LOS ÁRABES. TRES MILENIOS DE HISTORIA DE PUEBLOS, TRIBUS E IMPERIOS – Tim Mackintosh-Smith
“Era la sede de los reyes de Himyar, y el origen del dicho: ‘Cuando estés en Zafar, habla como hablan los himyaritas’. Según al-Asmai, un hombre árabe llegó para una audiencia con uno de los reyes himyaritas. El rey, que a la sazón estaba en una terraza alta, en el tejado de su palacio, dijo al hombre: ‘¡Thib!’ [que en árabe significa ‘salta’]. De modo que el hombre saltó al vacío y quedó destrozado. Al ver esto, el rey dijo: ‘Aquí no usamos ese arabillo vuestro. Cuando estés en Zafar, hay que hablar como hablan los himyaritas’. En lengua himyarita, thib significa ‘siéntate’”.
Yaqut al-Hamawi, Mujam al-buldan (Diccionario de países),
entrada de “Zafar”. Siglo XII.
Desde el año 2014 existe una guerra civil en el país de Yemen: diferentes facciones se vienen enfrentando para hacerse con el poder, sin llegar a ponerse de acuerdo; de hecho, el conflicto involucra a otros países que no solo no tienen interés en trabajar en aras de la paz, sino que simpatizan y refuerzan en la lucha las diferentes facciones en combate. Sería largo analizar las causas que originaron la guerra, pero el problema de base es, sin ninguna duda, la desunión del pueblo árabe.
Esta guerra civil ha, por decirlo eufemísticamente, facilitado que este libro viera la luz: su autor, Tim Mackintosh-Smith, es un historiador y viajero británico, experto en arabismo y afincado en Yemen desde hace más de 40 años. La guerra yemení le ha impuesto una reclusión forzosa dentro de las fronteras del país, encierro el cual él ha aprovechado para escribir la historia del pueblo —o pueblos— cuyas tierras habita y conoce como pocos occidentales: Los árabes. Tres milenios de historia de pueblos, tribus e imperios. Se trata de una obra monumental (más de 800 páginas) a través de la cual el lector va a conocer la historia de ese mundo habitado por una multitud de pueblos que la mente occidental engloba y empaqueta con comodidad bajo el epígrafe de árabes. Pero ¿quiénes son y quiénes fueron los árabes?
Según Mackintosh-Smith, llamar “árabe” a todo el mundo que habita desde el estrecho de Gibraltar hasta el de Ormuz, es tan difuso y absurdo como llamar “ingleses” o “anglos” a todos los norteamericanos, sudafricanos, australiasiáticos, irlandeses y británicos. Supone obviar y saltarse con descarada ignorancia las diferencias históricas, culturales, sociales, etc., a menudo radicales y esenciales, que caracterizan a cada uno de esos colectivos humanos, cuyo común denominador es algo tan simple pero al mismo tiempo tan complejo como la lengua. Y es a eso, a la lengua, a lo que el autor británico se aferra y toma como hilo de Ariadna para su viaje histórico. Dice Mackintosh-Smith que la lengua árabe constituye un lenguaje estándar que se erigió en blasón aglutinador de un conjunto de pueblos y tribus cuya similitud no consiste a menudo más que en eso mismo, el lenguaje compartido. Se trata de un rasgo importantísimo, valiosísimo y brillante del mundo árabe: parafraseando una antigua cita que recoge el autor, según un adagio que ya era viejo en el siglo IX, se dice que la sabiduría descendió de los cielos para depositarse en tres órganos de la gente de la Tierra: el cerebro de los griegos, las manos de los chinos y la lengua de los árabes.
El idioma árabe, la lengua con la que los poetas componen hermosas poesías y los eruditos escriben bellos libros de profundos significados, tiene algo diferente, especial, casi mágico. Tanto que quienes a lo largo de la Historia han pretendido erigirse en líderes del mundo árabe, se han esforzado por lograr la asabiya, la “vinculación”, aquello que une y conecta a todos, la solidaridad de grupo: la lengua común, culta, clásica, trabajada y elaborada, arabiya. Y el rasgo más definitorio o más visible del idioma árabe podría ser, quizá, el de su riqueza léxica, su polisemia. Sus palabras tienen múltiples sinónimos: 80 para “miel”, 200 para “barba”, 500 para “león”… De nuevo Mackintosh-Smith recoge un antiguo dicho entre los arabistas, según el cual cada palabra árabe significa al mismo tiempo tres cosas: lo que es, lo contrario, y un camello. La broma tiene un trasfondo de verdad: el árabe tiene no menos de 1000 maneras de referirse al camello, un animal que juega y ha jugado un papel importantísimo en la historia del mundo árabe, tanto como los barcos para los vikingos o los caballos para los mongoles.
El autor recalca varias veces a lo largo de su obra que lo que ha definido a los árabes en su agitada historia de cambios, agrupaciones, separaciones y reagrupaciones, ha sido la lengua árabe. Sin embargo, conviene no confundirse: dice Mackintosh-Smith que este libro no es una historia del árabe sino de los árabes. Y casi tan esencial como la lengua es la ancestral tendencia a la desunión de la comunidad árabe. Los occidentales, tan acostumbrados a ver en el mundo árabe un todo homogéneo, deberíamos ser capaces de entenderlo como un crisol de culturas variopintas, como lo es la vieja Europa o la no tan vieja América. Fue Mahoma, en el siglo VII, individuo inteligentísimo y dominador del lenguaje, el primero que supo aprovechar aquella asabiya mediante la arabiya, y convertir de ese modo aquel crisol en un único aunque caleidoscópico mundo que avanzara en una misma dirección. Sin embargo, también es intención del escritor británico dejar claro que la historia de los árabes no es la historia del islam. El islam solo ocupa la mitad de la historia de los árabes, y creer lo contrario es un error muy común. Ya había árabes mucho antes de haber musulmanes.
Pero entonces, si árabe no es sinónimo (¿y cómo habría de serlo?) de musulmán, ¿qué significa realmente ser “árabe”? Y de nuevo volvemos a la lengua: Los lexicógrafos consideran que uno de los significados de ‘arab es “gente diversa, unida o mezclada entre sí”, lo cual es perfectamente coherente con ese sentido de desunión, pero sigue sin definir de modo concreto qué es ser árabe. También, dice Mackintosh-Smith, es aceptado por la mayoría que signifique “gente del desierto, nómadas”, igual que badw, beduino. O “hablante del árabe”, lo cual conduce a un callejón sin salida; o “procedente del oeste”… La riqueza, diversidad y variedad del árabe es, justa y precisamente, lo que hace que aquello que define a sus hablantes, su significado, se pierda en vericuetos y caminos sin fin.
En cualquier caso: la historia de los árabes que podremos encontrar en la obra del británico se remonta al sexto milenio antes de Cristo, cuando la península arábiga estaba habitada por multitud de pueblos, tribus y grupos humanos, unos de carácter sedentario, al norte, y otros tendentes al nomadismo, al sur. Los asirios se referían a ellos, fueran quienes fueran, como los aribi, un pueblo aparte geográfica y socialmente, que vivía “muy lejos en el desierto y que no tienen supervisores ni funcionarios”. La primera mención conocida de los árabes se remonta al 853 a.C., en una inscripción del rey asirio Salmanasar III, en la que se menciona al primer árabe conocido, un tal Gindibu. Para asirios, babilonios, persas, etc., los árabes siempre han sido marginales, simples tribus que vivían con camellos. A partir de aquí, el libro ofrece un recorrido histórico, variado y diverso, de la constitución y disgregación continua y repetida del pueblo —o pueblos, no lo olvidemos— árabe, de su convivencia y enfrentamiento. Pero siempre desde una especial sensibilidad y tomando la lengua y la poesía como eje vertebrador del discurso. La importancia de los versos, de nuevo insiste Mackintosh-Smith, es enorme en el mundo árabe: “cuatro atributos son característicos de los árabes: los turbantes son sus diademas, las fajas son sus paredes y cortinas, las hojas de espada son sus vallas y los versos son sus archivos”.
El libro se estructura en seis partes: surgimiento, revolución, dominación, declive, eclipse y resurgimiento, que coinciden con las distintas fases, según el autor, por las que ha pasado el mundo árabe hasta llegar al momento actual, en concreto al año 2018, cuando la obra fue finiquitada. Recoge el escritor y viajero británico datos curiosos, como la fascinación de griegos y romanos por las plantas aromáticas arábigas, el incienso y la mirra. No menos de 2.437.500 pasos, según Plinio el Viejo, debería dar un camello cargado de incienso para llegar desde su fuente en Arabia Felix hasta las costas del Mediterráneo. O la comunión de gentes lograda por Mahoma, con qué astucia supo dar a entender que el camino a seguir era el de la unión. Logró que los árabes se unificaran en torno a la lengua: la unificación política estaba lejos, no así la poética. El imperio de la medialuna, las cruzadas, el imperio otomano, las relaciones con Europa… Momentos, sucesos, guerras y personajes que, por no hacer esta reseña más extensa de lo que ya es, el lector deberá descubrir por sí mismo y cuyo relato no tiene desperdicio. Una extensa cronología —31 páginas— sitúa en el árbol de la Historia los principales hechos en los que los árabes se han visto afectados, bien como protagonistas de los mismos, bien de modo colateral. Un buen puñado de mapas, 50 páginas de notas y una abundante bibliografía rematan el volumen.
No se trata de un ensayo histórico al uso; la obra está plagada de citas poéticas, referencias al momento actual de Yemen, reflexiones y opiniones del autor. Una lectura por momentos algo incómoda, no es el estilo habitual de historiador-ensayista el que pone en práctica Mackintosh-Smith. Sin embargo, a las pocas páginas se le coge el gusto y la lectura se hace fluida, cómoda e insoslayable. Magnífico trabajo, por tanto, el del escritor británico, que, pese a lo voluminoso, o quizá por eso mismo, merece la pena leer.
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Tim Mackintosh-Smith, Los árabes. Tres milenios de historia de pueblos, tribus e imperios. Barcelona, Ático de los Libros, 2022, 832 páginas.
Tiene buena pinta.
Obviamente la polisemia también sucede en otras lenguas en relación a los aspectos más comunes de sus culturas o geografías.
Como detalle la lengua árabe trata de mantener una unidad en el árabe estándar moderno y sobre todo en el dialecto egipcio (por el papel mediático de este y su intermediación entre los principales grupos dialectales).
Sí, la lengua árabe es al parecer una especie de laberinto minotáurico, con mil polisemias y variantes. El libro se hace eco de eso aunque, recalco, no se trata de una historia de la lengua árabe, sino del (de los) pueblo(s) árabe(s). Una historia apasionante, por cierto.
Y son capaces hasta de llevarse el Mundial y todo; no estaría mal.
Aunque comparten título, me da la impresión que este abarca un período más largo de la historia árabe que el libro homónimo de Eugene Rogan (que también es una maravilla pero arranca con los turcos otomanos). Gracias por la reseña!
En efecto, el volumen de Rogan comienza con el imperio otomano, y llega hasta la actualidad. Trata ese periodo con más detalle, lógicamente, que el de Mackintosh-Smith.