VERDUGOS Y TORTURADORES – Juan Eslava Galán
«Para hacer bien por el alma
Del que van a ajusticiar.»
Cuando era bastante pequeño, me dieron a leer en el colegio, allá por la EGB, un artículo periodístico de Mariano José de Larra titulado Un reo de muerte. En aquella tierna época era bastante impresionable (aún lo soy) y aquel pequeño artículo de tal excelso autor me provocó una gran conmoción, no por lo cruento del acto en sí sino por el propio reo y sus sentimientos antes de morir: qué pensará, cómo lo pasará, qué dolores íntimos sufrirá… Pero sobre todo lo que más me marco fue esa pequeña tonadilla dicha por los religiosos que me hizo entrever que más allá de la muerte en sí había algo más, un pequeño teatro del horror: «este grito que implora la piedad religiosa en favor de una parte del ser que va a morir, se confunde en los aires con las voces de los que venden y revenden por las calles los géneros de alimento y de vida para los que han de vivir aquel día». Dándome a conocer el poco valor que tiene nuestro pellejo en este plan divino del mundo. A partir de ahí trabé otros conocimientos con aquel espectáculo terrible y espectral de la pena de muerte, como pudo ser en otros ámbitos como por ejemplo el del cine en películas o series como Mariana Pineda, donde una angelical Marisol es llevada al garrote en la flor de la juventud (cinematográficamente hablando, claro), o Pascual Duarte donde un sobrio y duro José Luis Gómez se encamina de manera solemne y orgullosa al instrumento aniquilador de su corta y dura vida. Pero siempre quedándome ese poso de dolor y morbo que se vislumbra entre las bambalinas de tan oscuro espectáculo.
Debido a lo anteriormente dicho, la aparición de este libro de Juan Eslava Galán, causó a la vez una mezcla de sorpresa, pues es un libro bastante difícil de encontrar, a no ser que sea en librerías de segunda mano o especializadas, y de repulsa al mismo tiempo. Esta repulsa inicial, no malinterpretemos términos, no hay que confundirla con asco ni desmerecimiento del ejemplar, sino como confrontación de miedos antagónicos, tan arraigados no solo en mi, sino que todo ser humano los lleva en su interior, en lo más oculto y recóndito de su ser. Pero… como las cosas de esta vida hay que catarlas antes de juzgarlas, de igual manera me pasó a mí. De un miedo cerval pasé a un interés que en más de una persona podría llegar a ser altamente morboso por desconocimiento.
Pero antes de pasar a desbrozar el libro y ver qué fue lo que más me intereso de él, os presentaré al autor, muy querido y conocido entre todos nosotros. Juan Eslava Galán es oriundo de Jaén (Arjona 1948), y doctor en Filosofía y Letras. Su obra abarca más de 60 obras, entre las que destacan la excelente En Busca del Unicornio (Premio Planeta 1987), El Comedido Hidalgo (Premio Ateneo de Sevilla 1991), La Mula (2003, pronto en cines)… y maravillosos y divulgativos ensayos históricos como Historia de España contada para escépticos (1995), Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie (2005), o Los años del miedo (2008).
Después de esta pequeña interrupción paso a centrarme en el libro en sí. Esencialmente trata, como su título indica, sobre la historia de la pena de muerte sobre todo en España, con algunos brochazos a otras culturas, desde las civilizaciones más reconocibles, como son los romanos (el episodio de la crucifixión es espeluznante), hasta finales de los años 70 del siglo pasado. Como buen cirujano, Eslava Galán disecciona la obra en dos mitades, una más grande que otra, en nítidas partes. La primera (la más pequeñita) trata sobre los elementos que forman parte del teatro del horror. Es decir, El Verdugo, El Reo, y claro está El Público. La segunda parte (la más extensa del libro) se centra, ya mencionado antes, en la historia de este ritual en nuestra cultura desde Roma hasta la actualidad.
Lo interesante del libro es que Eslava Galán no se centra en el aspecto morboso del tema ni en lo más escabroso y gore del asunto en cuestión. A través de un argumento tan oscuro el autor despliega unos conocimientos fríos y sencillos, muy entendibles a todo lector novato en estos aspectos. No se para en efusiones de sangre, ni tampoco describe de manera malévola desmembramientos ni cosas parecidas. Sino que con un lenguaje fácil y entendible nos acerca a los lectores un mundo que desconocemos por miedos y prejuicios. Y a la vez, y conociendo el estilo del autor, este acercamiento nos lo ofrece no con un lenguaje ultra complicado y técnico sino que ante tan duro tema el autor utiliza la fina ironía y a veces humor negro tan conocidos en él. Temas tan escabrosos a veces te llevan a la hilaridad y a la sorpresa. En resumidas cuentas, una obra trufada no solo de erudición sino también de entretenimiento a raudales. Doceo delectare.
En conclusión les diré que el lector se puede encontrar en el libro temas peliagudos, pero también elementos chuscos como gente que se escapaba continuamente de la hoguera, formas complicadas… y curiosonas de ahorcamiento, escenificaciones grotescas y altamente sorpresivas de tortura y ejecución, o condenas de lo más tontas e inocentes que solo la mente del ser humano puede contemplar. Yo, desde mi más humilde opinión, les recomiendo el libro pues no solo se acercarán a un mundo oculto con un código de vida implacable, sino también gozarán con un ensayo muy entretenido y peculiar.
Buena lectura.
«Estoy de acuerdo en que las sociedades decreten abolir la pena de muerte; pero que empiecen por abolirla los asesinos.» Jean Baptiste Alphonse Karr
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Muy buena tu reseña, Balbo.
Hombre, me llamó la atención porque siempre he tenido cierto interés por la pena de muerte, por los sentimietos de esos personajes que saben su fecha y su hora de muerte. Siempre me he preguntado cómo será la preparación psicológica a ese suceso que no puede detenerse.
Muy interesante.
Gracias
Respecto a esto está la impresionante película-documental «Querídisimos Verdugos», donde se retrata la vida y hechos de los últimos tres verdugos españoles.
Naturalmente la película tiene un evidente tono de sanción moral hacia esta figura. Igualmente se puede encontrar un relato bastante crudo en algunas obras de Pepe Oneto, donde hace referencia a los últimos fusilamientos del franquismo.
En todo caso un tema interesantísimo Balbo, y escrito por un autor que cuando entra en la temática del ensayo y la divulgación da lo mejor de sí, con ese estilo que tan bien describes: Conocimiento y humor.
Pues a los interesados en el tema les recomiendo los libros de Daniel Sueiro ( http://es.wikipedia.org/wiki/Daniel_Sueiro ) y los informes de Amnistía Internacional al respecto.
En esta página http://www.tdcj.state.tx.us/stat/executedoffenders.htm están las últimas palabras de muchos reos ejecutados en Texas. Lamentable situación. Este es un castigo que a mí me resulta inconcebible, por muy sanguinarios que sean los condenados.
Me llama la atención bastante este libro que, por cierto, tan bien nos muestras. Me gusta este autor por esa ironía que impregna en sus obras y que, generalemente tiene más razón que un Santo.
Lo malo va a ser la difícultad de encontralo, pero se intentará.
Felicidades por otra buena reseña, amigo Balbo.
Por cierto que el autor está preparando una versión corregida y aumentada de esta obra, profundizando en las diferencias entre las ejecuciones en los países anglosajones y mediterráneos.
A mí lo que me espeluzna de la pena de muerte (aparte del hecho en sí) es el modo en que se hace. Por ejemplo, la silla eléctrica.
¿Es necesario someter a una persona a ese sufrimiento? En la consulta veterinaria se sacrifican a los perros con mucha más humanidad, de una manera indolora y rápida. No comprendo ese ensañamiento con el ser humano, de verdad. Si lo van a hacer (lo cual ya me horroriza), háganlo con humanidad, por favor.
En realidad se «supone» que la muerte en la silla electrica no es dolorosa. Doloroso fué lo del Jarabo, que como cuenta el autor, tardó casi 20 minutos en morir.
Sí señor, en un aparatejo que no recuerdo qué rey español (¿Fernando VII?) presentó como un regalo a su esposa, y que supuestamente garantizaba que el reo moriría dulcemente… dulcemente… madre mía…
Hace poco leí en un libro de Alfonso Rojo que en una ejecución de bóers, varios de ellos sobrevivieron a la caída al romperse las cuerdas con el impacto. Corrieron a suplicar piedad al «palco de autoridades», pero fueron de nuevo colgados, esta vez uno a uno en una cuerda que había demostrado desde el principio ser bastante sólida. No siento la menor simpatía por unos tipos como los bóer, desde luego, pero hacer pasar por esa agonía dos veces a los reos… joder, me parece terrible.
Como comenta Eslava Galán, el problema del garrote vil es que exigía un operario con brazos fuertes.
Cuando esto no se daba…Imaginad.
Es mas digno y humano ejecutar a una persona que tenerla trenta o mas años en una mazmorra de hormigón como hacen hoy en España.Estoy totalmente contra la pena de muerte.
Aparte de sorprenderme por el curioso hecho de que Luis conoce el caso de algún preso español que ha estado 30 años en una mazmorra de hormigón ( Algo que solo sería posible a partir del 2025, ya que la ley que permitía cumplir más de 20 años en prisión es de finales de los 90 ) tengo que aprovechar para agradecer a Lantaquet Lannister, escudo de Lannisport y guardián de Occidente, que me obsequiase con un libro que llevaba tanto tiempo ansioso por leer.
Muy poco que comentar respecto a lo que ya señala tan noblemente el igualmente distinguido Balbo: No hay ninguna intención de regodearse con los detalles más innecesariamente descriptivos, pero si de dejar claro en que terribles condiciones se ejecutaban las sentencias de pena capital. Condiciones tan miseras, incluso para el propio verdugo, que este tenía que ser custodiado por una fuerza armada desde que se le comunicaba la celebración de una ejecución.