si no hubiese fallecido de cáncer en 1943, Hammerstein habría tomado parte en el fallido golpe del 20 de julio de 1944… como de hecho hizo uno de sus hijos.
Familia en cierto modo atípica la suya, también, pues no hubo en su seno ni un solo nazi ni simpatizante de los nazis. En cambio, sí hubo comunistas y filocomunistas –ya se ve: atípico no equivale a ejemplar–. Dos de sus hijas, Marie Luise y Helga, militaron en el partido comunista alemán, y la mayor de todas, Marie Therese, participó en operativos de socorro en favor de comunistas y judíos perseguidos. En los estertores del régimen, la viuda del general, Maria, y dos de los hijos menores fueron recluidos en campos de concentración. Los hijos Kunrat y Ludwig, ex militares heridos en el frente y licenciados, salvaron por los pelos de caer en las razzias perpetradas por los fanáticos cuando el régimen perecía. En fin. La vida de la familia Hammerstein es el punto de partida del que se sirve el escritor alemán Hans Magnus Enzensberger para indagar en las fuentes del trauma alemán, aquel abominable pasado signado por el dominio nazi.
Hammerstein o el tesón (2008) es un peculiar ejercicio literario en forma de collage, un puzzle si se quiere, en que la fidedigna narración biográfica alterna con la reproducción parcial de documentos, apartados a modo de glosa que dan razón del contexto histórico, información sobre personajes que intervinieron en la saga familiar de los Hammerstein y, por último, una serie de «conversaciones póstumas», genuino alarde de destreza literaria en que el autor da voz a los muertos en procura del matiz emocional, de aquella nota humana que tantas veces resulta inaccesible al trabajo de reconstrucción historiográfica; también es una forma alternativa de abordar ciertos aspectos oscuros de los acontecimientos. Se trata de una fórmula de licencia literaria ya antes probada por el autor, como en su obra Diálogos entre inmortales, muertos y vivos (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2002). Enzensberger «dialoga», y de modo sumamente vívido, con varios de los Hammerstein y con personas que tuvieron un papel decisivo o incidental en esta historia alemana, a saber: el general Kurt von Schleicher, amigo de Kurt von Hammerstein, predecesor inmediato de Hitler en la Cancillería y una de las víctimas mortales de la denominada «noche de los cuchillos largos» (30 de junio de 1934); Werner Scholem, dirigente comunista y hermano del famoso estudioso judío Gershom Scholem, fue amigo de Marie Luise von Hammerstein; Ruth von Mayenburg, esposa de un dirigente del partido comunista austríaco y dama cuyo lujoso tren de vida ocultaba la actividad de una agente soviética (alcanzó un grado importante en el servicio de inteligencia del Ejército Rojo); Leo Roth, pareja sentimental de Helga von Hammerstein, comandó el servicio de inteligencia del PC alemán y fue fusilado en la Unión Soviética en 1937.
Obra polifacética en la forma, también lo es en el contenido. En su apretada extensión el autor abarca una diversidad de cuestiones, lo que él llama las «razones decisivas y contradicciones del caso alemán», por medio de recursos tomados de la ficción narrativa, del ensayo, del reportaje periodístico y de la biografía. (El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Durruti –1975- ya era una prueba de la afición del autor por la convergencia variopinta de recursos y excursos.) A partir del motivo principal, la vida de Hammerstein y su familia, el hilo central de la «narración» se interrumpe y dispersa en múltiples ramificaciones, esto es, digresiones varias y pasajes a modo de tramas secundarias, como –por ejemplo- las peripecias de Leo Roth y de Ruth von Mayenburg, amiga del general Hammerstein. Mientras ésta era sondeada por uno de sus superiores, el mariscal soviético Kliment Voroshílov, a objeto de intentar ganarse al general para un alzamiento de la Wehrmacht contra Hitler, Leo Roth, bajo cuyo alero Helga von Hammerstein operó como agente clandestino de los comunistas, se atraía en su exilio moscovita las sospechas del Komintern (con muy fatales consecuencias). Por sí solas constituyen historias atractivas. No se crea, empero, que semejante dispersión temática haga de Hammerstein… un texto deshilvanado, ni que su lectura resulte una actividad enfadosa. La prosa llana de Enzensberger y la diestra concatenación de las partes convierten a este collage en una obra coherente y muy interesante.
El trasfondo histórico –Hitler y el nazismo, nada menos- suponía el riesgo de toparse con un tratamiento maniqueo de la cuestión, un tema pintado en trazos gruesos a la manera de una historia simplona y aleccionadora. No es el caso de la obra en comento. La figura protagónica, el general Hammerstein, se hace merecedora de muchos apelativos pero no del de héroe; Enzensberger rinde homenaje a su lucidez y a su capacidad de anticipar las calamidades que entrañaba la vesania nazi (con excepción del Holocausto), pero no eleva el personaje a un pedestal. Otra cosa es que uno pueda discutirle su condición de miembro de una «Resistencia» alemana. Es cierto que Hammerstein criticaba severamente a Hitler y su régimen en la intimidad de familiares y amigos, pero, si hemos de fiarnos del retrato que de él elabora el autor, el hombre apenas parece haber tenido pasta de conspirador. (Como muchos de los de su estamento social, en 1932-1933 creyó que Hitler representaba un mal menor frente a la amenaza de una guerra civil, y que a los nazis se los podía domesticar y manipular.) Por otra parte, a esa Resistencia acaso quepa designarla mejor como disidencia u oposición. Los demás personajes aparecen también retratados a escala humana. En una de las entrevistas imaginarias, el autor llega a dolerse del hecho de que su interlocutora, de la que admira su fidelidad a una causa, trabajase alguna vez para el KGB.
La de Hammerstein… es una historia de inconformismo, de compromisos valerosos pero también de decepciones, de vacilaciones y de extravíos en una época que no daba cabida a los términos medios. Es una disquisición sobre algunos de los condicionantes decisivos de aquella turbia época, en la que ideologías y situaciones extremas desafiaban todo sentido de normalidad. En este sentido, vale la pena destacar el interés de las glosas. En una de ellas, Enzensberger reflexiona en torno a la «báscula rusa», o la pendular percepción que los alemanes han tenido de su gran vecino del Este: Rusia como reservorio de virtudes, cuando lo que primaba en la relación entre ambos pueblos era el común sentimiento antioccidental; Rusia como la Gran Bestia y el azote de Europa.
Un libro que hace las veces de antídoto contra el olvido. Muy recomendable.
Hans Magnus Enzensberger (n. 1929, Baviera) es un fecundo escritor que ha probado suerte en una amplia diversidad de géneros: poesía, narrativa, dramaturgia, ensayo, periodismo. Cursó estudios en universidades alemanas y en la Sorbona, París. Germanista de formación, es todo un ciudadano del mundo. Además de su patria natal, ha residido en Francia, Italia, Noruega, Estados Unidos, México y Cuba. En 2002 le fue otorgado el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Buena parte de su abundante obra ha sido publicada en castellano por Anagrama.
Hans Magnus Enzensberger, Hammerstein o el tesón. Anagrama, Barcelona, 2011. 376 pp.
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Una vez más, no puedo menos que felicitar a Rodrigo por tan estupenda reseña.
Es un placer y un privilegio tener cerca a alguien que se interesa tanto por este período de la historia y, a la vez, nos lo comunica con tanto rigor y aprecio.
Muchas gracias.
Un libro al estilo Todorov ¿verdad, Rodrigo?: recurre a la percha de la biografía como género para tratar el tema escogido, y en ella cuelga sus reflexiones histórico-humanas. Así, escoge una existencia individual, de hilo conductor, y la imbrica con el escenario colectivo en el que tuvo lugar, que es lo que le interesa desarrollar. Cada vez me topo con más solidez y densidad como ésta que nos cuentas en autores alemanes. ¿A ver si va a ser una constante?
Intrigante el recurso de hablar el autor por las bocas de los muertos ·_•
Roderico —concienzudo como siempre.
El placer es mío, Rosalía.
Muy interesantes las dos fotos parcialmente reproducidas en la cabecera (aparte el retrato de Enzensberger, claro). En el extremo derecho, el homenaje del ejército alemán a Hammerstein, el día de su retiro (principios de 1934). Al centro, el general saludando a unos altos oficiales del Ejército Rojo en el marco de una visita a la URSS, en torno a 1930; a su izquierda se ve a Mijaíl Tujachevski, un talentoso militar que alcanzó el grado de mariscal y que fue ejecutado en 1937, cuando la gran purga del Ejército Rojo. Hammerstein tuvo parte activa en la cooperación “secreta” entre ambos ejércitos, en una época en que Alemania y la URSS eran los parias de Europa; se entendía muy bien con Tujachevski, a quien recibió varias veces en Alemania
No lo había pensado de esa manera pero sí, Lopekan, hay aquella similitud que mencionas.
En los Diálogos entre inmortales, muertos y vivos resulta incluso mejor, lo de las conversaciones con los muertos. Es un libro muy cortito y que se lee con fruición.
Enhorabuena Rodrigo. Aportas luz a una época que es la antesala de la conquista del poder por los Nazis.
En el barón Von Hammerstein se reunían dos de las cualidades que más aborrecía Hitler: aristócrata y militar de carrera. Aunque opuesto a la ideología nazi – se le conocía como el general rojo – tampoco hizo nada para parar los pies a Hitler y su camarilla. Confiaba, como bien dices, en «domesticar» a los nazis. Creo recordar que esa frase la acuñó Alfred Hugenberg, político derechista y hombre de negocios, que aupó a Hitler a la Cancillería a cambio de un ministerio.
El acto de reistencia más notable de Hammerstein fue asistir al funeral de su amigo, militar de carrera y ex-canciller , Von Schleicher, asesinado por las SS junto a su esposa durante la «Noche de los Cuchillos Largos». Hitler ajustaba cuentas con sus antiguos adversarios.
Me parece muy interesante el estilo narrativo utilizado por Enzensberger. Son de agradecer las novedades literarias que aportan aire fresco. Ahora mismo estoy leyendo «HHhH» de Laurent Binnet y uno de sus atractivos es precisamente el peculiar enfoque narrativo del autor.
Saludos
Calibras muy bien al personaje, José Sebastián. Hammerstein admiraba el coraje cívico. Lástima que tuviese tan poco de él.