LA TORRE VIGÍA – Ana María Matute
Es esta la primera incursión de A. M. Matute en el mundo medieval y lo que podría clasificarse (a efectos de organización librera) como novela histórica. Creo que esta es una novela que va mucho más allá de la Historia. De hecho, se sumerge profundamente en una reflexión poética, plena de metáforas, símbolos… hasta abismos insondables, casi cercanos a una filosofía arcaica y primitiva, irracional.
Oscilando entre lo legendario y mitológico, lo histórico, la religiosidad cristiana y pagana, lo vivido y lo soñado o imaginado, resulta un texto de una gran densidad, difícil y perturbador, a veces incluso confuso por sus saltos en el tiempo o, más bien, sus distintas concepciones del tiempo, la incertidumbre e indefinición del espacio, los personajes y sobre todo, el desconocido narrador, que por no tener, no tiene nombre, pero habla en primera persona.
Novela que al principio parece de iniciación, ya que comienza con la infancia del narrador, describiendo su trayectoria vital hasta el momento en que va a ser nombrado caballero, con quince años. El innombrable narrador habla desde un tiempo impreciso, tanto de su vida como del tiempo histórico, situándolo aproximadamente en el alto medioevo. Sin embargo creo que es mucho más que eso. En el texto, y esto es algo que confunde bastante al lector si no va con mucha atención, hay varias nociones de tiempo: el tiempo real, que discurre por días, meses y años, en el que el narrador vive y crece; el tiempo estacional, que vuelve como en un eterno retorno, de invierno a invierno, de verano a verano, símbolo de renacimiento y ocaso, de vida y de muerte. Pero también hay un Tiempo con mayúsculas, un tiempo ancestral, que es probablemente desde el que el narrador sin nombre habla.
El espacio parece centroeuropeo, con la eterna pugna entre los germánicos y los eslavos. Digo parece porque no ofrece más detalles que algunos nombres, algunas vagas referencias a un Gran Río (¿Rhin?, ¿Danubio?), castillos, torres, guerreros, bosques, estepas, inviernos gélidos y blancos… La vida entre animales hace que los guerreros y los que les rodean sean, a su vez, salvajes; no se distingue demasiado entre la caza del jabalí o la caza del enemigo. Resalta la crueldad, la bestialidad, las costumbres ancestrales sangrientas, ecos de ritos pasados de divinidades ávidas de sangre, que apenas han recibido un ligero barniz de civilidad con la aparición del cristianismo, religión que convive con creencias míticas, con seres fabulosos y costumbres «sacrílegas». Ogros y ogresas, dragones, seres tránsfugos y apariciones inquietantes… son seres que están integrados en la narración, aunque a veces más bien parecen ser los sueños o imaginaciones del duermevela del narrador. El lejano e inaccesible Gran Rey, que nadie ha visto, es una referencia cargada de simbolismo. De hecho, toda la novela es un acúmulo de símbolos, empezando por la propia Torre vigía, aunque esta aparece hacia la mitad de la novela, atrayendo al narrador/protagonista que se refugia en las visiones a las que accede desde tal atalaya.
A lo largo de los diez capítulos de la obra, el niño/joven irá ascendiendo muy duramente los peldaños del conocimiento: desde la barbarie familiar, que poco tiene de civilización y mucho de salvajismo, donde la separación entre humanos y animales apenas cuenta; baste ver cómo el maestro de armas de su infancia, Krim, recibe el mismo nombre que el primer caballo del adolescente protagonista, que también se llamará Krim. Los caballos, así como los halcones, tienen un valor simbólico en toda la narración.
Hasta su llegada al castillo y posesiones del barón Mohl, donde ya sus tres hermanos residen y han sido nombrados caballeros, su existencia se mueve en la soledad más dura y asilvestrada, odiado por sus hermanos, por su madre, despreciado por todos por considerarle diferente (su físico, a pesar de su fealdad, está más cercano a los dioses nórdicos ancestrales, mientras que los que le rodean parecen pertenecer a una tribu humana distinta…) Menos su maestro de armas, aunque éste también tendrá una existencia efímera, entre la realidad y el mito.
Con catorce años es enviado al castillo para servir al barón y el panorama cambia radicalmente: aquello es un atisbo de civilización, hay normas, hay orden, hay clases y su aprendizaje se eleva varios escalones por encima de lo habitual. Pero no por ello deja de estar solo, la soledad es consustancial al personaje, siempre considerado diferente. Conocerá el arrebato sexual, físico, y algo parecido a una atracción amorosa. También la lealtad a unos principios, a un señor, a unas normas. A cambio recibirá todo el odio y la envidia de otros, por su diferencia y la deferencia con que le trata el barón… y la baronesa.
Personaje muy importante es la figura del barón Mohl, que asume una función casi paternal con respecto a este joven al que acoge y prepara para su sucesión; la soledad de ambos les une, en cierto sentido. Como une a la vez que les enfrenta al Barón con su enemigo más brutal, el Conde Lazsko.
El clima de brutalidad de los caballeros, entrenados para la guerra, la lucha y la caza, matar o morir, impregna toda la obra. La idea que tenemos del primer medioevo centroeuropeo como esa época semisalvaje, brutal, desolada, es remarcada y muy conseguida por la autora en esta obra, un texto que nos remite a las sagas nórdicas, al Cantar de los Nibelungos, a los mitos artúricos, donde las referencias son vagas y difusas, porque lo que importa son valores más fuertes, intemporales, la mezcla en íntima interacción del mito y la realidad.
La narración finaliza con la vigilia previa al ordenamiento como caballero del joven narrador, con todo el protocolo previo (baño purificador, vela de las armas en la capilla…) y el desenlace posterior, penetrando directamente en la leyenda y fundiéndose en ese Tiempo inmemorial e inmortal, el tiempo de los dioses y los mitos.
No apta para lectores con prisa, que busquen sobre todo acción, y a los que solo interese el lenguaje directo y sin complicaciones. El lenguaje es barroco, complicado, inquietante…y bellísimo. Abstenerse lectores impacientes, agobiados o los que necesitan ir al grano y pronto. Sugerencia: un buen sillón de orejeras, junto a una ventana con buenas vistas, y calma.
Ayuda a mantener Hislibris comprando LA TORRE VIGÍA de Ana María Matute en La Casa del Libro.
¡Qué lindo el párrafo fina! :)
Gracias, Caballero! Espero que el resto de la reseña también haya sido de tu agrado…
Magnífica y adictiva reseña Ariodante. Me ha recordado, y mucho, a la espléndida y también profundamente perturbadora «Bomarzo» de Mújica Lainez.
Queda anotada.
Saludos
Espléndida y evocadora reseña, Ario. Otro libro más para la carpeta de pendientes.
Magnífica Ana María Matute. Estupenda reseña.
Me gustó toda la reseña, Ariodante, pero el final me enamoró. :)
Dice mucho, es cierto.
Un libro a tener en cuenta.
Gracias a todos, me alegro que os haya gustado.