SIMPOSIOS Y BANQUETES GRIEGOS. DIÁLOGOS DE AMOR, VINO Y LITERATURA – Carlos García Gual

“Pero tú, consciente de eso antes de emborracharte,
no bebas vino en exceso, sino levántate, no vaya
tu vientre a mandarte a trabajos forzados todo el día.
O no bebas, aunque te quedes. Pero tú repites una y otra vez
la insensata palabra, «¡Échame más!».
Por eso andas borracho.
Una copa va por amistad, otra por los brindis,
otra por libación a los dioses, y otra por tenerla a mano.
No sabes negarte. Pero resulta invencible solo quien
después de beber muchas cosas no dirá algún disparate”.

Teognis de Megara

Es habitual cometer el error de traducir, y por tanto pensar que tiene el mismo significado (para eso son las traducciones, claro, para hacer comprensibles palabras de otro idioma asignándoles una palabra en el nuestro cuyo significado conocemos), el término griego “simposio” como “banquete”. La etimología acude, como casi siempre, al rescate y nos hace saber que un simposio es una reunión para beber; de comida no dice nada (de modo que traduttore, traditore). Y ya que no se come, ¿se hace algo más en un simposio además de beber? Ahora quien acude al rescate es Carlos García Gual, con esta pequeña obra publicada por la editorial Alfabeto.

Los libros de García Gual constituyen casi un género en sí mismos. Libros complejos en su sencillez, densos en su liviandad, clásicos en su actualidad. Extensos en su brevedad. Plagados de citas, de fragmentos, de viajes textuales al pasado para mejor comprender el presente. De claridad y brillantez. De reflexiones, de referencias, de títulos y de autores de otros tiempos. De invitaciones a leer otros libros para así conocer otros mundos, otras épocas y otras culturas, otras costumbres y otras civilizaciones. Y entre ellas, casi siempre dos: la romana y la griega. Y entre esas dos, sobre todo la griega. El libro Simposios y banquetes griegos. Diálogos de amor, vino y literatura, posee todas estas cualidades. Un libro que permite, como la mayoría de los suyos, leer no solo a García Gual, sino a otros muchos autores clásicos al mismo tiempo. Eso no tiene precio.

En este libro de apenas ciento cincuenta páginas, García Gual nos invita a un simposio griego. No literalmente, claro; no al acto del simposio, sino a la idea, al concepto. Un simposio, entre los griegos, es un evento que suele venir después de una comida entre amigos en casa de uno de ellos. Es decir: hay banquete, pero el simposio no es este sino lo que viene después, si es que viene. Y casi siempre viene, pues si los griegos no fueron muy aficionados a la buena mesa (comparados con los romanos, por ejemplo), sí lo fueron al buen beber. Si bien valoraban positivamente la idea del banquete (la frase de Esquilo aludiendo a sus tragedias “migajas del festín de Homero”, da a entender que una comilona era algo deseable; por otro lado, para hacerse una idea de lo bien —o mal— que comían los griegos, es recomendabilísimo el libro de María José García Soler El arte de comer en la antigua Grecia), lo interesante para los griegos era el vino. Vino mezclado con agua, ya que el vino de aquellos tiempos era de más alta graduación al no estar filtrado, depurado y saneado como lo estuvo en tiempos posteriores. Solo los bárbaros bebían vino puro, y así les iba, que no podían ni hablar bien.

Los griegos sí hablaban bien. Y mucho. Cuando tenían a mano una copa de vino, se les soltaba la lengua (y aún sin la copa). Y el vino se convertía así en excusa para el hablar, o el hablar en excusa para el beber, quién sabe. Aunque no siempre se hablaba en los simposios: a veces se jugaba (al sucio y algo vulgar juego del cótabo, consistente en tratar de acertar un objetivo —normalmente el interior de una vasija— lanzando los posos de licor de la copa que uno tiene en la mano). A veces se escuchaba música de flautistas contratados para la ocasión, o se admiraba el baile de danzarinas, o se disfrutaba de la belleza y compañía de hetairas, o de los saltos y cabriolas de santimbanquis, o de los poemas recitados por algún rapsoda. O bien se dialogaba. La actividad que acompañaba a la bebida, por tanto, se movía sobre una línea trazada entre el libertinaje desenfrenado y la razón sosegada. Estar más allá o más acá en esa línea dependía, claro, del nivel intelectual de los simposiarcas. Téngase también en cuenta que no todos los griegos celebraban simposios: esta era una costumbre propia de las clases más pudientes, de los aristócratas, que tenían tiempo y recursos para reunir y agasajar a un grupo de comensales.

García Gual realiza una estupenda presentación de qué es un simposio, y a continuación pasa a desmenuzar cinco de ellos, que se nos han conservado para la posteridad en su integridad, y por ello son tal vez los cinco más famosos. Muchos otros se han perdido. El primero de ellos es el diálogo escrito por el filósofo Platón. Sería curioso comprobar si en su texto se menciona siquiera una sola vez algún alimento, algún plato, alguna comida; diría que no, que solo aparece el vino. Y sin embargo, se lo conoce como el Banquete, de hecho se trata del Banquete por antonomasia. Fue Platón quien, seguramente sin ser consciente, inauguró el género literario del simposio, que luego tuvo tantos seguidores. El desarrollo y la temática lo sitúan, volviendo a aquella línea libertinaje-intelectualidad que antes mencioné, en el extremo de esto último: en modo dialogado se van sucediendo hasta 6 discursos acerca del amor, eros. Tono sosegado, la razón al poder, y solo se desboca un poco con la aparición de un borracho llamado Alcibíades, quien empuja el simposio hacia el otro extremo de la línea con la ingenuidad de los beodos.

El segundo simposio más conocido es con toda probabilidad el que escribió Jenofonte, contemporáneo y en ciertos aspectos situado a mucha distancia de Platón. Por ejemplo en cuanto al estilo a la hora de escribir la obra: aquí el amor vuelve a ser protagonista, pero el texto está falto de agudeza filosófica, es más vulgar y menos sofisticado. Más terrenal. García Gual sigue con dos obras, dos simposios, del prolífico escritor cínico Luciano de Samosata: uno de ellos acaba con una pelea sangrienta, y en el otro, de ambiente más comedido, dialogan filósofos de diverso pelaje y época en una charla imposible. Y es que este librito, amén de servir como muestra de qué y cómo eran los simposios griegos, también revela la evolución del género, desde su nacimiento excelso, brillante y elaborado con Platón (si es que, como parece más probable, fue Platón primero y no Jenofonte), pasando por las críticas a sus convencionalismos que le hizo Luciano, y derivando hacia la pura charlatanería y vulgaridad pedante de los simposios de épocas posteriores.

Estos, los simposios posteriores, son los que García Gual recoge en la última parte de su obra: son los textos de Plutarco y Ateneo de Náucratis. El primero es considerado por el autor “un excelente biógrafo y un aceptable historiador, pero no descuella por su talento dramático”. Y en efecto, si sus Vidas paralelas destacan por hacer excelentes semblanzas de sus personajes y por aportar datos históricos medianamente válidos, sus obras de ficción carecen de la fuerza que tienen por ejemplo Platón o Luciano. García Gual aborda su Banquete de los Siete Sabios y las Charlas de Sobremesa (curiosa traducción del original Symposiaká). Reunión imposible de personajes con el solo objetivo de hablar sobre cuestiones cultas algo trasnochadas. En cuanto a Ateneo, se trata de un autor eruditísimo que escribió una obra monumental: el Banquete de los eruditos. En ella hay cabida no solo para un simposio, sino para el banquete que preceptivamente lo precede. 23 contertulios, expertos en diversos saberes, aportan datos e información valiosísima sobre múltiples aspectos, ofreciendo información acerca de poesía, comedia, historiografía, historia natural, lexicografía, filosofía, literatura, jurisprudencia, medicina, gastronomía… A lo largo de los 15 libros que componen la mastodóntica obra se mencionan unos 1250 autores y más de 1000 obras, la mayoría de ellas perdidas. No evita García Gual mencionar que tan ingente ejercicio de erudición y esfuerzo intelectual no está traducido en su totalidad al castellano, cosa lamentable, opino. Sin embargo, también añade que a Ateneo le interesa menos la estructura y construcción formal de su obra, en la cual es un poco negligente, que los contenidos que en ella se abordan.

Y en fin, García Gual remata el libro acercándose a otros simposios incompletos, y al famoso Banquete de Trimalción (incluido en el Satiricón de Petronio). Y puesto que “el vino, querido amigo, es también la verdad” (Alceo de Mitilene), pero “por igual idiotiza el vino a un hombre insensato y al sensato” (Teognis de Megara), no sabe uno si recomendar los simposios o no. En cualquier caso, lo que sí es recomendable es este pequeño gran libro, que deleitará nuestro curioso paladar intelectual como lo haría un buen vino.

 

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Carlos García Gual, Simposios y banquetes griegos. Diálogos de amor, vino y literatura. Madrid, Editorial Alfabeto, 2022, 152 páginas.

     

6 comentarios en “SIMPOSIOS Y BANQUETES GRIEGOS. DIÁLOGOS DE AMOR, VINO Y LITERATURA – Carlos García Gual

  1. Balbo dice:

    Hace poquito que leí este libro. Lo pusieron de novedad en la biblioteca y me gustó bastante. Tenía guardia de fin de semana en la biblioteca y me lo engullí en un pils plas. Es pequeño pero muy esclarecedor acerca de las reuniones griegas en torno al vino y a sus diálogos. Vale la pena leerlo. Bueno, en verdad Gual vale la pena sí o sí. Buena reseña Cavi.

  2. Iñigo dice:

    Me imagino que como todo lo escrito por Carlos García Gual, será una delicia.

  3. cavilius dice:

    Así es. Como casi todos los suyos, podría decirse que es un libro co-escrito entre García Gual y los clásicos, que son tan autores del contenido como el propio Gual. Porque qué mejor manera de hablar de los clásicos que introducirlos y dejar que sean ellos quienes hablen por sí mismos.

  4. Hahael dice:

    Pues con esta reseña no queda otra opción que leerlo. Gracias por la reseña, Cavilius. Que pena que ya no se organicen simposiums. ¿Y si montamos uno hislibreño?

  5. Balbo dice:

    ¿Te imaginas que ahora en un «simposio», en una reunión o charla cultural, en el Ateneo, por ejemplo, el ponente se liara a ofrecer vino a los espectadores y que este fuera servido a través de un simposiarca? 😅

    Curiosa evolución de este vocablo. Nunca est bibemdum, nunc pede libero pulsanda tellus, como diría Alceo y Horacio.

  6. Hahael dice:

    Podríamos reinstaurar una vieja costumbre 😀

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