LA DERROTA DE NAPOLEÓN EN RUSIA – Philippe-Paul de Ségur

Napoleón o el incesante movimiento. Napoleón o la desmesura total. Una vez iniciada, la carrera de este hombre de talento y ambición ilimitada sólo podía concebirse en términos de un irrefrenable dinamismo, una constante ascensión. Cada etapa de esa carrera, indigna de un modelo de menor entidad que la de un Alejandro Magno, debía ser por fuerza una superación cualitativa de la anterior. Como si no bastase con su desproporcionada arrogancia, la misma escala de sus logros pero también la precariedad del punto de arranque –a diferencia de Alejandro, Napoleón no era hijo de rey- lo obligaban a fijarse metas cada vez más importantes; demasiado sabía que un hombre que se había elevado al trono de Francia por sus propios medios sólo podía legitimarse por la incesante conquista de gloria, gloria en que la propia Francia pudiera reflejarse como en un espejo dorado. El hombre que había incursionado en Egipto –y abandonado a su ejército en la empresa- no podía contentarse con menos que invadir Rusia. A tentativas alocadas, en este caso, fracasos estrepitosos.

Edecán de Napoleón, aristócrata de rancio abolengo, el conde Philippe-Paul de Ségur (1780-1873) tomó parte en el Gran Ejército napoleónico que en 1812 traspuso las fronteras del imperio de los zares. Testigo presencial de los hechos, pues, escribió unas memorias de la infausta campaña que fueron publicadas por primera vez en 1824 bajo el título de Historia de la expedición a Rusia emprendida por el emperador Napoleón en el año de 1812. La obra se convirtió enseguida en un acontecimiento editorial de proporciones, reeditada una y otra vez y traducida a multitud de idiomas. Devenida un clásico en su género y verdadera joya literaria, filón de historiadores y novelistas, el mismísimo Lev Tolstói se inspiró en sus páginas para la redacción de algunos de los memorables pasajes de Guerra y Paz, su vasto friso novelesco. Sus ecos aún resuenan en obras recientes, de concepción más modesta pero apreciables como Nevaba, la novela de Patrick Rambaud.

A contrapelo de muchos de los de su rango social, Ségur tiene a orgullo el haber participado en la gesta napoleónica. Su crónica de la campaña rusa es testimonio de admiración al emperador, mas no se trata de una admiración tan incondicional que ofusque toda capacidad de crítica; lejos de esto, el autor reprocha a Napoleón lo imprudente, desmesurado de su empresa. Todo el mal de aquella guerra sin cuartel que fue la campaña rusa, dice, procedía de haber iniciado tan terrible aventura. Por grande que fuese el genio de Napoleón, las fatídicas circunstancias –el tiempo, el clima, las distancias- debían superarlo irremediablemente.

Habiendo alentado en su adolescencia ciertas aspiraciones literarias, antes de optar por la carrera militar, Ségur añade a su relato el interés de una pluma esmerada, vigorosa y expresiva. No resisto la tentación de reproducir un par de fragmentos a manera de ejemplo. A propósito de lo que se contaba sobre una arremetida en solitario del mariscal Murat contra la caballería cosaca, escribe Ségur lo siguiente: «El continente marcial del rey de Nápoles, lo llamativo de su indumentaria, su reputación, e incluso lo inverosímil del gesto, hicieron que todos considerasen cierto aquel alarde de valor. Murat era realmente así: un rey teatral por su vestimenta, y un soberano auténtico por su valor y su actividad incansable, siempre intrépido, rodeado por un hálito de superioridad, de arrojo temerario y sin límites, que es el arma ofensiva más peligrosa en un hombre de guerra» (p. 74). De paso, cabe destacar que la primera mitad del texto se ve animada en gran medida por el contrapunto entre los dos caracteres disímiles que fueron Murat y Davout. Dechado de serenidad y prudencia metódica, el mariscal Davout aparece como la antítesis cabal del turbulento Murat (especie de energúmeno que «no podía oler la pólvora sin estarse quieto») y su más cumplido rival.

Lo que fuera cultivada juventud y aptitud para el entusiasmo del autor inspira este párrafo, relativo a Moscú: «Bastaba un solo rayo de sol para que toda la soberbia ciudad destellase con sus mil colores variados. Los viajeros sentíanse maravillados; era una visión igual a la de los prodigiosos relatos de los poetas orientales que habían encantado nuestra niñez. Al penetrar en el recinto amurallado, aumentaba el pasmo de los visitantes; a los nobles personajes se los reconocía por la rica sencillez de sus trajes; a los mercaderes, por el lujo y corte asiático de sus vestiduras. La indumentaria del pueblo evocaba reminiscencias griegas; todos los hombres ostentaban luengas barbas. Los edificios mostraban la misma variedad, pero todos estaban impregnados de un fuerte color local, a veces rudo, como corresponde a la cuna del antiguo Gran Ducado de Moscovia». (p. 108). (Con todo, hombre de su tiempo, la percepción de las gentes por Ségur es rehén de los estereotipos en boga: los alemanes adolecen de una muy germana inclinación a lo maravilloso; los rusos son unos escitas.)

Ahí están, narrados con garbo, los célebres episodios que jalonaron la campaña. El sacrificio de los lanceros polacos que se ahogan al tratar de vadear el río Vilna, un funesto presagio de lo que se avecinaba; la pírrica victoria de Borodino; el incendio de Moscú; los titubeos de Napoleón, cuando la inutilidad de la captura de esta ciudad se hace evidente; la calamitosa retirada de lo poco que resta del otrora espléndido Gran Ejército, constantemente hostigado por el frío, el hambre y las tropas rusas; el paso del Beresina, clímax del desastre pero también un logro relativo; por supuesto, el remate de tamaño fracaso dado por el apresurado retorno de Napoleón a París. Es precisamente la segunda parte de la crónica –la del retorno- la más interesante, por el redoblado dramatismo de los acontecimientos pero también porque trasluce la comprensión por el autor del significado de los mismos: es cuando se le revela la magnitud de la hybris napoleónica y de su aciago destino. Ya antes de Moscú lo barruntaba Ségur: «Se daba cuenta –Napoleón-, pero tarde, de que mientras los reyes caen, los pueblos dignos perseveran. Ahora, en el otro extremo de Europa, encontraba una nueva España, pero lejana, estéril, infinita. Napoleón, mudo de asombro, vacila…» (p. 54).

La edición cuenta con una introducción tan buena que casi justifica por sí misma la lectura del libro. Su autor es Mark Danner, periodista estadounidense versado en asuntos internacionales, sobre los que ha publicado cantidad de artículos y libros.

Philippe-Paul de Ségur.
La derrota de Napoleón en Rusia.
Duomo Ediciones, Barcelona, 2010. 247 pp.

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71 comentarios en “LA DERROTA DE NAPOLEÓN EN RUSIA – Philippe-Paul de Ségur

  1. iñigo dice:

    Que buena pinta tiene, habrá que tenerlo en cuenta… Buena reseña Rodrigo.

  2. José Sebastián dice:

    Extraordinaria reseña, Rodrigo. Mi más sincera enhorabuena.

    Napoleón es uno de los pocos personajes históricos – a la par con Alejandro – en los que la sola mención de su nombre me provoca un pálpito.

    Se trató de «un gigante entre pigmeos» como lúcidamente lo cataloga David Chandler en su maravillosa y gigantesca – más de mil páginas – «Las campañas de Napoleón». Hay que armarse de valor y paciencia para afrontar una obra que resulta de imprescindible lectura para cualquier aficionado a esta etapa de la Historia.

    También recomiendo «1812. La trágica marcha de Napoleón sobre Moscú» de Adam Zamoyski. Un libro brillante en el que el autor relata la trágica epopeya de la «Grande Armée» napoleónica y su desastrosa retirada, con momentos cumbres como el cruce del río Beresina y la valentía del mariscal Ney.

    Saludos

  3. Urogallo dice:

    ¡ Imposible un título más adecuado para este año !

    Tengo pendiente leer uno, este o el que comenta Jose Sebastián. Estamos en el año…

  4. Antígono el Tuerto dice:

    Gran reseña, sobre todo a tiempo para el bicentenario de la campaña de Napoleón en Rusia. Y imprescindible para conocer más sobre uno de los personajes que ha determinado la historia y el devenir de la Edad Contemporánea.
    Estoy de acuerdo con José en que Napoleón sólo es comparable a grandes conquistadores como Alejandro o Gengis…en todo lo bueno, y lo malo.

  5. Urogallo dice:

    En realidad es muy superior, ya que no hereda su poder de ninguna dinastia caduca, ni se erige en líder de ningun imperio parasitario y estéril.

    Es el gran reformador, el legislador incansable…

  6. Rodrigo dice:

    Yo le tengo ganas al de Zamoyski.

  7. José Sebastián dice:

    Adelante con él Rodrigo. No te defraudará, te lo aseguro.

    Como muy bien indica Urogallo el mérito de Napoleón fue ascender desde la nada – un exiliado corso – hasta la cumbre por sus propios éxitos – militares, por supuesto -. Esta etapa de su vida se explica extaordinariamente bien en el libro de Chandler – sus audaces campañas en Italia, como joven general de los ejércitos de la Revolución, contra los austriacos no tienen desperdicio – .Como casi siempre pasar el poder excesivo acaba emborrachando al personaje y Napoleón acaba sucumbiendo a una empresa tan imposible – tanto entonces como en 1941 para Hitler – como la conquista de Rusia.

    Coincido con Antígono «…en todo lo bueno, y lo malo». Sin duda.

  8. Antígono el Tuerto dice:

    Tu bonapartismo te ciega Uro, ya que tanto Alejandro como Gengis fueron triunfadores que forjaron nuevos imperios; Napoleón al final fue derrotado y confinado en un islote perdido en el Atlántico.

  9. iñigo dice:

    Cuando he llegado a casa he consultado en mi biblioteca y efectivamente tengo un librito edición de 1943 escrito por Felipe, Conde de Segur titulado «Memorias de un ayudante de Napoleón». Lo que no tengo claro es si se trata del mismo personaje.
    En este libro Felipe de Segur narra parte de las campañas en las que combatió en el ejército imperial, incluido su paso por España al mando de un regimiento de lanceros. Luego llegó a entrar en el equipo de Ayudantes de Campo que tenía a su alrededor la corte de Napoleón.
    Lo bueno de haber sido testigo de la época es el número de anécdotas y hechos de primera mano del protagonista. Lo malo, que endulzará siempre, y es normal, las situaciones tanto buenas o malas de los ejércitos napoleónicos en las que él es testigo directo, convirtiendo los hechos en datos subjetivos. De todas maneras la inmediatez de los textos y experiencias le dan un toque de realismo muy interesante.

  10. Davout dice:

    Gracias por la magnífica reseña Rodrigo, es un placer ver una reseña

  11. Davout dice:

    sobre Bonaparte. Recomiendo a los lectores en inglés y a las editoriales que se quieran mojar dos libros sobre la campaña: Hay uno titulado 1812 de Paul Britten Austin que editó inicialmente en dos tomos Greenhill Books. Y muy reciente Alexander Mikaberidze también ha sacado en dos libros THE BATTLE OF BORODINO y THE BATTLE OF THE BEREZINA, de Pen&Sword. En español el de Zamoyski es en efecto muy recomendable.

  12. Rodrigo dice:

    A propósito de bonapartistas… Me preguntaba cuándo aparecerías, prudente Davout… ;-) Sería bueno que se tradujesen esos libros.

    Es el mismo personaje, Iñigo. Fue autor de varias obras, incluyendo una Historia de Rusia y de Pedro el Grande y las memorias a que haces referencia. También continuó una Historia de Francia comenzada por su padre, Louis Philippe de Ségur.

    Ejem, bonapartismo y un toquecillo de helenofobia, Antígono. Es que el Uro es muy suyo.

    Anda, Uro, no te moderes. Consíguete los dos, no será un bibliófago como tú el que se indigeste por leerse dos libros sobre Napoleón.

    Gracias chicos por sus comentarios y recomendaciones. Creo que me enfocaré en el de Zamoyski, José Sebastián.

  13. iñigo dice:

    Esto es lo que se llama contestar a seis bandas.

  14. Rodrigo dice:

    Je, je…

    Y bueno, por su misma naturaleza se puede esperar que los dos libros sean muy distintos. Uno tiene las virtudes y limitaciones del testigo partícipe (lo que dice Iñigo), el otro, el de Zamoyski, la perspectiva temporal, el contraste de fuentes y cuestiones afines. Yo espero toparme algún día con este libro.

  15. iñigo dice:

    Visto así me tira más el de Zamoyski… tengo experiencia con Segur y es, logicamente, un militar francés de la época y por lo tanto en mi opinión demasiado subjetivo.

  16. rosalia de bringas dice:

    Como siempre, una reseña que invita a leer el libro (y a felicitar a su autor).
    A propósito, Rodrigo, ¿sabes que hay una obra de teatro sobre Napoleón?
    Se titula «El águila y la niebla», escrita por Narciso Ibañez Serrador y galardonada con el premio Lope de Vega en el año 2000.
    Se estrenó en el teatro Español (temporada 2000) protagonizada por Luis Merlo en el papel de Napoleón.
    (Lo digo por si puede ser de utilidad para algún lector)

  17. Urogallo dice:

    Imperios estériles de codicia y tirania, devastadores y rapaces.

    Sin embargo, ese corso derrotado, compiló las leyes por las que aún se rige Europa.

  18. Antígono el Tuerto dice:

    Y yo que pensaba que esas leyes venían de las revoluciones americana y francesas, y de los parlamentos liberales…pobre gente, tanto sacrificarse para que un autócrata corso les robe la fama:-))

  19. Urogallo dice:

    Me gustaría saber a mi cuantos códigos civiles actuales proceden del de EEUU…

  20. Antígono el Tuerto dice:

    Las Constituciones son la base de nuestros regímenes democráticos, sin ellas (y sus declaraciones de derechos) no hay códigos civiles que valgan.
    Aparte del hecho que el Código Napoleónico ha quedado obsoleto, hoy en día sería excesivamente ultraconservador.
    Y volviendo al tema, recomiendo este artículo sobre las guerras napoleónicas y el sufrimiento que conllevaron: http://www.buscafortunas.com/absolutismo/napoleon.htm
    Así vemos una guerra muy alejada de la gloria que nos pintan los cuadros románticos y los oficiales del alto mando, y descendemos a la visión del soldado de a pie.

  21. Lopekan dice:

    Poliédrica reseña, con reflejos de contenida pasión, aguda semblanza, hábil exposición.
    Prometedor anticipo para un libro, para una charla, para caer cautivo con el «Pequeño Cabo», Cónsul de los Franceses.

  22. Lopekan dice:

    …Y vuelta la burra al trigo, ¿eh, Antígono?
    Las bayonetas no le rechistan a los sables. Quizá las guillotinas, o las hoces.

  23. Antígono el Tuerto dice:

    Je, je…sí, a veces nos repetimos más que el ajo. Es inevitable con tantos hilos, idas y venidas.
    De todas formas, volviendo al tema en cuestión, estos años han venido saliendo muchos libros sobre el período napoleónico, muchos de ellos biografías o centrados en aspectos específicos del conflicto, o frentes determinados. Pero pocos realizando una panorámica general de todas estas guerras.
    Sin embargo siempre viene bien recurrir a fuentes de testigos directos para palpar como fue aquello que no vivimos.
    PD: Rosalía no sabía que hubo una obra de teatro de Napoleón, ¿se centraba en su vida o sólo en un período determinado?

  24. Lopekan dice:

    Cuenta conmigo en darle voz a las bayonetas, Antígono. Y a las mudas azadas.
    Me consume comprobar que es una constante humana el que siempre se alzará, por encima del común de los mortales, una figura mesiánica que, impulsada por sus taras en vez de por sus virtudes, los arrastrará, más allá de la conveniencia del grupo, a la devastación. A eso nos conduce ser gregarios.

    Dicho eso, qué grande el pequeño corso ¿eh?

  25. Rodrigo dice:

    Lo cierto es que el Código Napoleónico fue una de las fuentes más importantes del derecho decimonónico, incluyendo el chileno (véase el código de Andrés Bello, de amplia resonancia en el ámbito hispanoamericano y vehículo difusor del Código de marras).

    No sabía de esa obra, Rosalía. Interesante información.

  26. Urogallo dice:

    Me temo que el derecho civil es antiguo como el mundo, y el constitucional un retoño primaveral en comparación…Había propiedad y derecho civil antes de esas constituciones.

    En cualquier caso, sobre la sombria vereda tantas veces recorrida…recordar que la cuestión constitucional tiene su propia naturaleza.

  27. Antígono el Tuerto dice:

    Lopekan: «Me consume comprobar que es una constante humana el que siempre se alzará, por encima del común de los mortales, una figura mesiánica que, impulsada por sus taras en vez de por sus virtudes, los arrastrará, más allá de la conveniencia del grupo, a la devastación. A eso nos conduce ser gregarios.»
    Sí, de hecho en pleno siglo XX tendríamos al más brutal y sanguinario de todos los conquistadores mesiánicos, Hitler…que también tenía su morbosa pasión por el corso, y por Alejandro, claro.

  28. rosalia de bringas dice:

    «El águila y la niebla» os encantaría y da para un debate realmente productivo. Recuerdo que tenía un planteamiento de base muy sugerente: la superioridad del líder que tiene una visión de futuro más completa (y compleja) que el resto.
    Más que mesianismo, la obra trataba al personaje como un ser de excepcional inteligencia y capacidad de organización; y su fracaso como el triunfo de los mediocres (al menos, eso creo recordar…).
    Un saludo.

  29. iñigo dice:

    El primer derecho civil codificado y estratificado como tal es el «Derecho Romano» que a pesar de no ser actual, es la base sobre la que históricamente se ha basado toda la ordenación civil y administrativa de la europa occidental y que además todos los licenciados en derecho hemos tenido que estudiar en 1º de carrera. ¿Por qué no estudiamos el derecho civil de Napoleón? Porque ya estudiamos el Código Civil actual, que bebe directamente de las bases de propiedad y libertad compiladas en el derecho civil francés.

  30. Pamplinas dice:

    ¿Codificado el derecho romano?

  31. iñigo dice:

    Me refiero a numerado y articulado, por lo menos así lo estudiamos en la carrera con el profesor D. Alvaro D´Ors una de los mayores conocedores del derecho Romano en este país.

  32. iñigo dice:

    Por supuesto no estaba articulado en la época romana, pero lo que quería el profesor D´Ors era demostrar la vivencia de las leyes civiles en Roma, como un conjunto de realidades o acciones dentro de la cotidianedad de la vida de los patricios, plebeyos y escalvos, porque el Derecho Romano también trata sobre el status social y práctico de los esclavos, debido a la importancia que tenían dentro del día a día de Roma.

  33. José Sebastián dice:

    Suscribo palabra por palabra los comentarios de Iñigo. Nunca me imaginé que en Hislibris – mi válvula de escape – acabariamos hablando de Derecho.

  34. Pamplinas dice:

    Suscribo el último, peor no el penúltimo.

  35. Lopekan dice:

    Rosalía: cada vez que uno de esos «seres de excepcional inteligencia y capacidad de organización» se impone sobre los «mediocres», convertido en un «líder superior», a continuación se produce un millón de muertos. Sea Napoleón, César, Alejandro o tantos otros. ¿No será que lo extraordinario en ellos es su «excepcional» ambición personal?
    Para encumbrar a alguien no hace falta apilar tantos cuerpos humanos. A esa parte de la humanidad no le beneficia mucho que luego el líder «codifique» a los restantes.
    Y ahora que no nos oye nadie, que sepas que te aprecio mucho.

  36. Antígono el Tuerto dice:

    Hombre, Lopekan, estamos hablando de megalomanos con una creencia en su propia superioridad y en que el mundo estaba hecho para ser cambiado por ellos.
    El propio Napoleón se consideraba la encarnación de Francia y la Revolución, y todos sus enemigos los asimilaba al Mal y al Oscurantismo, fuesen reyes, jacobinos, liberales o frailes.

  37. ARIODANTE dice:

    Excelente reseña, Rodri, y una magnífica sugerencia de lectura que me apunto y trataré de conseguir. Me interesa muchísimo el personaje de Napoleón. Desde que leí la biografía que le hizo Emil Ludwig me pareció muy atractivo. Y la verdad es que toda la campaña de Rusia, además de un dislate y una locura, tiene un interés enorme; no en balde ha dado para muchas obras literarias.

  38. Davout dice:

    – No puedo estar de acuerdo con Ariodante. El ejército que cruzó el Niemen era impresionante. El resultado final no nos puede llevar a calificar de locura la invasión.

  39. Rodrigo dice:

    La biografía de Ludwig es de veras fenomenal, Ario.

    Que la campaña de Rusia fuese o no una locura es algo que se me escapa, la historia militar no es mi fuerte. A lo mejor los compañeros que estén versados en el asunto podrían debatir sobre ello. ¿Qué posibilidades tenía Napoleón de triunfar? Me parece un tema interesante.

  40. Urogallo dice:

    Iñigo, ese derecho romano jamás estuvo codificado más que en un periodo histórico muy avanzado, y jamás con la sistematización del código civil francés que venía, y ese es su mérito supremo, a borrar el caos de ordenaciones diferenciadas que aún sobrevivía.

    Esto por no hablar de todos los aspectos organizativos del imperio…

    El ejército de Napoleón triunfó, de eso no cabe ninguna duda, y son testigos las cenizas de Moscú. Pero llegados a ese punto, fracasó absolutamente a nivel diplomático. ¿ Que pretendía lograr con aquello? ¿ La paz? ¿ Incendiar la capital del adversario era un buen punto de partida?

  41. Rodrigo dice:

    Tal vez se pueda argüir que el concepto de codificación, aplicado a un derecho antiguo como el de Roma, es un anacronismo, a lo más una metáfora. Sobre todo si se lo entiende en su estricta acepción moderna.

    ¿No fueron los rusos los responsables del incendio de Moscú, Uro? ¿Triunfó verdaderamente el Gran Ejército?

  42. Antígono el Tuerto dice:

    En realidad la campaña rusa fue un error desde el principio, para empezar la corte de los zares estaba en San Petersburgo, no en Moscú; así que atacando Moscú no conseguía nada, ya que la cabeza del Imperio seguía incólume e imbatible. Otra opción era atacar Kiev, una ciudad que servía como fortaleza protectora de Rusia desde el sur, lugar de concentración de tropas, y capital desde donde se controlaban las fértiles llanuras de Ucrania (con sus cosechas se alimentaba gran parte de la Rusia occidental). Napoleón opta por la peor solución, atacar la ciudad más alejada y que menos ventajas podía reportarle, la importancia de Moscú era más bien simbólica; como dice Segúr en el libro, una nueva España…sólo que con su rey libre y al frente de su ejército, un ejército prácticamente intacto, y un montón de aldeanos rusos muy cabreados. El peor error de Napoleón.

  43. Urogallo dice:

    Triunfó militarmente, de eso no cabe duda. ¿ Pero de que le sirvió? El objetivo era alcanzar Moscú. Lo alcanzó. ¿ Y luego ? Napoleón no supo hacer otra cosa que sentarse a esperar mientras leía noveluchas ( Ludwig)

    Bueno, los franceses afirman que fueron los rusos…Habría que preguntarle también a los rusos.

  44. Antígono el Tuerto dice:

    Hombre, triunfar militarmente es cuando ganas la guerra, si después de quemar Moscú, huyes como alma que lleva el diablo, perseguido por miles de rusos, que no dejan de zurrarte hasta las puertas de París, no puedes decir que hayas ganado. Así también gano yo :-))

  45. Urogallo dice:

    Bueno, ya salió el defensor de las hordas asiaticas. Que curioso que los miles de rusos solo saliesen de sus madrigueras cuando se inició la retirada.

    ¿ Te recuerdo lo que opinaba Kutuzov?

    Solo confío en tres generales rusos: Noviembre, Diciembre y Enero.

  46. Rodrigo dice:

    Vaya, Antígono. ¿Leíste el libro? En verdad Ségur hace un par de referencias a España –ineludibles, supongo.

  47. Rodrigo dice:

    Tolstói, claro, culpa a los franceses del incendio.

  48. Antígono el Tuerto dice:

    Uro, te falta el general Octubre…Rojo ;-)
    De todas formas, Napoleón fue un pardillo al dejarse coger así, la verdad.
    No Rodrigo, no me lo he leído, pero aparece en la reseña…además en su biografía (más bien hagiografía) de Napoleón, Vicent Cronin mencionaba algo similar. El exacerbado patriotismo de ambos pueblos frente a los ejércitos napoleónicos, y la presencia de civiles entre las fuerzas de resistencia; algo que en otras partes de Europa sólo se había dado en Nápoles y el Tirol.

  49. Rodrigo dice:

    Uf, no recordaba haber puesto eso. Es que la escribí hace meses y soy un olvidadizo…

  50. iñigo dice:

    A ver Uro, si lees todos y digo todos lo mensajes, especifico que la codificación real la hace el profesor D´Ors para explicar que si bien no estaba codificado o articulado realmente existía un número importante de «instituciones» con sus particularidades que funcionaban al efecto de reglamentación civil y administrativa por la que se organizaba el mundo romano.
    Si tienes curiosidad compra el libro de Alvaro D´Ors «Derecho Romano» y verás como realmente existía una «legislación» fáctica, si bien no codificada como se hace muy posteriormente.

  51. iñigo dice:

    La cuestión, es que Napoleón creía que el pueblo ruso se arrastraría a sus pies y le recibiría como un libertador en Moscú… La estrategia rusa funcionó y se desbarató la invasión de tal manera que la huída de los franceses hace olvidar la campaña de invasión a Rusia. Es curioso ver que coinciden los dos países que lograron vencer y evitar o expulsar de manera similar a Napoleón y Hitler (Rusia y Gran Bretaña).

  52. Antígono el Tuerto dice:

    Sí, eso era muy típico de Napoleón, creía que el pueblo ruso le aclamaría y se rendiría a sus pies como libertador, lo mismo creyó en España, y en Egipto, y en sus campañas de Italia…la verdad es que este hombre era un poco narcisista, y tenía muy poco contacto con la realidad.

  53. ARIODANTE dice:

    A ver, querido Davout: si invadir España, que la tenía al lado, mira cómo le salió, invadir un país inmenso como Rusia y con las condiciones de clima y geografía, por mucho ejército que tuviera, sigo pensando que era una locura. Y es una locura o al menos, una falta de previsión, invadir un territorio que no vas a poder mantener. Estaba claro que no iba a poder mantenerse allí. ¿Para qué ir, entonces? ¿Megalomanía? ¿Ansias de poder? Y oye, te lo dice una admiradora de Napoleón, ojo. Pero las cosas como son. Nuestro pequeño artillero era un gran estratega a la hora de batallar, pero no sabía mantenerse. La administración, a pesar del código napoleónico, no era lo suyo.

  54. Davout dice:

    También debieron llamar loco a Alejandro cuando cruzó el Helesponto. En aquel momento, sin poder invadir Inglaterra, atacar a Rusia era la mejor opción. Una batalla decisiva en Smolensko ó antes podría haber cambiado el curso de la campaña. Y quizás nos hubiera hecho luego una visita a la península ¡

  55. Urogallo dice:

    Iñigo, contesto a lo que te contesto. Que existe un derecho civil en todos los estados, es una obviedad. Y gracias por el consejo, pero ya tengo un manual de derecho romano.

  56. Urogallo dice:

    ¿ Napoleón creía que los mujiks le iban a aclamar? Ave nueva es esa.

  57. Antígono el Tuerto dice:

    Cuando Alejandro cruzó el Helesponto tampoco las tenía todas consigo. El ataque a Rusia era absurdo, entre otras razones porque hasta su invasión el zar mantenía su alianza con Francia, sólo el hecho de comerciar con los ingleses fue lo que cabreó a Napoleón.
    PD: A ver si llega el comentario, porque tengo el ordenata pachungo con un troyano que me lo ha dejado medio zombi.

  58. Iñigo dice:

    Lo que intento demostrar es que el primer estado o la primera nación en utilizar de manera formal, prdenada y uniforme el derecho civil y administrativo fue Roma, de manera practica. Si se hizo así en otros estados o en otras civilizaciones no nos ha quedado demasiadas pruebas de ellas y por lo tanto su impronta en el desarrollo de las leyes civiles ha desaparecido, mientras que en cuestión de, por ejemplo, derecho hereditario o derecho de propiedad, el derecho romano es base mas que corroborada del derecho civil en la civilización europea occidental.

  59. Urogallo dice:

    Entrándo en antecedentes entenderemos mejor la cuestión:

    De la lista de lecturas de Napoleón durante su juventud destacan algunas obras de derecho romano.

    Su mérito no está en crear ese derecho, está en compilarlo ordenadamente en un código que cualquiera puede consultar y que se aplica a todo el territorio nacional, terminándo con la más resistente y onerosa costumbre del feudalismo: La multiplicación y diversidad de la legislación civil.

  60. Iñigo dice:

    Habéis entendimiento. Un placer urogallo

  61. Iñigo dice:

    Habemus entendimiento quería decir.

  62. Urogallo dice:

    Entendimientum XD

  63. Davout dice:

    Me reafirmo en que absurdo y locura no son términos aceptables para definir la invasión. Con el mejor general, los mejores hombres y contra un enemigo batido en ocasiones anteriores no era una empresa descabellada.

  64. ARIODANTE dice:

    Pues Alejandro también estaba pelín sonado, no creas. A ver, Davout: loco, lo que se dice loco no estaba, es una manera de hablar. De grandes «locos» han salido invenciones maravillosas. De Copérnico o Galileo se decía que estaban sonados, también, o Einstein. Pero un grandísimo estratega como lo era Napoleón, no controlaba todas las situaciones: lo suyo era la guerra, las batallas, principalmente. Gobernar, lo que se dice gobernar, no era su mejor habilidad. Y el equipo del que se valía tampoco era una ganga. Esa manía por colocar a su familia por todas partes… Y para establecerse en un país como Rusia y mantenerse allí, le hacía falta algo más que la Grande Armée: hubiera necesitado un cambio climático. En fin, que no digo que fuera una locura en el sentido de enfermedad, sino un dislate, una falta de medida, de calibre. Las invasiones, por lo general, suelen fracasar por no saber calibrar al oponente. Porque, por otra parte, las reacciones de los pueblos son imprevisibles. Esa obsesión por invadir países…¿Cómo iba a imaginar Napoleón que los rusos le dejarían Moscú vacío y ardiendo? Aunque, por otra parte, esperar que le echaran rosas a su paso sí que podría tomarse como locura. Bueno, me voy a dormir, que me parece que ya empiezo a desbarrar.

  65. Rodrigo dice:

    «En fin, que no digo que fuera una locura en el sentido de enfermedad, sino un dislate, una falta de medida, de calibre. Las invasiones, por lo general, suelen fracasar por no saber calibrar al oponente.»

    Desbarrar, Ario, nada. Es un comentario muy sensato creo yo, y como apreciación del asunto resulta digno de un Stefan Zweig. O de Ludwig.

    Dislate, falta de medida, de calibre: desmesura, hybris

  66. Davout dice:

    La invasión tiene como objetivo castigar al Zar, hacerle volver al redil con una victoria militar y volverse a París con una paz ventajosa, habiendo demostrado quien sigue mandando en Europa. Con esta premisa la campaña era perfectamente realizable. En cuanto a su capacidad de gobierno me parece que está más que demostrada, otra cosa es que buscara sólo beneficiar a Francia, algo por otra parte muy loable. El único que mandaba era él, sus hermanos ó mariscales figuraban para seguir sus instrucciones. Aunque por cierto, José Bonaparte le daba veinte vueltas como rey a el «deseado». La verdad que estoy disfrutando mucho con esta reseña, espero que os sirva como acicate para atacar la obra de David Chandler. Un abrazo.

  67. Urogallo dice:

    El problema es que Napoleón, a esas alturas, debía comprende que la victoria sobre el Zar debía producirse antes de llegar al centro del país enemigo. Más allá, tenía necesariamente que encontrarse con los mismos problemas que se encontró en su día Carlos XII, cuya vida, glosada por Voltaire, leían los generales franceses…

  68. Antígono el Tuerto dice:

    Bueno, Carlos IV y su ministro Godoy eran mucho mejores de José I o Fernando VII.

  69. Davout dice:

    Desgraciadamente el hombre que invadió Rusia ya no era el mismo, ni física ni mentalmente, que aquel que había cruzado los Alpes emulando a Aníbal. Eso le llevó al desastre. Su decisión de continuar hacia Moscú y su indolencia durante Borodino son dos claros ejemplos.

  70. APV dice:

    ¿Realmente quería llegar a Moscú? En absoluto, el planteamiento de la campaña era sencillo maniobrar con sus ejércitos y atrapar al ejército enemigo en una batalla decisiva tal y como había ocurrido en sus anteriores guerras. El problema es que coordinar cuerpos de ejército a un par de días de marcha no era lo mismo que coordinar ejércitos a cientos de kilómetros. De esa forma los rusos eludieron repetidamente su lazo.

    Respecto al derecho romano cierto no estaba codificado pero si recopilado.

  71. Urogallo dice:

    Su axioma era: «Nunca ocuparé una capital sin derrotar a su ejército». Pero…

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