TERCIOS DE FLANDES – Juan Giménez Martín
El Duque de Parma dirigía las operaciones del cerco como general, trabajaba en las trincheras y fosos como un operario, y peleaba como simple soldado en las brechas, no haciendo cuenta de lo que tantas veces le había recomendado el rey su tío que no expusiera tanto su persona….
Tercios de Flandes es un pequeño gran libro. Pequeño por sus dimensiones y grande por todo lo demás. Es la Crónica de los Tercios Españoles en las guerras de Flandes en el periodo comprendido entre 1569 y 1610.
El libro está estructurado en capítulos que generalmente coinciden con el paso de los distintos Gobernadores y de las distintas regencias de las Provincias Unidas ( Margarita de Parma, el Duque de Alba, Requeséns, Don Juan de Austria, Alejandro Farnesio, Mansfeld y el Archiduque Ernesto, Archiduque Alberto, etc.).
Se narran de manera sucesiva las innumerables campañas que los Tercios sostuvieron con los rebeldes Guillermo de Orange y posteriormente su hijo Mauricio de Nassau, con los protestantes y católicos franceses y con la constante ayuda militar y económica de Isabel I de Inglaterra.
Con detalle pormenorizado se tratan las distintas batallas y escaramuzas entre los reales y los rebeldes, así como los casi infinitos asedios a plazas fuertes francesas, valonas y holandesas que tuvieron lugar en esos cuarenta años.
En paralelo, al devenir militar, se hace una acertada crítica de las decisiones políticas y estratégicas de los Gobernadores y del Rey de España, de las intrigas de los rebeldes, empeñados en conseguir la soberanía para la Casa de Orange; así como de las bazas de los reinos colindantes, encaminados siempre al debilitamiento de la Corona Española.
Los textos están muy cuidados y abunda la inserción de párrafos de fuentes de primer nivel, escritos por protagonistas o espectadores de esos tiempos y de esas acciones. Tal es el caso de Bernardino de Mendoza (General de la Caballería Real).
El autor les cede el protagonismo en numerosas ocasiones, poniendo en su boca o en su pluma, los detalles de las acciones o comentarios sobre las mismas con ese deje tan encantador propio de la lengua española del siglo XVI.
Asimismo, el texto está acompañado de una magnífica serie de litografías de la época que ilustran casi todos los grandes hechos, batallas y asedios. Son obra del grabador flamenco Franz Hogemberg , custodiados actualmente en la Biblioteca Nacional.
También abundan coplillas y sonetos propios de la época que el autor inserta adecuadamente para glosar las virtudes de los soldados viejos o la situación política. Son de destacar las de Eduardo Marquina y alguna de Quevedo.
Sois bravo, ésta es tierra extraña;
No olvidéis, cuando en su saña
La vida una carga os sea,
Que morir en la pelea
Es morir dentro de España
Eduardo Marquina
Se trata de un libro absolutamente recomendable, por su contenido excepcional, por la inusual calidad de la edición, que aunque no es de pasta dura, tiene las hojas de papel couché, y por su reducido precio. Si tiene la ocasión, cómprelo.
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Se agradece que los Tercios españoles sigan atrayendo la publicación lietraria sobre ellos. No creo que en la Historia Militar española haya habido un cuerpo militar tan destacado como los renombrados Tercios. Libro a tener en cuenta. Gracias por la reseña Verdoy.
Un saludo.
Hace poco que lo he comprado y aún lo tengo sin leer, por lo que tu reseña me viene muy bien para ponerlo entre los próximos primeros.
Lo he hojeado y estoy de acuerdo contigo en la calidad de la impresión, en las inhabituales páginas satinadas y en la gran cantidad de grabados y fotos que facilitan la comprensión de su lectura.
Verdoy, muy buena tu reseña, hacía falta algo sobre los Tercios.
Abrazos.
Tuve la ocasión, la aproveché y compré (previa recomendación de Urogallo, todo sea dicho).
No me arrepiento, es un peaso libro. Eso sí, es necesario, creo, disponer de un tiempo prudencial para abordarlo, no es una lectura ligera, como dice el compañero Verdoy (y esto no lo considero como algo negativo; es denso, con muchos datos, y, por tanto, instructivo).
Se agradecen también las anécdotas y coplillas a las que hace refrencia la reseña, amenizan la lectura y nos hacen sonreir más de una vez.
En fin, que un gran libro, señores.
Señores, vamos a hacerlo como Dios manda, el libro lo merece.
Tercios de Flandes
Juan Giménez Martín
Madrid, Falcata ibérica, 1999.
Casi 300 páginas que lees en un periquete. En cuanto al precio no lo recuerdo, ya hace muchos años que lo pesqué (en pesetas de las de antes creo que 2.500) tengo la primera edición. Muy cuidado el contenido, prácticamente lleno de ilustarciones .
Termino con una cita del mismo. «Esta obra es una respuesta valiente, sin complejos ni concesiones, a la terjiversación que durante cinco siglos se ha hecho fel periodo más brillante de la historia de España, desde los Reyes Católicos hasta felipe II, cuando España era de verdad, parte consustancial de Europa y dirigía en gran medida su destino. leyendo este libro heterodoxo el lectos podría preguntarse, al contrario de lo que hacen las más altas jerarquías del estado, por qué no piden perdón muchos extranjeros y no pocos paisanos por los embustes vertidos durante siglos contra el honor de nuestro pueblo» Desde luego que junto con la contraportada es toda una declaración de ideas para el lector.
si te parece David, podemos abrir un hilo sobre el tema. Hay libros bastante interesantes.
un saludo
Ps No puedo subir la portada (Richar, amo y señor ayudanos) sigo siendo un inútil en esto de la informática
Burro de mí. Quise decir «tergiversación», son cosas de la vigilia
Gracias compañeros. Celebro ver que los que hemos leído el libro coincidamos en sus virtudes. A mí me costó 20 euros, una de las mejores inversiones del año, a falta de ver que tal es Vida y Destino de Vasili Grossman.
Mañana me voy de vacaciones, si no aparezco mucho por aquí será por eso y no por desatención.
Ah!.. y los que todavía no tengan este libro y les guste la temática, ¡a comprarlo!
Saludos
Así da gusto leer y reseñar un libro, Verdoy y compañía. Habéis despertado mi curiosidad absolutamente. Y es que no hay nada que estimule la lectura de un libro como escuchar palabras de elogio de un lector honesto vertidas de un modo casi apasionado. Es como un torrente que te arrastra a sumergirte en su lectura.
Y respecto a los tercios y la época en que vivieron… no le falta razón a tu cita, Koldo. Ya está bien, hombre, de la tontería solemne de pedir perdón por la etapa más gloriosa de nuestro pasado; ya está bien de complejos, de hacer Historia de salón y de propalar estupideces varias para ignorantes; y ya está bien de denunciar el pasado porque no es de blandiblú. Todos los imperios, claro que sí, han cometido atropellos; y el pasado de todos los pueblos que un día fueron grandes está regado de sangre. Pero el nuestro, al parecer, es el único que debe ser fustigado y condenado por ello. Es ridículo, estúpido y… soberanamente aburrido escuchar una y otra vez lo mismo.
Gracias, Verdoy.
(Akawi, bonita mía, a ver si navegamos un poquito más. Porque sobre los tercios… hay, al menos, dos reseñas, además de la presente:
https://www.hislibris.com/?p=436
https://www.hislibris.com/?p=316
…hacía falta algo sobre los Tercios…, Akawi dixit.)
Moideración, siempre moderación…
Eso, «moiderensé»
Por lo demas, ¿Cómo anda el libro de mapas? Suelo ser recurrente con este asunto, pero es que hay veces en que uno se cansa de leer junto al portátil con el google maps enchufado.
Saludos.
Koenig.
Vaya, pues por va a ser ahí por donde puedas encontrar defectos koenig. Tan sólo aparece un mapa de Flandes normalillo al comienzo del libro, luego se acabo. Si que es cierto que hay abunadantes grabados(de época) de las ciudades que van apareciendo pero poco más.
he estado ojeando un par de libros más que tengo sobre este tema y adolecen del mismo problema ¡qué curioso! me queda uno que no he leído y quien sabe.
Aunque hayas de seguir empleando el google maps, y sea más tedioso lánzate sobre él.
Ni los tercios fueron tan asombrosamente parecidos a las representaciones diabólicas de los turcos asediando Viena ( aunque a veces dá esa impresión), ni desde luego merecen una consideración tan «imperial» tal y como aparece en la cita, textual, que incorpora Koldo más arriba.
Los tercios, tenían una reputación sobrada y eran temidos.
Pero jugaban con una ventaja, que después bien se pudo comprobar durante la larga y rápida «tournée» de Gustavo Adolfo de Suecia en suelo alemán, y es que ambos operaban en suelo foráneo.
El desprecio de los tercios, y de sus capitanes, hacía el «pais» que iban a rescatar del asalto de los herejes fue, en gran medidad, el promotor de una rebelión que aglutinó tanto a la nobleza como a los sectores del calvinismo más radicales. Osadía militar de gran efectividad pero con una carencia absoluta de una concepción política del problema.
Alba, con todos mis respetos a las glorias hispanas, la cagó a fondo al resolver un problema con gran brillantez militar pero con extrema crueldad. Acabó con la primera rebelión, encabezada por grandes nobles que habían combatido en San Quintín. Ajustició a las cabezas de un sistema político de libertades contractuales que acabaron por convertirse en un referente «nacional», si se me permite el anacronismo, de tal forma que la base de la relación política, tan propia de las sociedades del Antiguo Régimen, es decir la relación personal feudovasallática, fue lo primero que se fue al abismo.
Y a partir de ahí, Alba sin un mandato político de gobierno y con una carencia absoluta de practicidad política que impidió la restitución de las antiguas formas de gobierno flamencas, hizo de su gobierno lo que hoy veríamos como un permanente estado de excepción.
Precisamente una de las cosas que más se le reprochó fue la ausencia de garantias jurídicas en los juicios conforme al ordenamiento legal de los estados flamencos.
Su arbitrio y arbitariedad fue tan absoluta que más de un «asesor» suyo le convino a que aquello debía ser gobernado como una prolongación más de Castilla.
Y, claro todo esto, no pasó desapercibido a los ojos de los flamencos.
Una rebelión sofocada con gran crueldad, ahorcamiento de algunas de las cabezas políticas del país y que anteriomente habían servido a su Señor Felipe II, establecimiento de un sistema de poder ajeno y transgresor con una tradición política de libertades corporativas que era dificil de ver en Castilla. Y a todo esto se añadía la compleja situación religiosa
origen de la mayor parte del problema.
Tanto Alba como Felipe II se enfrentaban a un tipo de conflicto «novedoso» en tanto en cuanto suponía la aparición en un territorio catolico de la más pura disidencia religiosa militante:
el calvinismo. La extensión del mismo desde el norte, Zelanda y Holanda, acompañada con una enérgica furia iconoclasta fue combatido desde Madrid con la introduccion de la Inquisición que no solo pretendía combatir la herejía sino que daba lugar a una reorganización territorial de los obispados flamencos.
Tales medidas fueron tomadas sin una consulta previa con las instituciones políticas flamencas, Estados Generales, parlamentos, provocando una desconfianza mayor frente a lo que empezaba a verse como un poder extraño al ordenamiento político y legal de los Paises Bajos y que actuaba al margen de las libertades y privilegios de sus ciudades y estados.
Y el siguiente paso vino dado por la puesta en marcha de una política por parte de la Monarquía Católica, que no solo actuaba conforme a un principio legítimo de conservación y mantenimiento de sus territorios y estados, sino que además implementaba la más pura doctrina tridentina de defensa frente al protestantismo. Política hija de sus tiempos, también legítma. Política confesional. Y guerra de religión.
Ni Felipe II ni Alba fueron capaces de sustraerse de esa dinámica de guerra de religión
que obligaba a combatir al hereje con la espada. Pero desde la primera rebelión no supieron ganarse el apoyo moral y el convencimiento de los territorios del sur, que desde entonces, y hata el tratado de Osnabruck, vieron a los tercios como lo que realmente eran: la mano larga y armada de unos reyes lejanos… y muchas veces incontrolables.
Y para teminar, un Padre Nuestro:
Padre infernal que estás en Bruselas,
Maldito sea tu nombre en infiernos y tierras.
Consúmase tu reino, que ya ha durado en exceso.
No hágase tu voluntad ni ,en la tierra ni en el cielo.
Róbasnos diaramente el pan nuestro,
mientras de hambre fallecen nuestras mujeres y vástagos.
Ninguna deuda tu perdón alcanza;
El pan que te nutre es la venganza.
a todos has dejado caer en la tentación;
Al pecado has entregado a la nación.
Padre nuestro que estás en los cielos.
Que este demonio parta ligero.
Y con él su Consejo, falso y sanguinario,
que del crimen y del robo hacen su arte diario.
Y a todos sus hispánicos perros marciales
Devuélvelos a los abismos infernales.
Amén.
Lo olvidaba: gran reseña y gran tema.
Saludos a todos.
Los saqueos y demás andanzas de los Tercios en suelo extranjero costaron a Castilla y a las arcas españolas más de un quebradero de cabeza. Flandes fue un pozo sin fondo que llevó a mucha de la plata y el oro que llegaba de América a acabar siendo utilizado en mantener a los Tercios y a toda su infraestructura. No sé si la decadencia de éstos estará ligada a los problemas financieros durante los reinados de los Austrias menores.
Un saludo.
Mi querido Arauxo, navego, navego.
¡No perdonas una! Debí poner «más» es decir -…»hacia falta algo más…»
Pues sólo hay un par de reseñas, pocos libros, pocas opciones.
Desde hace algún tiempo tengo anotado el libro De Pavia a Rocroi: los tercios de Infantería Española en los siglos XVI y XVII, que todavía no lo tengo. Pero paciencia.
Abrazos.
yo prefiero ser más cláscio Nando
Pater noster qui es in caelis:
sanctificetur Nomen Tuum;
adveniat Regnum Tuum;
fiat voluntas Tua, sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum quotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos indúcas in tentationem;
sed libera nos a Malo. Amen
En cuanto a que luchaban fuera de su tierra, pues me temo que sí pero no. Los Tercios no los formaban sólo españoles, su composición era muy heterogénea y tan sólo el «núcleo duro» estaba formado por españoles, un «núcleo duro» que era la minoría. La mayoría de los efectivos procedía de otros reinos y señoríos de la corona (Nápoles, sicilia, Franco Condado y Flandes) así como mercenarios de otras naciones aliadas ó católicos escapados de la opresión en las islas Británicas.
Después de lo dicho anteriormente Nando seguro que te reafirmas; «tanto da que no sean españoles, el caso es que no eran vernáculos de lo que se conocía por Flandes». Pues no señor, por ejemplo en 1607 la infantería del archiduque Carlos Alberto, gobernador de los Paises bajos, agrupaba a unos diecisiete mil alemanes, catorce mil valones, tres mil seiscientos italianos, dos mil quinientos irlandeses, mil quinientos borgoñones y seis mil seiscientos españoles. Vamos que los propios del lugar eran un veinticinco por ciento aproximadamente en este ejemplo, mas lo habitual era que los valones por ser los naturales del país fueran el contingente más numeroso.
El cronista Zubiaurre afirmó de los valones que»son buenos soldados y los más baratos» y por eso propuso a Felipe II que aumentará su número en los tercios y redujera el de otras naciones. No le quito la razón la Historia, la infantería valona fue por lo general bastante leal a su Católica Majestad, aunque tenían más tendencia a desertar por estar más cerca sus familias.
Flandes no sólo se llevo lo plata que venía de la Nueva España, también se llevo a la salud y la vida de muchos españoles.
España, mi natura,
Italia mi ventura,
¡Flandes mi sepultura!.
Discusiones como éstas son las que hacen de Hislibris lo que es. Muchas gracias, compañeros.
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Concédeme una entrevista a través de Messenger o gmail, mi correo es lonuestro27@hotmail.com. Un saludo.Jose Guillermo.
Es curioso, si lo vemos desde una óptica actual, pero el incentivo económico fue uno de los grandes incentivos de enganche en esta milicia armada; la moneda española era tan fuerte en esos momentos que el poder adquisitivo del soldado del Tercio aumentaba considerablemente en su zona de actuación: Fandes e Italia.
Un soldado.
Nando, hay que entender esa época. Ir a esa época. Las luchas por defender el cristianismo y de paso obtener el beneplácito del Papa, era su meta a seguir. Desde siglos anteriores, o casi desde siempre, lo primero era expulsar al hereje de tierras españolas, tanto de la península como de Nápoles y Sicilia o incluso Flandes. Las luchas contra los turcos, los calvinista, los piratas asentados en el norte de África y cualquier otro que no profesara la fe cristiana, eran su objetivo; no sólo por religiosidad sino que defendían sus posesiones o conquistaban las ocupadas por apóstatas y ateos.
Claro está, que para llevar esta misión a buen fin, necesitaba enormes cantidades de doblones de oro y riquezas, las cuales salieron de las arcas españolas y de las enviadas desde las Américas. Mantener el ejército
de los Tercios fuera de la península, podía ser excesivamente costoso, pero bajo su punto de vista era absolutamente necesario. No creo que se puedan considerar como unas guerras religiosas sin más, existían otras muchas implicaciones.
Sobre la crueldad, te pregunto ¿Qué guerra no tiene su buena dosis de barbarie?
Quizá, escarmientos para que ningún noble se sublevase. Ejemplos de la fuerza del poder. Aquello de: estás conmigo o contra mí o de cortar por lo sano.
Puede ser que los Tercios transgredieran sus atribuciones que no lo pongo en duda, sin embargo, cuando hay un hombre en un frente común, existen maldades; miremos recientemente en la antigua Yugoslavia. O más cerca aún, los (cafres) ultras del fútbol.
Nada de todo esto es justificable pero sí comprensible.
Koldo estoy de acuerdo contigo en que habían muchos hombres de diversas nacionalidades «arropados» por los Tercios.
Abrazos.
Para nuestra desgracia y al contrario que pueblos más prácticos como los británicos, nosostros seguimos metiendo y metiendo doblones en una empresa que jamás podría reintegrar una mínima parte de lo que se invirtió.
Gente poco ducha en los negocios hemos sido, ahora si, con unos huevos hasta allá. Ya sé que no hay que valorar las cosas solo por su resultado (balance ingresos-gastos), pero muchas veces una retirada a tiempo es un triunfo.
saludos
Estoy contigo Epaminondas, pero España no tenía otro remedio que seguir «invirtiendo» en esa maldita guerra. No sólo era una cuestión religiosa o económica, sino de geoestrategia pura y dura. Como afirma un historiador de tanto prestigio como Bennassar: «la Paz de Westfalia en 1648 (que llevó la idependencia a las Provincias Unidas), condujo a España al inicio de su fin como potencia dominante en el mundo». Creo que tanto Felipe II, como sus sucesores, Felipe III y Felipe IV, tuvieron en cuenta el significado de una retirada forzada; esto hubiera tenido seguramente un efecto dominó que podría haber afectado a otras posesiones españolas.
Han pasado muchos desde aquello, pero esta política sigue y seguirá siendo utilizada por cualquier país que se «corone» primera potencia mundial, aunque sea un mal negocio al final.
Un saludo.
Absolutamente de acuerdo con lo que dices, David, son las servidumbres de ser «primera potencia mundial»; el centro de gravedad político-económico-estratégico desde la Europa medieval siempre ha estado en eje del Rin con el Po, quien controlara este eje era de facto la primera potencia europea, sin embargo Inglaterra se convirtió en primera potencia europea y mundial sin su dominio físico (eso si combatió contra las potencias de uno de los lados apoyándose en el opuesto, así de paso las anulaba). Esto es lo que quería decir: España casi disfruta de una situación de insularidad, podría haber ejercido, quizá, su control de una forma indirecta y menos sangrante.
es solo un pensamiento.
saludos
David dixit
«…aumentaba considerablemente en su zona de actuación: Fandes e Italia.
Un soldado. »
Ja ja un pequeño lapsus calami David
Qué crueldad con los gangosos…
Un libro imprescindible, y esto puede decirse de un puñado de libros…De los que este estaría siempre el segundo, cuando no el primero. A mí me costó 2.300 ptas, pedido por correo a Soldiers, justo cuando salió calentito de las imprentas…¡Que libro señores, que jornada para aquel libro!.
En cuanto a los tercios, el otro día estaba viendo no-recuerdo-qué, y el inglés apostilló esto al hablar de los tercios de Flandes: «La invencible infantería española que dominó europa durante el siglo XVI».
Con eso está todo dicho.
KOLDO: David dixit
“…aumentaba considerablemente en su zona de actuación: Fandes e Italia.
Un soldado. ”
Ja ja un pequeño lapsus calami David
Qué malo que eres Koldo..jejejeje, si es que a las horas que escribo no sé ni como acierto a darle al teclado…..¡la noche me confunde!
Un saludo.
Nadie hasta ahora ha hablado de los rasgos que el autor quiere dejar pantentes en su obra y que no son otros que esos sentimientos de culpa, pesimismo y desazón personal que han acompañado siempre el caracter de los españoles desde tiempo ya inmemoriables, así como esas trazas de picaresca, golfería y obligada supervivencia que tuvieron los soldados inmersos en tal colosal empresa militar, como luego se ha visto a la postre en otas campañas militares posteriores emprendidas por soldados españoles; tal cual, el carácter español es así, que se le va a hacer, son nuestros genes que han perdurado a lo largo de varias generaciones; un saludo.
Gracias por los comentarios. He colgado el libro para descarga gratuita en google books. Os mando el enlace:
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