LA GUERRA MUNDIAL DE LOS ROMANOS. DEL ASESINATO DE JULIO CÉSAR A LA MUERTE DE MARCO ANTONIO Y CLEOPATRA (44-30 a. C.) – Giusto Traina
Nota: esta reseña parte de la lectura del original, La guerre mondiale des romains: de l’assassinat de César à la mort d’Antoine et Cléopâtre (44-30 av. J.-C.) (Fayard, 2022).
La década y media posterior al asesinato de César y que sumió la República romana en un continuo de guerras civiles y breves interludios pacíficos, es un periodo muy atractivo y tratado en extenso por la bibliografía moderna. El final de un régimen «republicano», apuntalado por César en Farsalia (48 a.C.), Tapso (46 a.C.) y Munda (45 a.C.), y que Antonio y Octaviano enterraron en Filipos (42), y el auge de un régimen «imperial» presidido por el último vencedor que quedó en pie tras Accio (31 a.C.), Octaviano, el joven César, pronto «transfigurado» en Augusto, princeps, primer «emperador» de Roma. Un tema que en la cultura popular contemporánea en productos audiovisuales como el universo Star Wars y que ha generado numerosas novelas, películas y series de televisión. Un tema que sigue siendo recurrente: la transición de una República a un Imperio.
Es un tema que ha tenido una amplísima bibliografía, de clásicos como La revolución romana de Ronald Syme (1939; traducción española en 1989, reediciones en esta casa en 2010 y 2020) a recientes publicaciones como La batalla de Accio: Cleopatra, Marco Antonio y Octavio de Barry Strauss (2022, traducción española en Edhasa en 2023),[i] pasando por obras seminales sobre el período triunviral –el mismo que recoge Traina– como El legado de César. La guerra civil y el surgimiento del Imperio romano de Josiah Osgood (2006, traducción española en Desperta Ferro Ediciones, 2023), estudios colectivos como The Triumviral Period: Civil War, Political Crisis and Socioeconomic Transformations, coordinado por Francisco Pona Polo (Editorial Universidad de Sevilla y Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2020); u obras de corte más divulgativo como Roma traicionada: Octavio, Marco Antonio y la destrucción de la República de Javier Negrete (La esfera de los libros, 2021), por mencionar las más destacadas en los últimos tiempos, y sin olvidar biografías como Cleopatra. Biografía de una reina de Duane W. Roller (Desperta Ferro Ediciones, 2023) o Antonio y Cleopatra de Adrian Goldsworthy (La esfera de los libros, 2011), entre otras. Hasta el punto de generar una cierta saturación sobre tema, época y personajes. ¿Qué aporta Traina a este panorama bastante transitado?
[i] ¿Se ha fijado el lector que la cubierta de la edición en inglés del libro de Strauss reproduce la misma imagen que la de esta edición castellana de Traina? Curioso.
El matiz del autor italiano está en la concepción de las guerras de esa década y media final de la res pvblica romana como una «guerra mundial»: un conflicto en el que los romanos lucharon entre sí para aspirar o repartirse el legado de César, pero en el que se vieron involucrados directa o indirectamente otros pueblos, como los galos alpinos, los ilirios, los tracios, los armenios, los medos, los capadocios, los gálatas, los judíos, los mauritanos, los egipcios y los partos. Personajes como Antonio, Octavio, Décimo Bruto, Casio, Sexto Pompeyo, Publio Sitio, Quinto Labieno… utilizaron o se rodearon de reyes y gobernantes de otros reinos y pueblos a lo largo del Mediterráneo, el norte de África, los Balcanes y el Próximo Oriente, con quienes establecieron acuerdos o se enfrentaron en guerras, de modo que lo que a priori sería una sucesión de conflictos civiles (para vengar a César, para repartirse el poder y las provincias, para enfrentarse finalmente entre sí los dos últimos en liza) se mezclaron con guerras en el exterior (en la Galia aún no pacificada, en Dalmacia, Iliria y Tracia, en Siria, Judea, Armenia, Media y la frontera romano-parta en el Éufrates, en Egipto y Libia) que dieron un cariz «mundial» a este período.
El libro se estructura en tres grandes bloques, con cuatro capítulos cada uno, precedidos por un prefacio, en el que Giusto Traina [ii] establece su tesis de las guerras civiles del final de la República romana como una «guerra mundial», y una extensa introducción, que trata sobre el último proyecto de Gayo Julio César, no realizado a causa de su asesinato en las idus de marzo del 44 a.C.: una larga guerra en el exterior, primero contra los dacios de Burebista en los Balcanes y después contra los partos y para vengar la debacle romana de Craso casi una década antes.
[ii] No contamos en castellano con apenas libros de este autor italiano, especialista en las relaciones entre el mundo romano y el ámbito oriental, al margen de 428 después de Cristo; historia de un año (Akal, 2011; ed. orig., 2007), y es un autor que se mueve bien entre el ámbito netamente académico y la alta divulgación. Obras suyas muy interesantes, además de la ya citada, son los breves libros Marco Antonio (Laterza Editori, 2003) y La resa di Roma. Battaglia a Carre, 9 giugno 53 a.C. (Laterz Editori, 2010), La storia speciale. Perché non possiamo fare a meno degli antichi romani (Laterza Editori, 2021; conocí su traducción francesa: Histoire incorrecte de Rome, Les Belles Lettres, 2023) y la reciente I Greci e i Romani ci salveranno dalla barbarie (Laterza Editori, 2023), entre otras.
Tres bloques, pues. El primero (capítulos 1-4) realiza una panorámica sobre el «mundo» en el período entre marzo de 44 a.C. y la batalla de Filipos en 42 a.C.; en pocas palabras, el convulso y violento período de guerras en Italia, primero, entre los cesarianos, divididos en varias facciones (Antonio, Octaviano, los cónsules Hircio y Pansa, Lépido, Vatinio y Polión viendo las cosas desde la barrera) y parte de los cesaricidas (Décimo Bruto en particular), atizados por el combativo Cicerón, y con el Senado en medio; y, tras la creación del [mal llamado Segundo] Triunvirato (Antonio, Octaviano y Lépido)[iii] en noviembre de 43 a.C. y las proscripciones, la guerra contra los llamados «Libertadores», dirigidos por Casio y Bruto, que culminará en la doble batalla de Filipos en octubre de 42 a.C., la «tumba» de la República romana.
[iii] Hay que insistir en ello: no era un «Segundo» Triunvirato, pues no existió un «Primer» Triunvirato (el formado por César, Pompeyo y Craso a finales de 60 a.C. y que duraría hasta la muerte de Craso en Carrae en 53 a.C.), si entendemos este como una magistratura oficial (fue un pacto privado entre los tres hombres para conseguir consulados y mandos extraordinarios en guerras externas). El triunvirato acordado en noviembre de 43 a.C., y ratificado por una ley promulgada por el tribuno P. Titio, sí fue una institución oficial, presidida por tres hombres con poder consular y para el ordenamiento de la República (triumviri rei publicae constituendae consulari potestate), que se situaban por encima de las máximas autoridades ejecutivas (los cónsules) por un período de cinco años y con la facultad de promulgar leyes y designar magistrados.
Es un período complejo, como se trata en los cuatro capítulos, en los que pugnarían Antonio (que tuvo a Dioniso como su deidad tutelar) y el joven César, Octaviano (que se puso bajo el patronazgo de Apolo),[iv] por el liderazgo de los cesarianos, se consolidaron diversos «señores de la guerra» (Sexto Pompeyo, Publio Sitio) mientras que el grueso de los tiranicidas se retiró pronto al Mediterráneo oriental para preparar una guerra, a costa de los provincianos y de los reinos aliados («clientes») de Roma en la zona (Egipto, Judea, Capadocia, Galacia, Comagene, Tracia, etc.).
[iv] El capítulo 1, entre otros aspectos, plantea una pugna entre Dionisio y Apolo, que tutelaban a Antonio y Octaviano, respectivamente, que evoca en el lector la dicotomía planteada por Nietzsche entre lo dionisíaco y lo apolíneo, el éxtasis y la cordura, y que en cierto modo define a la imagen que ha quedado de ambos Triunviros, uno más dado a los placeres (Antonio) y el otro a un tradicionalismo (Octaviano), que sigue perviviendo en el imaginario colectivo.
El segundo bloque (capítulos 5-8) se sitúa entre finales del 42 a.C. y el otoño de 36 a.C., y que muestra, a pesar de la victoria sobre los tiranicidas, la latente «guerra fría» en el seno de los Triunviros –básicamente, entre Antonio y Octaviano, quedando Lépido cada vez más al margen–, que tuvo que hacer frente a, en primer lugar, a las pugnas entre Octaviano y Fulvia y el cónsul Lucio Antonio (esposa y hermano de Antonio), que derivarían en la guerra perusina (40 a.C.), mientras Antonio reorganizaba las provincias y reinos orientales (y entablaba su alianza con Cleopatra VII de Egipto), y que finalmente se resolvieron con la paz de Brundisium (actual Bríndisi) entre los Triunviros (40 a.C.); después, a figuras emergentes, como Sexto Pompeyo –que controlaba el mar Tirreno y varias islas (Sicilia, Córcega y Cerdeña) y que con sus actos de piratería asolaba las costas italianas dificultaba el suministro de grano africano a Roma–, hijo de Pompeyo el Grande, el rival de César, y que forzó a los Triunviros a un acuerdo (paz de Misenum, 39 a.C.), una tregua que daba un encaje a Sexto en el organigrama político y territorial, si bien ninguna de las partes lo cumplió.
Por otro lado, Antonio debió hacer frente a la guerra contra los partos, que invadieron Siria y Judea en 40 a.C. (tras una primera trifulca en Siria en 45 a.C.), con el renegado Quinto Labieno, que pactó con los partos; Antonio enviaría a su legado Publio Ventidio Baso en 39 a.C. para recomponer la situación (mientras él partía para limar asperezas con Octaviano en Occidente), y que resolvió el asunto, derrotando a Labieno y los partos en dos años. Serían las semillas de la invasión del reino parto, a través de Armenia y Media, que Antonio emprendería en 37-36 a.C. y que acabó en desastre, mientras en el Mediterráneo occidental Octaviano (y Agripa y Estatilio Tauro) finalmente derrotaron a Sexto Pompeyo en Sicilia (batalla decisiva en Nauloco, septiembre de 36 a.C.).
El tercer bloque (capítulos 9-12), por último, recoge los acontecimientos entre 35 y 31/30 a.C., con la campaña oriental de Antonio en 36 a.C., que a pesar de su fracaso se reanudaría en 34 con la breve guerra contra Artawazd de Armenia; el final de Sexto Pompeyo, finalmente ejecutado por un legado de Antonio cuando huyó a Oriente y empezó a intrigar en el ejército romano: la cada vez más estable alianza política y matrimonial de Antonio y Cleopatra, con tres hijos en común y el episodio de las «Donaciones de Alejandría» (34 a.C.), en el que se repartieron territorios entre los tres niños y que fue utilizada por el bando de Octaviano para desprestigiar a Antonio;[v] las exitosas campañas de Octaviano (y sus generales, con Agripa, Tauro y Messala al frente) en Dalmacia e Iliria entre 35 y 33 a.C., que anticipaban las extensas campañas en la zona en las últimas décadas del siglo I aC, y que llevaron a establecer una frontera estable en el Danubio; y finalmente la guerra de Accio y de Alejandría en los años 32-30 a.C., que enfrentaron al «Occidente» romano frente al «Oriente» liderado por Cleopatra de Egipto: «oficialmente, en Roma la batalla de Accio fue una guerra exterior contra Egipto: de hecho, fue una mezcla de guerra externa y guerra civil; en resumen, una guerra mundial» (p. 253, traducción propia).
[v] Formalmente, los territorios que Antonio cedió a Cleopatra y sus hijos ya no eran provincias romanas y se hacía hincapié en reinos por conquistar (Partia) o con los que Antonio había establecido alianzas (Armenia, Media Atropatene), pero ello no impidió a la propaganda de Octaviano su utilización para desprestigiar a quien se veía ya como el rival del joven César por el dominio en Roma, Luego vendría el asunto de la lectura del testamento de Antonio, sacado ilegalmente del templo de Vesta, y que en sí solo mostraba deseos de Antonio en cuanto a un eventual entierro en Alejandría. La cuestión era denigrar a Antonio, presentándolo como alguien que no podía controlarse a sí mismo en cuanto a sus «vicios», que entregaba territorios romanos a una reina exterior y que, como Triunviro, se rendía ante una mujer extranjera.
Traina, al poner el foco no solo en los generales y dinastas romanas, sino también en caudillos, tetrarcas y reyes de estados aliados, clientes o rivales, muestra un tapiz más rico y complejo sobre esta década y media. El Mediterráneo oriental es una buena muestra, donde Roma solo tenía formalmente unas pocas provincias (Macedonia, Asia, Bitinia, Cilicia y Siria) y, desde la época de Pompeyo Magno, se habían establecido reinos y principados clientes, aliados, en Ponto, Galacia, Capadocia, Judea y Egipto, que, sobreviviendo a las rapiñas de Casio y Bruto, tanto Antonio como Octaviano/Augusto mantendrían con pocas modificaciones. El gobierno indirecto de grandes extensiones de la zona oriental, bajo el formal gobierno de reyes y príncipes de viejas dinastías que fueron sustituidos por otros de nueva designación (Polemón del Ponto, Amintas de Galacia, Herodes de Judea) resultaba mucho más cómodo para los romanos que la provincialización (a la que se llegará en el período altoimperial), y estos aliados también entraron en alianzas personales de dinastas como Antonio y Octaviano y que, formalmente, se pusieron a su servicio en las guerras civiles romanas (aunque luego defeccionaran, como los tres mencionados, que antes o después de Accio abandonaron a Antonio y transmitieran su lealtad a Octaviano).
La tesis es interesante, aunque algo especulativa; es cierto, no obstante, que nos permite tener una imagen más matizada de esa década y media de guerras civiles y externas que jalonaron el final de la República romana: el período triunviral (42-33 aC), además, resulta a veces algo difícil de comprender por los muchos cambios que suceden y que afectan a la estabilidad del (formalmente) régimen republicano, y Traina consigue hacerlo inteligible y con claridad. También es cierto que, frente a obras de mayor ambición y alcance (Osgood, sobre todo, que juega en otra liga), el libro de Traina no es rival a su altura, pero aporta una imagen más amplia sobre las relaciones «internacionales» de la convulsa Roma y de los generales en liza, de modo que sus alianzas cambiantes en función de los acontecimientos «internos» romanos resulta muy interesante. Esa perspectiva diferente que ofrece Traina ayuda a tener una imagen «global» de esos casi quince años y de lo que estaba en constante disputa. Y lo diferente siempre llama la atención y resulta, incluso, estimulante (este libro lo es).
Aunque asumimos que lo tiene (muy) complicado para competir con una oferta sobre esta época tan abundante, hay que destacar, no obstante, la amenidad de la exposición del libro, el buen manejo de las fuentes primarias (como se percibe en las notas) y la capacidad de síntesis: no es un libro especialmente extenso, por lo que resultará accesible y atractivo para lectores que a priori puedan sentirse más amedrentados por obras de mayor tamaño, al tiempo que hará las delicias de lectores más avezados en la materia (es mi caso, por ejemplo); y que añade un útil material gráfico (mapas, monedas).
En conclusión, este breve libro sobre las guerras civiles del período final de la República romana (44-30 aC) aporta su granito sobre una época que llama la atención y pica la curiosidad de los lectores: la transición de un régimen «republicano» a otro «imperial». Es innegable el atractivo de personajes carismáticos como Marco Antonio, Gayo Julio César Octaviano, Sexto Pompeyo, Marco Agripa, Cleopatra VII de Egipto, entre otros, pero Traina aporta una mirada amplia que abre el objetivo de la cámara, aunque sea brevemente, a otros conflictos y escenarios: las guerras párticas de los años 40-34 a.C., las campañas en Dalmacia e Iliria (35-33 a.C.), las alianzas romanas con reyes de Tracia, Judea, Mauritania y Egipto. Por tanto, estamos ante una obra nada prescindible, aunque quizá redundante, sobre esa apasionante década y media del final de la «República «romana; un libro interesante, ameno, asequible para lectores curiosos y que no defraudará (o no debería) a los más avezados en la materia
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Giusto Traina, La guerra mundial de los romanos. Del asesinato de Julio César a la muerte de Marco Antonio y Cleopatra (44-30 a. C.), traducción de Silvia Furió. Barcelona, Editorial Crítica, 2024, 280 páginas.
Fantástica reseña, como siempre. Da gusto leerte.
Gracias, es un librito que, aun con su dosis de especulación, no está nada mal; todo lo contrario, muy bien.
Gran reseña. Se ha escrito mucho sobre lo sucedido tras el asesinato de Julio César, pero si las aportaciones son buenas es un tema que nunca parece cansarnos.
Tuve el libro el otro día en mis manos, pero no lo compré porque, como siempre me ocurre con esta editorial, el papel y la tipografía utilizada me generan rechazo. Creo que deberían darle una vuelta.
En este caso la opción ebook es evidente (afortunadamente la hay).
Gracias. Hay temas y períodos muy sobados ya, y en diversos idiomas, y este es uno de ellos, casi hasta el hartazgo. Traina le da una vuelta de tuerca y aporta una mirada más «internacional». Pero hay lo que hay sobre el tema en fuentes, epigrafía, numismática, etc., y mucho más no se puede estirar el chicle.
Le echaré un vistazo, porque el tema es de los que siempre acaban en la librería de mi domus, pero como tenga la letra muy pequeña….. imposible. Gato, tus recomendaciones son infinitas, eres un peligro para mi bolsillo :-)
Tiene una letra más que aceptable, ayer mismo lo comprobé. No me hago responsable de las bancarrotas familiares. ;-)