LA TRAVESÍA – David López

LA TRAVESÍA - David LópezEl 2 de octubre de 1836, después de cuatro años, nueve meses y dos días, la HMS «Beagle», un bergantín inglés al mando del capitán FitzRoy, regresaba a casa. Gran Bretaña, dueña absoluta de los mares, ya no necesitaba navíos de tres puentes que conquistaran, sino pequeños buques exploradores que recorrieran, milla a milla, los vastos dominios marítimos del imperio.  Con el objetivo de cartografiar las costas de gran parte de esos dominios, el bergantín había zarpado de Devonport llevando a bordo una variopinta tripulación, y un pasajero cuyo destino habría de convertir ese periplo en una de las expediciones navales mejor conocidas de la historia: Charles Darwin.

La presencia de Darwin a bordo de la «Beagle» tenía muy poca relevancia: «el cazamariposas», como le llamaban, viajaba en calidad de invitado del capitán, quien había decidido llevarle consigo simplemente para tener compañía, un interlocutor culto con quien alejar sus demonios interiores, con quien paliar la conocida pero no por ello menos temida soledad propia del mando, un sucedáneo de amigo para asegurar su salud mental. La estricta jerarquía que imperaba en una nave de la Armada británica impedía cualquier tipo de relación personal entre el capitán y sus oficiales y, ni que decir tiene, con  la marinería.

No es sin embargo Darwin el centro de esta historia, aunque sea este el gancho de la portada del libro. La Travesía es una novela coral, donde multitud de personajes (tantos, que al principio nos perdemos entre una multitud de nombres o apellidos) reclaman su papel: el capitán, el contador, el cirujano, los gemelos Ryan, el ayudante del contador…  Darwin es casi un personaje secundario, que ni siquiera llama la atención por sus teorías acerca de las formaciones geológicas, que discute con frecuencia con su anfitrión y con otros miembros del rol. Los protagonistas son a la vez todos y cada uno de los habitantes de ese barco, sus sueños y ambiciones secretas, sus esperanzas ocultas, sus  temores o frustraciones, sus percepciones de los diferentes paisajes o pueblos con los que entran en contacto.  No es solo una novela sobre un viaje, que ya es de por sí una aventura.  Es un viaje al pozo misterioso y profundo de los anhelos de los hombres -y de alguna mujer-, el reflejo de la mirada curiosa del ser humano colocado a la vez en un microcosmos y en un espacio casi infinito:  el barco y el mundo, tan pequeño y tan grande a la vez.

La trama se detiene especialmente en las partes del viaje de la Beagle menos conocidas: Tierra de Fuego, la Patagonia o los Andes, dibujando de soslayo la situación de las antiguas colonias españolas en Sudamérica, con particular incidencia en el Chile gobernado por el conservador Prieto.

No es La Travesía una novela del género naval, pese a que el argumento se desarrolla principalmente con motivo de la misión del bergantín, y es el barco el escenario principal en el que interactúan los personajes.  No hay términos náuticos, ni combates penol a penol,  y la misión científica –cartografiar las costas– se desarrolla sin apenas interés para la historia. La búsqueda de la felicidad, la venganza, las preguntas sobre la naturaleza humana o  la capacidad del hombre de sobrevivir en los confines del  mundo son el motor de La Travesía en mayor medida que la narración de las aventuras y anécdotas de aquella expedición.

La calidad literaria de la novela es notable, y sin embargo he de decir desde mi personal experiencia lectora que la novela peca de una excesiva extensión, y de un desarrollo irregular. La presentación de los personajes se extiende a lo largo de demasiadas páginas en las que los hechos son pocos y las reflexiones muchas, y el desenlace de las historias que van apareciendo tiene lugar de una manera demasiado rápida en los últimos capítulos, que es el momento en el que el lector se engancha a la trama. No es un libro que cueste leer en absoluto, aunque la singladura transcurra demasiado parsimoniosamente al principio. En palabras de un monitor de vela que conocí, la historia trascurre como «el rumbo de la tortilla» (mar en calma, pocas maniobras y mucha paz y tranquilidad para compaginar la navegación con un pincho y una bebida fresca), pero materia había para darle un poco de «vidilla» al asunto, como acontece en la mitad final del libro.

Para variar, y como ya es marca de la casa, la petición de siempre: un mapa. Para el que se anime con esta novela, lo aporto yo con este enlace. Y tampoco estaría de más un apéndice con los dramatis personae.  En resumen, es una buena lectura si no se espera de inicio una acción trepidante.  Su autor, David López, tiene oficio y buenas maneras.

«Era allí, donde el mundo se agotaba, el lugar en el que las mandíbulas de roca y hielo batían sin cesar sobre los cadáveres de naufragios pretéritos, pulverizando la madera y la carne en un lecho de espuma sucia

La Travesía
David López
Rocaedictorial histórica
483 páginas

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18 comentarios en “LA TRAVESÍA – David López

  1. Urogallo dice:

    Dicen que la «compañía» que buscaba el capitán era mucho más «íntima» de lo que parece…

  2. Valeria dice:

    Maese Urogallo, era principalmente el miedo a volverse loco -y a acabar como el anterior capitán de la Beagle, que se había suicidado- , el temor a la depresión y a lo que la tripulación denominaba los demonios interiores del capitán la justificación que en la novela se le otorga a la invitación a Darwin para participar en la travesía. No hay insinuaciones de otra cosa, ni lúbricas intenciones para con el cazamariposas u otro miembro de la tripulación, que yo recuerde. De hecho, además de mencionarse en la que el capitán estaba prometido con una muchacha, el lector es testigo de algún que otro desahogo del capitán con señoritas de vida no tan alegre en algunos puertos del sur.

    Pero mucha gente viajaba en la Beagle, y en el sollado pueden pasar muchas cosas.

  3. Urogallo dice:

    En esos oscuros sollados, forzados por el aislamiento y el ron…¿En que tentaciones no caerían?.

    ¿Darwin también se permitía esas licencias con las señoritas?

  4. Javi_LR dice:

    Valeria, cuando haces referencia a ese detallismo de pensamientos y de presentación de personajes, ¿podríamos pues hablar de un principio denso o tienen el suficiente calado (como se puede desprender de tu reseña) como para resultar de interés?

  5. Javi_LR dice:

    O ambas cosas, ahora que me releo (densidad interesante). Que te he hecho la pregunta como si fuesen antónimos.

  6. ARIODANTE dice:

    ¡Valeria, querida, qué gusto leerte! Estupenda reseña,(y magnífica cabecera, Sandra, por cierto.) El libro lo leí el verano pasado y opino justamente como tú. De hecho, en mi reseña en El Placer de la Lectura
    (http://www.elplacerdelalectura.com/2010/10/la-travesia-david-lopez.html) hablo de la necesidad -además de mapas- de un listado de personajes, porque es una obra tan coral que al principio marea. Y también, que la primera parte es bastante lenta, además has de mentalizarte de que Darwin es un secundario más dentro del coro, cuando la portada parece sugerir que es el protagonista.
    Un punto que yo destacaría es la parte de narración en primera persona, a modo de diario, de la huida de Joe y Angélica. Parece una «novela dentro de otra novela», cambia por completo el tono y el ritmo. Y a mi juicio, es casi lo más interesante de la novela. Porque de la travesía marina, al ser tan plácida en su mayor parte, resulta algo aburrida. Y las discusiones entre Darwin y el capitán podrían haber sido de otro modo.
    Uro: sí, yo también he leído en otros sitios algunas sospechas de las costumbres del capitán Fitzroy. Pero en este caso el tema se soslaya.

  7. Valeria dice:

    La primera parte de la novela, Javi, reúne los elementos de una novela psicológica, pues no importa tanto el hilo argumental como la descripción de motivaciones, conflictos, emociones, anhelos, dudas …. Sí que es una descripción densa, minuciosa (y muy bien escrita), pero cuando llevas trescientas páginas así, puede resultar que esperes algo más de la novela que la profundización en las almas de gran parte del rol. Un viaje en barco al fin del mundo tiene que dar algo más de sí, piensas. El principio es denso y es interesante, pero a mí particularmente me llegó a parecer demasiado extenso, y cuando llegó a la resolución de algunos hilos argumentales, algunos me parecieron precipitados. Opino.

  8. juanrio dice:

    Tengo en cartera, desde hace algún tiempo una novela que aquí reseñó Sangón: https://www.hislibris.com/hacia-los-confines-del-mundo-harry-thompson/

    Y aguarda su turno por su extensión, porque de su calidad tengo pocas dudas por las referencias que me han dado.

    De esta que reseñas, Valeria, me llama la atención que Darwin tenga menos protagonismo, aunque tras informarme un poco sobre Fitzroy, no me cabe duda de que nos hayamos ante un personaje de primerisimo nivel…..¿Por cual me decidiré primero? ainsss

  9. Valeria dice:

    Ario, efectivamente coincido contigo en muchas cosas -aunque sabía que habías reseñado esta novela, no quise leer tu reseña hasta hacer la mía-. Yo las primeras páginas casi me tengo que hacer un listado de caballeros, para no perderme.

    Juanrio, por lo que respecta a Darwin, podía haberse llamado Smith. De hecho, en la obra no se abordan discusiones sobre su futura y famosa evolución de las especies; los debates que protagoniza son de tipo moral (Darwin cursó estudios de teología) sobre todo con relación a determinada experiencias que suceden a lo largo de la travesía – la situación de los indios, la guerra, la capacidad del ser humano para lo mejor o lo peor- o de tipo geológico (sobre la formación de la tierra). En la novela FitRoy es un personaje con una gran angustia vital, pero más rico en matices que Darwin en algunos aspectos.

    (Y no, Uro, no recuerdo que el señor Darwin se tomara esas licencias)

  10. ARIODANTE dice:

    Yo tampoco suelo leer las reseñas de los demás hasta haber terminado la mía, Valeria.
    Juanrio, no he leído «Hasta los confines del mundo» porque no me he hecho con ella aún, (la encontré en bolsillo, pero era un formato imposible de mantener abierto) pero desde que leí la reseña me quedó muy claro que ese libro merecería la pena. Ahora bien, lo que está claro es que en este libro, La travesía, hay que descartar toda investigación o intento de explicación de las teorías de Darwin. Sólo hay alusiones. Y como digo, hay otras historias que tienen más importancia que la de él e incluso que la del capitán.

  11. Koenig dice:

    Pues una novela sobre un viaje en barco que no es de tema naval puede resultar, a priori, interesante.

    Sin embargo por lo que habéis comentado, y a pesar de la importancia histórica de Fitzroy, parece que podrían echarse de menos las sorpresas de Darwin con lo que se va encontrando.
    Lo digo porque uno de los recuerdos que tengo de leer el diario del viaje del Beagle fue precisamente eso. ¿Podría novelarse lo que descubrió Darwin?

    En fin. Quien sabe. Gracias por el apunte en todo caso.

    Saludos.

  12. Urogallo dice:

    Curiosamente, en una aventura de Darwin joven, se elige una imagen de Darwin viejo.

  13. Rodrigo dice:

    “[…] Un viaje al pozo misterioso y profundo de los anhelos de los hombres -y de alguna mujer-, el reflejo de la mirada curiosa del ser humano colocado a la vez en un microcosmos y en un espacio casi infinito: el barco y el mundo, tan pequeño y tan grande a la vez.”

    Creo que esta descripción es de lo más cautivante que puede haber para un lector de novelas, más allá de las particularidades de la obra en cuestión. Como que insufla un aire de universalidad a una historia puntual.

    Me intriga lo que conste en la novela del Chile de aquel tiempo, por somera que sea la referencia. ¿Algún indicio, Valeria? ¿El dibujo a que aludes, acaba en la descripción geográfica, o hay más? Deduzco que menciona al presidente Prieto; ¿menciona a Diego Portales, quien era el verdadero poder en la sombra?

    Estupenda reseña.

  14. Valeria dice:

    Gracias, Rodrigo. Mucho me acordaba de tí con esta travesía, y de un viejo conocido hislibreño de Chiloé…. Efectivamente el señor Portales es un hombre mencionado y que tiene un papel que trasciendo su condición de ser parte del escenario político de un país visitado por los pasajeros de la Beagle. Porque a través de las cartas de una dama chilena (y hasta aquí puedo escribir, si no le reviento el argumento al personal) al lector se le ofrecen pinceladas abundantes sobre el gobierno de Chile en esa época. La novela ahonda más -en la medida en que el hilo argumental lo requiere- en este país que en otros, aunque las pinceladas en este caso son más de tipo social o politico que geográfico, o al menos son las que más impresión me causaron. De hecho indagué un poco durante la lectura de la novela en ese período de la historia de Chile, para tratar de situarme convenientemente. Y para verificar alguna detalle (por ejemplo si efectivamente se encarcelaba a personas en cárceles ambulantes al aire libre para escarnio público).
    Como verás, casi parece que lo de menos fuera el periplo del bergantín o su insigne pero entonces desconocido pasajero.

  15. Rodrigo dice:

    Vaya pues, pinta y interesante. Me parece que sí se practicaba aquello de las cárceles ambulantes. Tiempos hoscos.

    En efecto, todo parece una excusa para algo más que una simple recreación del momento histórico. En tanto la maniobra de pie a una buena novela, poco y nada que reprochar diría yo.

    Libro anotado. Mil gracias por la respuesta, Valeria.

  16. Rodrigo dice:

    No lee uno ni medio centenar de páginas de esta novela y ya tiene una breve y punzante caracterización de la situación política del Chile de 1831. Curioso. Es cierto que se trata apenas de unas pinceladas, pero corre el riesgo de desorientar a cualquier lector que no sea chileno, o de enfriar de entrada el interés por la narración… o puede que no. ¿Me estaré volviendo demasiado pesimista con respecto a la curiosidad del lector internacional medio?

    La imagen del ministro Portales es convincente: verdadero amo del país, hombre frío y distante pero también zumbón y malhablado. Es la imagen canónica, claro, menos en la parte en que la dama que lo describe (aquella a que aludía Valeria en su última intervención) lo califica de “asesino de Lircay”: los viejos conservadores torcerían el gesto al leer esto. Y bueno, el autor se ha dado maña para compendiar en un par de párrafos algunas de las picajosas y mordaces frases del ministro, citadas hasta el cansancio en la historiografía chilena (lo de “la señora llamada Constitución, a la que se debía violar cuando fuese necesario”, el imperio del “peso de la noche”, etc.). Convincente, la percepción que se tenía por entonces de Constanza Nordenflycht, pobrecilla. Me refiero a la bella limeña que se enamoró del infeliz de Portales siendo apenas una adolescente; la que por amor sacrificó su reputación y su bienestar; la que dio al ministro sus tres hijos… y con la que nunca quiso el desgraciado contraer matrimonio. Para la gazmoña sociedad de entonces, Constanza no era más que “la barragana de Portales”.

    Me gusta la escritura de David López, fluida, discretamente elegante, salpimentada de imágenes y expresiones rotundas y como con sabor de época. En todo caso, un par de detalles me han chocado bastante: eso de “secarse las manos a un trapo mugriento” (chirría la preposición), y la descripción de un cielo lluvioso “del color del barro de Marengo” (como si dijese “barro de Chiguayante”: a ver cuántos reconocen el famoso color).

    Me acerco al primer centenar de páginas de La travesía y mi impresión es muy positiva. De momento, el ritmo pausado de la narración no ha llegado a agotarme.

  17. Valeria dice:

    Lo único que puedo decir, Rodri, es que en mi caso no enfrió nada el interés por la lectura la intervención de Portales y las referencias a la política chilena de la época. Incluso resultaba a veces un aliciente para seguir leyendo.

  18. Rodrigo dice:

    Me complace saber eso, Valeria, y mucho.

    Es una lectura muy grata, la de esta novela. Me encanta su prosa cuidada, por momentos inspiradísima. Me gusta en general el dibujo de los personajes; puede que abunde en secundarios de tan escasa entidad que resulta irrelevante mencionarlos, como hace el novelista con riesgo de confundir al lector, pero no me parece un defecto –si es que lo hay- demasiado grave. Acaso defraude al aficionado a la literatura náutica, dada la parquedad de su ambientación marinera; en lo personal no es algo que eche en falta. No he llegado aún al desenlace pero me gusta el ritmo de la narración. Por otra parte, sigue satisfaciéndome la descripción –somera, como cumple- del ambiente político chileno; como que el autor ha hecho la tarea: ¡si hasta menciona al principal rival de Portales, el ministro Rengifo, y su camarilla de los philopolitas!

    Un par de minucias. Hay un pasaje de la novela en que el autor hace maravillarse a Darwin y FitzRoy a la vista de Los Andes y sus picos nevados, incluyendo un volcán que el primero supone el Aconcagua (la mayor altura de América)… todo, desde el puerto de Valparaíso. Escena inverosímil, dado que la cordillera de Los Andes se halla unos centenares de kilómetros tierra adentro; lo que desde el mar se ve es la llamada Cordillera de la Costa. Lo otro es la descripción demasiado generosa que hace López de Valparaíso. En aquel entonces el puerto recién empezaba a convertirse en un enclave comercial importante, rival de El Callao, faltándole un tiempo para llegar a merecer el calificativo de “joya del Pacífico” –referido por el autor, anticipándose unas décadas; en 1834 no pasaba de ser un villorrio.

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