SICILIA. UNA BREVE HISTORIA DESDE LOS GRIEGOS HASTA LA COSA NOSTRA – John Julius Norwich

“La tristeza está ahí, y todos los sicilianos lo saben. Este libro es, entre otras cosas, un intento de analizar sus causas. Si fracasa, será porque tales causas son muchas y muy diversas; y quizá también porque yo no soy siciliano, y, para los que no somos sicilianos, esta bella isla siempre será un enigma”.

Si uno mira un mapamundi y se fija en el mar Mediterráneo, quizá una de las cosas que más le llame la atención sea ese pedazo alargado de tierra con forma de pierna, calzada con una bota de tacón alto. Se trata de Italia. Está ligeramente echada hacia atrás, como dispuesta a patear algo. Y justamente en la puntera tiene un trozo de tierra que parece colocado ahí para recibir el puntapié de la península itálica. Quién sabe si Zeus, o Júpiter, tanto monta el nombre, por aprovechar la metáfora que la geografía le brindaba, dispuso que los habitantes de ese pequeño triángulo de roca anclado al fondo del mar llevaran una vida arrastrada, sufridora e ingrata. La isla se llama Sicilia, y en opinión de John Julius Norwich, es un lugar infeliz.

Maticemos: infeliz por lo que se deduce al conocer su historia. Norwich es (mejor dicho: fue. Nos dejó, casi nonagenario, hace cosa de cuatro años) un gran conocedor de la historia de Europa y del mar Mediterráneo. Este hecho no deja de ser curioso y hasta gracioso, puesto que su nacionalidad es británica, el país menos europeo de Europa (de la occidental, al menos) y cuyas costas están bañadas no por el apacible Mediterráneo sino por el tempestuoso Atlántico. Norwich escribió Sicilia. Una breve historia desde los griegos hasta la Cosa Nostra ya bien entrado en la octava y última década de su vida (aunque lo de última es probable que él lo intuyera pero no lo deseara, desde luego), y quizá suene a presunción decir que se nota: se nota por la socarronería que desprende, por la sensación de que el autor es alguien que ya ha vivido muchas cosas y está de vuelta de todas ellas, por el fino sentido del humor, trabajado y muy inglés que respiran sus páginas, y sobre todo, porque el propio Norwich habla de sí mismo, de su edad y de lo que siente por la isla. Dice en el prólogo, en tono melancólico: “Hoy es mi octogesimoquinto cumpleaños, y quizá ya nunca regrese a Sicilia. Este libro es, por lo tanto, también una despedida. A pesar de su tristeza, la isla me ha hecho muy feliz y ha marcado el principio –y quién sabe si también el final– de mi carrera literaria”. Así pues, Sicilia es una isla triste. Tal vez por ello Norwich ha escrito un libro que se lee con una sonrisa, un libro amable y dotado de rigor, de comicidad y de amenidad. Con ochenta y cinco años; así cualquiera.

Antiguamente fue conocida como Trinacia o Trinacria, y desde los tiempos del homérico Odiseo (¿fue Sicilia la tierra de los cíclopes, o de los lestrigones, o tal vez la isla en la que pastaban las vacas del dios Helios?), fue tierra a tener en cuenta. “Sicilia es la clave de todo”; lo dijo Johann Wolfgang von Goethe, y no le faltó razón. La isla más grande del Mediterráneo, peldaño entre Europa y África, puerta entre Oriente y Occidente, Sicilia es, desde luego, la clave de todo. Clave para griegos, romanos, bizantinos, árabes, normandos, alemanes, franceses, españoles, napolitanos… Todas esas culturas, todos esos pueblos, tuvieron casi siempre la intención de beneficiarse de la isla, más que de favorecer a sus habitantes. Esas civilizaciones pasaron por allí o incluso se asentaron durante un tiempo, para obtener y no para dar. Incluso el propio Norwich, en su modestia, también entró en contacto por primera vez con Sicilia con fines egoístas: buscaba un lugar donde poder pasar un verano soleado con su mujer. En seguida se produjo el flechazo y la tierra siciliana, con toda su cultura a cuestas, ingresó en el corazón del inglés y permaneció allí cuatro o cinco décadas.

Sicilia fue una isla eminentemente griega, afirma Norwich; incluso bajo dominación romana el idioma insular dominante era el griego, no el latín. Fue lo más cerca que tuvo Roma la cultura griega; sin embargo, durante el período romano no tuvo relevancia especial, como si la Historia la estuviera preparando para lo que iba a ser su papel en los siglos venideros. Después fue una isla eminentemente normanda, pues normanda era la sangre que corría por los miembros de la familia de los Hauteville, gobernantes insulares durante 150 años. En especial Norwich destaca a Roger II, rey de Sicilia desde el día de Navidad del año 1130 hasta su muerte 24 años después. En aquellos tiempos, los más importantes de la historia de la isla, el reino siciliano comprendía también Apulia y Calabria, siendo así el tercero más grande de Europa. Sicilia durante su Edad de Oro fue un lugar en el que convivieron el cristianismo occidental, la cultura bizantina y el islamismo oriental. El autor es un profundo conocedor (y admirador) de la época normanda siciliana, como lo demuestra en varios libros monográficos sobre el tema. Pero esa edad dorada terminó con el advenimiento de la casa Hohenstaufen y el gobierno del Sacro Imperio Romano Germánico sobre Sicilia. Y de nuevo Norwich destaca a uno de los reyes que tuvo la isla, en este caso de la casa suaba: Federico II, conocido como “stupor mundi”, personaje extraordinario y, en palabras del autor, “el dirigente europeo más notable que ha existido entre Carlomagno y Napoleón”. Norwich lo bautiza como el primer príncipe renacentista, doscientos años antes de que el Renacimiento tuviera lugar.

El libro es de lectura ágil y entretenida, y aunque en algunos momentos parece carecer de profundidad a la hora de analizar los hechos relatados, conviene tener en cuenta, en primer lugar, que son más de dos milenios de historia siciliana condensados en 400 páginas (sale a 5 años por página, pero si escribir o historiar fuera pura aritmética, mal nos iría); y en segundo lugar, que la intención del autor no es hacer un trabajo erudito sino divulgativo, e incluso un saldar cuentas con la isla, por todo lo que ha recibido de ella. Por otro lado, y en contra de esa aparente superficialidad a menudo necesaria, es más que destacable la descripción que hace Norwich de los famosos hechos que cambiaron la historia de Sicilia y de Europa y que se conocen como las “vísperas sicilianas”, acaecidos en la noche del 30 de marzo de 1282 y cuyas consecuencias fueron irreversibles en el panorama europeo (sobre este tema vale la pena citar el magnífico libro Las vísperas sicilianas, de Steven Runciman). A partir de ese momento la casa de Aragón, con Pedro III bajo la corona, sustituyó a la francesa de Carlos de Anjou en el trono de Sicilia. Y a partir de entonces dieron inicio 400 años en los que la isla estuvo ligada a la península ibérica y no a la itálica o, por qué no decirlo, a Europa. Sicilia no estuvo impregnada del Renacimiento italiano; a cambio, se volvió aragonesa.

La peste, el descubrimiento de América (con la consiguiente pérdida de importancia del comercio mediterráneo), los bucaneros de la costa de Berbería, la crisis, la pobreza, los vagabundos, el bandidaje, los enfrentamientos entre clanes… La infelicidad se instaló en Sicilia de modo inevitable e inexorable. Hasta la tierra se complació en causar males a la isla, y el 11 de enero de 1693 redujo a escombros 70 pueblos y ciudades con el terremoto más fuerte que ha padecido jamás Sicilia. La historia no mejora en el relato de Norwich con la llegada de los Borbones. Sicilia fue menospreciada, ninguneada y víctima de abusos durante muchos años, incluso cuando el tratado de Utrecht la desvinculó de los reyes españoles; más adelante, la unificación de Italia a mediados del siglo XIX por obra e impulso del revolucionario Giuseppe Garibaldi le devolvió al fin algo del orgullo olvidado. En cierto modo, Norwich hace a esta infelicidad y descontento responsables de la aparición del fenómeno mafioso en los años 60 del siglo del Risorgimento. Porque la mafia nació en Sicilia, y sicilianos fueron los principales gangsters del cambio de siglo que decidieron ampliar mercado y emigrar a la Tierra Prometida, los Estados Unidos: el temible Giuseppe Morello apodado “mano de garra”, Ignazio Lupo, Vito Cascio Ferro, Lucky Luciano, Giuseppe Masseria, Salvatore Maranzano… (y de nuevo merece la pena mencionar al respecto otro libro: La primera familia, de Mike Dash, concienzudo trabajo sobre el nacimiento de la mafia americana). Inquietante retrato el que hace Norwich de la Cosa Nostra, organización a la que ni el propio Benito Mussolini pudo poner fin.

Las andanzas de César para vencer a Pompeyo, las de Napoleón para hacerse con el control de Europa, o las del general Patton por quedar por encima de su homólogo inglés Montgomery en la Segunda Guerra Mundial; historias particulares (o no tanto) dentro de la historia de Sicilia, que son relatadas con viveza y chispa por Norwich y salpican este entretenido libro sobre la isla de los tres cabos. Un libro que permite conocer la historia de esta isla, la cual, para su desgracia (así se desprende del texto), tanto tiempo ha estado ligada al gobierno, al mal gobierno, de los españoles. Quizá su lectura nos permita conocer el porqué de ese carácter tan particular y cerrado de sus habitantes, o al menos la causa de esa tristeza casi melancólica que habita en el corazón de los sicilianos.

Concede sin embargo el autor inglés que en la actualidad los habitantes de Sicilia son algo más felices que antaño. Tal vez más felices, pero igual de melancólicos. Después de todo ya dijo Víctor Hugo, quien no era siciliano sino francés, que la melancolía no es más que la felicidad de estar triste.

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John Julius Norwich, Sicilia. Una breve historia desde los griegos hasta la Cosa Nostra (traducción de Joan Eloi Roca). Barcelona, Ático de los Libros, 2022, 425 páginas.

     

7 comentarios en “SICILIA. UNA BREVE HISTORIA DESDE LOS GRIEGOS HASTA LA COSA NOSTRA – John Julius Norwich

  1. Iñigo dice:

    De Norwich he leído sus ensayos sobre los normandos en Italia y Sicilia y es de esos que se leen con gusto. Echaré un vistazo a éste que reseñas aquí. Bravo!

  2. cavilius dice:

    Sí, el libro se lee con placer, desde luego. Y no es nada fácil contar una historia de varios milenios y mantener el nivel de amenidad. Y en 400 páginas.

  3. Iñigo dice:

    Para contar la historia de los Normandos necesitó dos libros, aunque es cierto que entró bastante al detalle. Por cierto, apasionantes libros.

  4. hahael dice:

    Buena reseña, Cavilius. Dan ganas de ponerse con el libro. El peligro que le veo es que después me den ganas de visitar la isla. Ya se sabe, una cosa lleva a la otra…

  5. Garnata dice:

    Nunca me ha parecido justo que la melancolía se asimile a la tristeza. Interesante libro. Yo, al igual que Hahael, correo un serio peligro de visitar la isla si lo leo. Gracias por la reseña, cavilius:)

  6. cavilius dice:

    Actualmente la melancolía se entiende como un estado de ánimo, pero hasta el siglo XVIII y desde Hipócrates se consideraba una enfermedad (el mal de amores también era una enfermedad en la Edad Media, por poner otro ejemplo). Según esa concepción, de los 4 humores que contiene el cuerpo humano (bilis negra, bilis amarilla, sangre y flema), el exceso del primero (μέλας –melas-,»negro», y χολή –kholé-,»bilis») da origen a esa enfermedad. En algún lugar lugar del Corpus Hipocrático se dice que «si el miedo o la tristeza duran mucho tiempo, tal estado es propio de la melancolía». Así que put the blame on Hipócrates, Garnata.
    Por otro lado, uno de los Problemata de Aristóteles (aunque con toda probabilidad no los escribiera él sino sus seguidores), el XXX, titulado El hombre de genio y la melancolía, hace que uno (un servidor, sin ir más lejos, que soy melancólico a mucha honra), modestamente, se envanezca tontamente y se sienta orgulloso de serlo. El Problema XXX trata de resolver la siguiente cuestión: «¿Por qué todos los personajes de excepción (…) resultan ser claramente melancólicos?». El breve tratadito, que por cierto está publicado en la editorial Acantilado, termina con lo siguiente: «Todos los melancólicos son seres excepcionales y no por enfermedad, sino por naturaleza».

    En cuanto a Sicilia, no he estado nunca y es un viaje pendiente. De momento, y como acercamiento, el otro día vi la película El Padrino.

  7. Garnata dice:

    Muy interesante todo lo que expones, cavilius. Gracias.

    Creo que asimilar un estado de ánimo a un libro es un acierto porque se abre el abanico de lo que el lector puede recibir al leerlo, es original. Si el libro es bueno o Interesante y además te hace sentir o reflexionar, creo que consigue esa personalización que algunos lectores agradecemos.

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