LOS SIETE LIBROS DEL MEDITERRÁNEO – Fernando de Villena
Tendido bajo el sol, verde o celeste,
se mira en el espejo de los cielos
y sonríe de espumas en espera
de otra voz que proclame su grandeza.
No parece este rincón de ninguna parte morada amable o placentera para el hacedor de estrofas, ni sus lares hogares cálidos, puertos francos, plácidos refugios para Calíope, Erato u otras musas del verso. No parece esta onírica irrealidad del éter que frecuentamos ágora hospitalaria con rapsodas que a la vida canten como sólo saben hacerlo los que en verso sueñan. No parece este mundo, pese a que sobre otros flota y en ellos se contempla, saber nada de líricos ensueños ni evocadoras rimas. No parece Hislibris, no, lugar acogedor para poetas. No parece, no… pero debiera.
Porque también los versos recrean historias y porque también la Historia recorre los versos; y, sobre todo, porque en las historias que contaron y cuentan, que cantaron y cantan los bardos, juglares y trovadores, se esconde, encriptada entre rimas, aliteraciones, ritmos y cuartetas, el Alma de la Historia. Como ese aroma vetusto, rancio, añejo y, sin embargo alegre, juvenil, lozano que, trasvinado entre los versos y exudado en pequeñas gotas nostálgicas y a un tiempo refrescantes, melancólicas pero esperanzadas, salpican, con la fuerza de un mar embravecido, al lector que paladea, saboreando cada palabra, cada verso y cada estrofa, la hermosa oda de Los siete libros del Mediterráneo.
Porque el exquisito y hondo regusto del pasado revivido y la intensa fragancia del presente imaginado conviven, indisolubles, en los versos de Fernando de Villena. Su mar, nuestro mar, es un mar longevo y vivo, provecto y joven, antiguo y nuevo, curioso y sabio, resabiado e inocente a un tiempo. Un mar cuyas olas, en su eterna llegada a las orillas, nos devuelven una y otra vez recuerdos de gentes y mundos que fueron, que fuimos, y que, en su eterna partida hacia el horizonte, arrastran consigo el dolor y los sueños de gentes y mundos que son y que somos. Y así, desde Granada a Jerusalén, navegando en cabotaje, haciendo escala en el ayer tantas veces olvidado y más aún añorado, y recorriendo el hoy imaginado a través del sufrimiento y la esperanza, Fernando comanda y pilota su nave hacia esos puertos que él -como nosotros-, ahora y siempre sueña, siente y vive tan lejos, tan cerca. Barcelona, Venecia, Roma, Corinto, Atenas, Constantinopla, Esmirna, Damasco, Acre, Jerusalén… y en el retorno Alejandría, Trípoli, Cartago, Tetuán, Málaga… Qué bellos, Fernando, los versos melancólicos que quedan en Rávena («¿Quién hoy decir podría/ que fuiste de un imperio la cabeza/ Oh, Rávena, escabel ya del silencio»); que hermosa la Troya de ayer desde el presente («Murieron los guerreros/ y quedan las palabras»); que emoción contenida en Jericó («Allá está Jericó/ posada tal paloma sobre el llano/ muy cerca ya de la ciudad más santa»), que anuncia esa Jerusalén que tanto lloras y que tanto amas…
Hoy, como ayer; el ayer, transfigurado en hoy, que devuelven las olas de un mar celeste y deslumbrante a veces; verdusco, gris y oscuro, otras; y, muchas, demasiadas, teñido en rojo sangre. Ese ayer al que Fernando canta desde el hoy que en él se busca y reconoce: los mismos sueños, virtudes, gestas e ideales de aquella Grecia, cuyo valor e inteligencia, hoy como ayer, asoman entre miserias, ruindades y llantos; la misma noble grandeza, la misma y viril fuerza que, hoy como ayer, se hunde en un abismo de soledad y olvido, en la muerte que acecha, próxima e inexorable, a aquella vieja Roma que Fernando dibuja con perfiles de cónsul veterano y entre cómplices guiños al cantor de la muerta Itálica («No me inquieta la muerte, Fabio amigo./ He vivido bastante y ya me cansan/ la rueda de los meses/ y la ciega estulticia de los hombres»); el mismo apasionado y sensual amor, la misma fe intimista que eleva al cielo la oración del alma, el mismo honor inquebrantable al que cantaron aquellas dos orillas tan próximas y tan distantes, la de Alá y la de Cristo, y que hoy como ayer, se maldicen, se temen y se odian, llorándose a sí mismas en las joyas que para siempre perdieron: la Constantinopla que se fue y la Granada –tu Granada, Fernando- que vino: ¡Qué buena embajada! ¡Qué nueva tan nueva / la que el aire lleva! / «¡Ganada es Granada!.»
¡Cuánta vida en tus versos, Fernando! No hay mar más vivo que tu Mediterráneo ni tierras más llenas de pueblos, de gentes, de hombres, de nombres, que las riberas que tu imaginación recorre en ese nostálgico viaje a través del mar, de la tierra y del tiempo. No hay ciudades muertas ni vacíos rincones en tus versos, no. Entre heptasílabos y endecasílabos se agolpan y esconden, desfilan, aparecen, viven y mueren cruzados, navegantes, hoplitas, judíos, doncellas, apóstoles, amantes, iberos, senadores, esclavos, almogávares, bañistas, turcos, místicos, bárbaros, espaldas mojadas, filósofos… Y, como figuras para un retablo de sal y espuma, Diógenes, Saulo, Abd-ar-Rahmán, Cervantes, Vivaldi, Rubén Darío, Abdelkrim… y Moisés, y Garcilaso, y el Gran Gkan, y Afrodita, y… Y tú, Fernando, sobre todo, tú, acrisolado y purificado entre tus versos, desnudo frente al mar, abrumado por la inmensidad del tiempo y del alma («Medir mi vida en olas me propongo. / Ya no aguanto las horas, los minutos / los meses o los años») humilde ante la Historia y ante el Hombre, temeroso de Dios y de su Verbo, y, sobre todo, esperanzado hacia el mañana en el hondo desconsuelo del hoy («¡Cuánto dolor sellado / qué impotencia tan triste / la del Mediterráneo!»), embebido, eso sí, de ese optimismo cristiano y de ese humanismo militante que mueve tu alma, que puebla tus entrañas y que rezuman tus versos. Y contigo, Fernando, nosotros mismos, a través de tu mirada honesta, de tu soñado viaje, de tu vivencia honda, de tu sincera oferta, de tus hermosas palabras. Porque tú mismo sabes, Fernando, que no es terrible la muerte / pues antes de morir somos eternos.
No, no había versos ni poetas en Hislibris. Pero algunos merecen mucho más que un lugar de honor en esta casa. Porque el honor… es nuestro.
Gracias, Fernando.
Fernando de Villena
LOS SIETE LIBROS DEL MEDITERRÁNEO
Ediciones Evohé 2009
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Maestro, amigo, hislibreño de pro… si preciosos y sugerentes son los versos del poeta, no lo es menos tu reseña. Bienvenido de nuevo a esta tu casa, de la que nunca te has ido, hombrecillo azul, solo ausentado…
No voy a decir que esta reseña me sorprende, porque ya la había leído en primicia.
Sí voy a decir que Los siete libros del Mediterráneo es una maravilla para los sentidos, una preciosidad, una alabanza a la Historia, un canto de amor a la Literatura, al mar que nos une, al Mediterráneo, testigo de la vida y la muerte de muchas civilizaciones y culturas a través de los tiempos.
También quiero animar a aquellos que no se «atreven» con la poesía (entre los que yo me encontraba) porque para disfrutarlo sólo hace falta abrir cualquiera de sus páginas y dejarse llevar por la imaginación.
Lo recomiendo a todos los amantes de la Historia y de la Literatura, así, con mayúsculas. Así que adelante, a leer y a soñar.
Esta joya de libro merecía una reseña de Arauxo.
Ah, se me olvidó decir de que no sólo el contenido hace de este libro una joya, sino también el «continente». Una edición cuidada y elaborada con mimo y con una portada bellísima fruto del talento de nuestra querida Ariodante.
Gracias, Arauxo, por volver de la mano de la poesía. Felicidades al autor, por traernos versos a Hislibris, y Ariodante por su portada.
(yo, como Pepe, también suspiro por un editor)
decía «y a Ariodante».
Yo discrepo de Ascanio, que en algunas cuestiones… no es objetiva. Esta joya de libro no merece una reseña de Arauxo. Arauxo se honra en asociar su nombre al de Fernando de Villena y en haber tenido la oportunidad de reseñar un libro como éste, un auténtico placer para los sentidos, para el intelecto y para el espíritu. Y lo que siente es no haber podido estar a la altura de la excelencia del autor. Y lo único que espera es que sus poemas no desmerezcan por esta torpe carta de presentación que, eso sí, ha escrito con el alma. Porque eso es, desde luego, lo mínimo que merecen sus versos.
Un saludo emocionado.
Pues has puesto un alma de gran belleza en tu reseña, Arauxo. Lo cierto es que he leído el libro a medias, me ha faltado un poco de continuidad con él, pero ya tengo el acicate perfecto para seguir con la lectura.
Esta es reseña para leer en voz alta, Arauxo, que es como dicen algunos que se ha de leer toda poesía. Y si la reseña es así, cómo será el libro, por Poseidón, Nereo, Tritón y todos los seres que habitan los mares egeos, jónicos, adriáticos, tirrenos, baleáricos y mediterráneos todos. El libro es… pues eso: digno de ser leído en voz alta.
Apreciado Arauxo:
Te confieso que estoy abrumado con ese artículo tuyo espléndido y con el entusiasmo que ha mostrado por mi obra Javier Baonza. Por él he sabido que tu nombre es Pedro y desde esta tribuna quiero darte publicamente las gracias pues pocas páginas se han escrito tan bellas sobre mi obra como ésta que has tenido la generosidad de dedicarme. Con su lectura compruebo que eres un gran escritor con un estilo creativo, atrevido, neologístico. Tanto es así que estoy convencido de que no te limitas a la crítica histórico-literaria. Me consta que debes de haber publicado más de un libro de creación. De cualquier modo, me gustaría conectar contigo por si en alguna ocasión pudiera darte las gracias en persona o para enviarte alguna de mis novelas históricas («Relox de peregrinos», «Sueño y destino», «Iguazú», «El testigo de los tiempos»…). Mi email es: fdevillenaarrobahotmail.com Verdaderamente me ha emocionado tu artículo. Te reitero mi gratitud y te envío un abrazo desde Granada. Fernando de Villena.
Guau, Javi me dijo que este libro era una maravilla y se ve que por la reseña de Arauxo (¡y que reseña!) que tenía toda la razón.
Lástima que un ceporro como yo no aprecie mucho la poesía pero incluso hasta a mi me han gustado los versos que han acompañado la (de nuevo) magnífica reseña de Arauxo.
Querida Clío: me ha gustado lo de «hislibreño de pro…»´¿Eso se aplica a los hijos pró…digos de Hislibris? Gracias por los piropos, mujer: yo sé que en tu caso el cariño te ciega, así que te perdono la hipérbole.
Querida Valeria: de ninguna manera. No ha sido Fernando el que ha traído versos a Hislibris. Él… los trajo, con su esfuerzo y su empeño, al mundo real; y en cierto modo gracias a Javi, que convierte en realidad muy real, (y también con su esfuerzo y su empeño) algunos sueños. El virtual Arauxo los ha traído… a esta virtual realidad, en la que hacía tiempo que faltaban los versos.
Querido Juanrío: no hace falta demasiada continuidad para leer hermosa poesía. Anímate, retoma la lectura del libro y saboréalo, despacio, un poema, ahora, otro más tarde, quizás alguno mañana… y acabarás descubriendo un poeta enamorado de la vida, de la Historia y de las gentes.
Querido Cavilius (¡Ay, Cavi, cuántas deudas he de saldar contigo!): ya sé que también tus exagerados elogios son fruto del cariño, así que te los perdono, como a Clío. La reseña desde luego que no, pero los versos de Fernando no sólo debieran leerse en voz alta, sino despacio, muy despacio, degustando cada verso y cada estrofa…
Querido Fernando de Villena: el abrumado soy yo, el emocionado también y, desde luego, el agradecido. No es generosidad, Fernando, es justicia. Por supuesto, contactaré contigo; y nada me gustaría más que leer alguna de tus novelas (¿podría elegir todas?). Mientras tanto, recibe un abrazo desde Sevilla y… desde la admiración.
Querido Vorimir-ceporro: si te han gustado los tres o cuatro versos que salpican la reseña… ni te imaginas lo que te espera.
Un saludo a todos del hislibreño-guadiana.
(Por si hubiere algún otro comentario: no podré conectarme hasta dentro de un par de días. Así que intentaré responder entonces).
Querido Arauxo.
Parece, por lo que leí esta mañana a toda prisa y esta noche con mas tiempo, que ha merecido la pena esperar a que refloreciera el guadiana. Esperemos ahora que vengan años de lluvia, y vuelvan a fluir aquellas sábanas que tanto oleaje traían.
Saludos.
¡Vaya sorpresa! Reseña de Arauxo.
A pesar de que la poesía me puede, me ha podido siempre, ¡que le voy a hacer!, reconozco que no he podido dejar de leer la reseña por venir de quien viene.
Y una vez paladeada, es justo reconocer -otra vez- que es una delicia de reseña. Y sin duda, un acicate para su lectura.
A ver si mi hermana se deja caer…
¡Felicidades de corazón, maestro!
PS: y escribe más, hijo.
Vaya, aunque tarde, me veo obligadísima (y con gran placer) a sumarme a esta lista de dulcísimos comentarios . Chicos, os habeis puesto todos de un poético impresionante. Yo no soy dada a la poesía, pero he de reconocer que:
1. Arauxo, hombre-guadiana, te has lucido con esa fenomenal reseña. Has estado a tono con el libro reseñado.
2. Fernando, el escritor, has realizado una joyita con esos textos tan maravillosos y entrañables. Y que te lo diga yo, tiene + mérito, porque no soy demasiado aficionada a la poesía, pero creo que sí sé apreciar cuando algo realmente merece la pena.
3. Javi, el editor, ha hecho un magnífico trabajo y nos ha regalado una pieza espléndida. (Con una pequeñita ayuda por mi parte, pero de la que me siento muy honrada, y enormemente feliz por hacerme partícipe de una tamaña obra)
O sea: todos contentos. (Mmmm…Entre todos ¡menudo tiramisú hemos escrito…! Dulce a más no poder)
Un abrazo!
Pues yo, gañán de la poesía, no puedo más que suscribir las palabras de vorimir una por una, así que me aplico la respuesta de Arauxo y me apunto el libro para cuando mi selebro esté operativo.
Un saludo también al autor y bienvenido a estos lares.
Richar.
Desde luego que es un honor tener esta obra en Hislibris. La poesía a veces asusta, pero no hay que entenderla, basta con sentirla y los versos de Fernando Villena calan hasta los huesos, se meten dentro sin darse uno cuenta.
Preciosa la reseña, Arauxo. Está llena de poemas, unos en cursiva y otros no, de música y de alma.
Menos mal que aún hay quien disfruta de compartir y ofrecer estas obras en el mundo de hoy. Felicidades, Javi.
Ario, no cabe duda de que es tuya la portada. Enhorabuena.
Gracias, Aretes, suscribo lo dicho. Y siento que no nos pudiéramos ver estos días pasados. A la próxima. Un abrazo.
¿Cómo hemos tardado tanto en reseñar este libro? Y asumo mi parte de culpa, dado que también yo lo he leído y podría (debería, de hecho) haberlo reseñado, si últimamente no estuviera perezoso y disperso.
Debo decir que en pocas obras puede apreciarse el alma del mundo antiguo como en la de Fernando de Villena, alguien cuya calidad como escritor sólo es comparable a su inmensa calidad humana.
Podemos leer en este texto el dolor, la deseperación, la grandeza, el amor. Podemos oir a todas las mujeres de todas las épocas diciendo a sus amados…
«Aquí, muy cerca de ese alegre fuego
que salta entre los troncos
como libre dorada,
escancia el rojo vino
tan rojo como el fruto de la aurora,
y quédate a mi lado.»
¿Y dónde está el conserje pepe, nuestro poeta particular?
Yo iba a escribir dos o tres líneas, pero me salió esto:
http://www.la2revelacion.com/?p=757
Un abrazo.
Sí, se ve que no estabas inspirado… ;-)
Es que desde que se quitó la barba, los pensamientos le dan un garbeo por la cabeza y tardan un ratito en llegar a su sitio, jajaja, como si no le reconocieran.
En fin, Javi… mmm… pues eso (léase «sin palabras» del tamaño de una sábana arauxiana)
(Y después dicen que los del sur somos exagerados…)
Aquí en la meseta solemos ser rancios. No te quejes pues, que podía haber sido peor.
Yo estoy emocioná! y me quito el sombrero ante ambos dos! por eso me gusta Hislibris, por joyas de este tipo: el libro , la reseña y la reseña de la reseña. ¡Qué guapos sois los dos, por dentro y por fuera!
¡¡Maás flores!! ¿Quién me compra este ramiiitooo? Ole, Clío, ole y ole.
Ja, ja, ja. Olé, olé y olanda y olé, y Holanda ya se ve…
Estoy asombrado ante los efectos que provoca la poesía de Fernando de Villena: va a resultar que su olor a mar es un aroma tan poderoso como aquel que elaboró el abominable Grenouille y que tuvo efectos tan devastadores entre la multitud: Javi, el otrora bien barbado, gastando el sueldo en pañuelos; Arauxo, el que en buen hora cinxo espada (o asió pluma), neologístico perdío, y Clío, la de níveos brazos, que se quita el sombrero (será para darse aire, digo yo, por la emoción). Lo dicho: no salgo de mi asombro.
Pepe, hijo, ¿donde estabas metido? Ya se te echaba en falta…
Ariodante, la de hermosos cabellos y aún más hermosos grabados, ¿qué es lo que está tocando esa musa ligera de ropa que ilustra la portada?¿una flauta doble? Un aulos, me parece que es el nombre del instrumento. Creo haber leído que Arquímedes era bueno con él (Valeria) y que los espartanos marchaban al combate al son de su musiquilla. Pinchando abajo se puede oir su sonido y sentirse transportado donde uno quiera.
http://www.youtube.com/watch?v=vt56nrKtzO0&feature=related
uyuyuyuy, ¡¡¡qué aduladorrrr! Si, Pepe, un aulos. Y es curioso el sonido, ¿verdad?
Muy simpática la musiquilla, pepe, pero el vídeo me da repelús. Ese hombre parece Drácula con dos mega-colmillos.
¡Que passsssssssa con Drácula, ein, ein, ein!
Pepe, ¡te pierdes más que yo!
Un fuerte abrazo, poeta.
Gracias Jerufa, príncipe gitano. Por ser tan torero te regalo un pequeño y hermoso texto con el que comienza un ensayo de Italo Calvino, que tiene algo que ver (el texto, no el ensayo) con el asunto flautil en la antigüedad.
Espero que le guste también a los demás y que no desentone mucho en el hilo de una reseña tan poética.
Para los antiguos egipcios el símbolo de la precisión era una pluma que servía de pesa en el platillo de la balanza donde se pesaban las almas. Aquella pluma ligera se llamaba Maat, diosa de la balanza. El jeroglífico de Maat indicaba también la unidad de longitud, los 33 centímetros del ladrillo unitario, y también el tono fundamental de la flauta.