“En 1924, dos arqueólogos franceses se deslizaron con cautela desde la cornisa del precipicio de Bamiyán. Iban buscando una cueva que se hundía en la pared de roca, muy por encima de la cabeza del buda más alto. Entraron patinando y tropezando por la boca de la cueva; contuvieron el aliento y miraron triunfantes a su alrededor. Costaba imaginar un lugar más inaccesible que aquel, era bien posible ...[Leer más]
Ya no serán los casacas rojas de la compañía los que marchen hacia Kabul. Ahora avanzan los soldados del Virrey con uniformes caqui y fusiles de repetición. Avanzan miles de hombres, y los que han nacido en Europa llevan orgullosos el salacot. El símbolo de una época y de un imperio. Pero avanzan con el mismo objetivo imposible de los que ahora solo son sombras en el recuerdo: someter Afganistán.